Con esto de que Disney comprara Lucasfilm, el estado de la licencia Star Wars no quedó muy claro. Durante los primeros meses se juró y perjuró que las cosas iban a seguir igual y que Dark Horse seguiría encargándose de ellos igual que había hecho durante los últimos 20 años. Pero sabíamos que la situación no duraría, y que al igual que los cómics Disney habían pasado de Boom a Marvel cuando esta última fue comprada, las aventuras de Luke Skywalker y familia acabarían volviendo a la editorial que las publicó por primera vez…
A estas alturas todo el mundo sabe que el año que viene Jason Aaron escribirá una serie regular titulada Star Wars, Kieron Gillen otra de Darth Vader y Mark Waid realizará una serie limitada de la Princesa Leia. Marvel se llena la boca diciendo que «la saga ha vuelto a su casa», que los primeros que publicaron cómics de la licencia fueron ellos en los 70 -en una de las grandes jugadas de Roy Thomas, que hay que reconocerle que tenía mucho mejor ojo que Jim Shooter para las licencias- pero lo que no estamos oyendo mucho es el reconocimiento a la labor de Dark Horse durante esos veinte años que tuvo en sus manos la franquicia. Porque hay que tener en cuenta que, cuando Dark Horse se hace con los derechos a principios de los 90, La Guerra de las Galaxias esta practicamente muerta. Estamos hablando de unos años en los que los chavales menores de 12 años sentían esas películas como «algo viejo», porque George Lucas estaba totalmente enfrascado en la serie de TV de El Joven Indiana Jones y llevaba casi una década sin sacar a pasear a los jedi y al Imperio Galáctico.
Marvel había renunciado a la licencia de Star Wars tres o cuatro años antes, y Dark Horse de la encontró relativamente barata y la unió a su alineación de cómics de Alien, Predator, Terminator o Robocop. En aquel momento Dark Horse basaba el núcleo su linea editorial en licencias de películas, y Star Wars acabaría siendo el centro de todo, pero eso no significaba ni mucho menos que fueran los amos y señores de la misma para hacer lo que quisieran con La Guerra de las Galaxias, no señor. Puede que estuvieran en horas bajas, pero Lucas Licensing les apretaba en todos los sentidos posibles, poniendo en principio medidas draconianas que impedían contar historias anteriores a la trilogía porque Lucas seguía empeñado en contar el mismo la caida en desgracia de Anakin Skywalker. Y tampoco es que les dejaran mucho margen para continuar con las aventuras de Luke Skywalker -en aquel momento se estaba publicando la trilogía de novelas de Timothy Zahn que supuestamente era la única y verdadera continuación de la trilogía- asi que tras estrellarse de morros con Lucas Licensing durante Dark Empire -el primer cómic de la franquicia que realizó Dark Horse y que trataba de contar una historia entre las películas y las novelas- Dark Horse no tuvo más remedio que huir.
Porque Dark Horse no vio otra solución más que apartarse de los planes de Lucasfilm y refugiarse en el pasado remoto, en la prehistoria de los Jedi. Así nacería Tales of the Jedi, una serie de miniseries que se remontarían miles de años antes de las películas y le darían a Dark Horse un terreno inexplorado en el que más o menos hacer lo que le apeteciera. Tom Veitch tomo todo lo aprendido en la experiencia de Dark Empire y se puso a elaborar su propia mitología con Tales of the Jedi, creando una galaxia inmersa en una guerra total entre los Jedi y el Imperio Sith, en la que las tentaciones del Lado Oscuro estarían a la orden del día y en el que cualquier victoria tenía un sabor amargo. Estas series tendrían como principales protagonistas a Ulic Qel-Droma y Nomi Sunrider, además de crear toda una mitología sobre la raza de los Sith y la creación de los primeros jedis oscuros. Eran cómics muy irregulares, pero la valentía con la que Dark Horse trató la franquicia le valió el interés del público. Tras ocupar la mayor parte de los 90 en Tales of the Jedi, adaptaciones de las novelas y miniseries sobre como la segunda parte de Dark Empire, George Lucas hizo La Amenaza Fantasma y puso todo patas arriba…
Porque de repente la exigencia de Lucas era la de volcarse en las precuelas. Se abandonaba la prehistoria jedi, las historias ambientadas durante o después de la trilogía original y todo en favor de las precuelas. Dark Horse sacaría una nueva serie regular -que se llamaba Star Wars, a secas- que estaría compuesta por historias de unos cuatro o seis números y profundizarían en los personajes secundarios que se presentaban en las precuelas como Ki Adi Mundi, Aurra Sing o Mace Windu. Lo interesante de esta serie está en que poco a poco empezarían a escribirla viejos conocidos del mundo del cómic como Tim Truman o John Ostrander, que junto a Jan Duursema formaría lo más cercano a un equipo creativo estrella que tendría Dark Horse. Ostrander y Duursema crearían personajes como Qinlan Vos o Ayla Secura, siendo esta última el primer personaje que saltaría de la viñeta al cine con Attack of the Clones.
Paralelamente a esta serie, Dark Horse sacaría Star Wars: Tales, una antología con la que la editorial trataría de seducir a autores de cómic consagrados para realizar historias cortas sobre el universo galáctico. Pronto veríamos desfilar por ella a autores de toda talla y pelaje como Peter David, Garth Ennis, Ron Marz, Sergio Aragonés… A veces con resultados discretos, a veces con resultados la mar de interesantes, Tales no dejaba de ser una antología que en el global acabó dejando un buen recuerdo a los aficionados, y al contar historias fuera de continuidad permitía vía libre a los autores para hacer lo que quisieran con los personajes. Eso sí, eso tampoco quería decir que puedieran hacer «cualquier cosa», que tiemblo de sólo pensar que habría sido capaz Garth Ennis de hacer si le hubieran dado vía libre para convertir a Jabba en un Gran Padre D’Aronic…
Uno de las mejores historias de Star Wars Tales iría a cargo de Kevin Rubio y Lucas Maragon con «A Death Star is Born», contándonos como se bautizó a la Estrella de la Muerte. Continuando el tono paródico de su cortometraje Troops (uno de los videos de internet más bajados de la época de los modems a 56kb/s), Kevin Rubio cuenta una historia descacharrante que no se corta un pelo con personajes serios como el Emperador de la Galaxia, Tarkin o Darth Vader, sus rencillas y sus piques laborales. Asi que no puedo hacer otra cosa que recomendaros esta historia y las miniseries posteriores a cargo del mismo equipo creativo con los personajes de Tag & Bink y dejaros hasta mañana, que seguiremos con este repaso no-tan-nostálgico a unos cómics que tal vez deberíamos revisitar en más profundidad en un futuro.