Hoy vamos a ser cabrones, que sé que es lo que os gusta. Pero no vamos a ser cabrones deseándole la calvicie a Jim Lee o que a Dan DiDio se le caiga el bigote, no, vamos a ser cabrones haciéndonos daño donde más nos duele. Vamos a meternos con un cómic que nos gusta, un cómic de esos que tenemos elevados a los altares y que para nosotros supone el origen de una de las mejores series de nuestros queridos 80. Hablamos de una pieza clave de la historia del cómic, el santo grial del cómic de mutantes: Giant-Size X-Men nº1.
La historia de este cómic ya la conocéis; X-Men había sido el primer gran fracaso de Lee y Kirby a este lado de Hulk, y ni siquiera el buen hacer de Roy Thomas y Neal Adams habían conseguido salvar la serie de su cancelación en su número 66. Por una cuestión de orgullo o porque el fracaso no debía de ser tan grande, la serie siguió publicandose a base de reeditar números antiguos, con lo que hacia mediados de los años 70 había alcanzado ya el número 94. Para entonces, Len Wein decidió poner fin a aquel desaguisado reclutando el talento del gran Dave Cockrum para que le diseñara un nuevo equipo de mutantes, dándole a la serie un completo lavado de cara como nunca se había visto en Marvel desde los tiempos en los que Los Vengadores perdieron a casi todos sus miembros y fueron sustituidos por villanos reformados.
La premisa del cómic era sencilla; la Patrulla X original había sido raptada por un villano y su mentor, Charles Xavier, se veía obligado a reclutar un nuevo equipo de mutantes para hacerse cargo de la situación. Resulta que recientemente alguien me llamó la atención sobre lo absurdo de ese reclutamiento, con Xavier utilizando en algunos casos las razones más peregrinas para ello, así que vamos a repasarlo a ver que sacamos en claro…
Y empezamos con Rondador Nocturno, un personaje que Dave Cockrum ya había diseñado mucho antes de pensar en X-Men y que no dejaba de ser un favorito. La motivación de Rondador es una de las mejores; todo el mundo le odia y Xavier se ofrece a salvarlo de un linchamiento. En tres páginas el bueno de Kurt llega a la conclusión de que es mutante y de que sería buena idea ir con ese señor calvo a explorar su propio potencial, pero en ningún momento se habla de jugarse la vida contra robots gigantes de varios metros o enfrentarse a una isla viviente. Si lo piensas bien, el enfrentarte a una turba de paletos enfurecidos igual era más sencillo que aceptar la proposición de Xavier.
La siguiente parada del profesor está en Canadá, con Lobezno. Logan era un personaje que Len Wein ya había creado un año antes para Incredible Hulk #181, con lo que era una de las pocas caras familiares del nuevo grupo. En este caso Xavier consigue la colaboración del ejército canadiense para reclutarlo de una forma un tanto sospechosa, con sus jefes diciendo que el profesor es un “pez gordísimo” y no dando mucha más justificación. Logan acepta al momento la propuesta de convertirse en un “agente libre” a cambio de poner sus poderes “al mejor de los usos”, sin decir tampoco en este caso para qué lo quiere Xavier o en que follones lo va a meter. Al representante del ejército canadiense no le acaba de gustar el plan, con lo que Logan acaba presentando su dimisión de la forma más insubordinada posible. Y en dos páginas, Lobezno ya está en el bolsillo de Xavier.
Y antes de irnos a África para reclutar a Tormenta, tenemos un par de viñetas en las que Xavier le cuenta algo a Banshee que hace que el irlandés se vea plenamente convencido de que debe ponerse a sus órdenes. Son sólo dos viñetas y de momento es uno de los casos en los que Xavier se ha explicado mejor…
Todo el mundo sabe que Tormenta en África estaba de maravilla, se pasaba medio en bolas y todo el mundo la trataba como una diosa. De hecho, originalmente se trató al personaje como si fuera tal, y hasta juguetearon con la idea hasta que Claremont decidió que era mejor que fuera humana y con un origen sospechosamente parecido al de Modesty Blaise. El caso es que Xavier en tres viñetas le viene a decir que de diosa no tenía nada, que su mundo era una fantasía y que la gente de fuera “le necesitaba”. La respuesta de Tormenta es mejor todavía, reconociendo que sus argumentos son “peculiares” pero que nota una profunda sinceridad en él, con lo que decide que es hora de dejar el nido. ¡Y todos los pobres africanos que se pasaban el día rezándola para que lloviera acabaron siendo presa de la sequía y los señores de la guerra!