Creo que allá por verano ya comentamos que, según se vió en el salón del cómic de San Diego a Marvel presentando su nueva serie de SHIELD con Coulson dando guerra y firmándolo todo el equipo de Joss Whedon, de repente dió la impresión de que a Warner le entró miedo y pisó el acelerador con Arrow, su serie sosainas que venía a ser un Smallville II sobre el pobre Green Arrow, que en esta ocasión se hacía llamar «el encapuchado» y se dedicaba a matar a la gente que tenía en una lista. En San Diego se anunció que durante la temporada veríamos a Black Canary, Flash y algunas cosas más. Y todo para que SHIELD no les comiera la tostada…
El caso es que, tras siete episodios de SHIELD y seis de la segunda temporada de Arrow, la serie que está ganando la partida por intensidad y guiños frikis es la del ex-Encapuchado, que ahora han empezado a llamar «The Arrow», a pesar de que vaya vestido de verde y todas las flechas sean del mismo color. Es como si les costara sumar dos y dos a los personajes de la serie, pero peor lo tenían en Smallville, que a Superman lo llamaban «el borrón». La cuestión es que, mientras tanto, SHIELD está funcionando de una forma arcaica, con episodios autoconclusivos que mantienen varias incógnitas de largo recorrido en la serie y que, vista la cuarta parte de la temporada, empiezan a preocupar a la audiencia. Y es que los males de tener a Jeph Loeb a bordo acaban notándose…
Porque el bueno de Jeph es uno de esos tipos que siguen pensando que lo mejor para que una serie de televisión enganche, es que te puedas ver cualquier capítulo sin haber visto nunca la serie. Es una concepción de la TV muy ochentera, del estilo de las primeras temporadas de Star Trek: La Nueva Generación o de cualquier serie que ignore la existencia del «estilo HBO». Ya sufrimos la filosofía de Loeb con la cancelación de Spectacular Spider-Man o la aún más dolorosa desaparición de Avengers: Earth’s Mightiest Heroes, que desaparecieron de la parrilla porque los episodios tenían una continuidad demasiado fuerte entre sí, como si los japoneses no llevaran más de 20 años triunfando con culebrones como Dragon Ball o el más reciente Naruto.
Y aunque todavía es pronto para afirmarlo, da la impresión de que esos males se han instalado en SHIELD, una serie en la que la incógnita principal parece ser cómo carajo ha resucitado Coulson -la cual no se tiene mucha prisa en resolver, y hasta se juega con la audiencia insinuando condicionamientos mentales y LMDs- o quienes son realmente Melinda May o Skye, aunque en el fondo a nadie le importe. Si en un piloto el que las cosas estén tan «paradas» es perdonable, la cosa empieza a ser preocupante cuando se está tan cerca del parón de acción de gracias y las audiencias no dejan de bajar.
¿Tenemos fe en los Whedon y Tancharoen, los responsables de la serie? Crédito se ganaron de sobra por sus anteriores trabajos, aunque bien es verdad que Dollhouse tardó tanto en arrancar que todas las ideas que tenían para la serie tuvieron que quemarlas en su segunda temporada, quedando la cosa tremendamente descompensada. Y mejor no hablar de Spartacus, el único trabajo de Jed y Maurissa sin que estuviera Joss de por medio. Su trabajo en SHIELD tiene el problema añadido de que la audiencia esté pidiendo superhéroes concretos a cada momento, cuando Disney/Marvel no para de reservárselos para futuras superproducciones o, directamente, hacer otras series de televisión. El episodio que va a emitirse esta semana, The Well, viene a ser un epílogo de la segunda película de Thor, con lo que se espera que la audiencia remonte. Pero lo preocupante en SHIELD para mí no es la audiencia, lo preocupante es que empieza a parecerse a aquel personaje de Marvel UK que vivía en la escuela de Xavier durante los tiempos de Nicieza/Lobdell pero del que nadie -excepto Kieron Gillen- se puede acordar, Dark Angel. Y, estando como esta la serie de Arrow insinuando que tanto su Flash como su Green Arrow van a salir en Justice League, SHIELD no puede permitirse ser un extra en el universo fílmico de Marvel.