Comenzamos esta serie de artículos porque muchos, demasiados lectores de cómics ni siquiera saben quién es Bob Harras. No es un dibujante, ni tampoco es un guionista -aunque lo fuera en su día, no lo vayamos a negar-, pero es conocido fundamentalmente por haber conducido tanto Marvel como DC a través de algunas de sus etapas más negras de los últimos veinte años. Y sin embargo, es un tipo totalmente hermético; no tiene twitter, no tiene facebook, no tiene un weblog ni tampoco concede entrevistas que vayan más allá de las de promoción. Lo que se sabe de su pasado es poco; nació en en Queens, Nueva York el 11 de enero de 1959 y se graduó en Inglés e Historia Norteamericana, y su único trabajo anterior a su llegada a Marvel Comics consistió en vender corbatas en Macy’s, unos grandes almacenes americanos. Debía de ser uno de esos tipos que te miran mientras te pruebas algo horrendo y te dicen aquello de «le queda estupendo, ni hecho a medida». Consciente de que su objetivo en la vida era no tener «un trabajo normal», para 1982 ya empezó a trabajar en los cómics…
El primer trabajo en el que podemos encontrar la firma de Bob está en el número 3 de The Official Handbook of the Marvel Universe (Marzo de 1983), los libros de fichas que tan de moda se pusieron por aquella época y que iban cargados de tantos spoilers. Para entonces Bob ya debía de haber dejado su puesto inicial como asistente del mismísimo Jim Shooter, el jefazo de aquellos tiempos, y estaría de ayudante del editor Ralph Macchio, que por aquella época tenía asignados títulos de perfil bajo como licencias, cómics de Kung Fu (jojo) o la ya por aquel entonces moribunda Dazzler. En la mayor parte de los cómics de aquellos años Bob ni siquiera aparece acreditado, pero en el evento del mes de los asistentes -en el que supuestamente los asistentes hacían el papel de editor mientras sus jefes se iban a la Comicon de San Diego- Harras figurará como editor de la ya mencionada Dazzler, ROM y la serie limitada Crystar, además de escribir una pequeña historia en el número 178 de Iron Man -la parte cómica del número, porque en aquel momento Tony Stark estaba en lo peor de su alcoholismo y la cosa no estaba para muchas juergas-.
Pero aquella no había sido su primera historia, ya que Jim Shooter, el editor de Marvel entre el 77 y el 87, solía animar a sus editores a escribir cómics para que «ampliaran horizontes», con lo que ni los asistentes se libraban de tener que hacer este tipo de cosas. Bob Harras escribiría en 1984 el número 18 de The Thing -spinoff de los 4 Fantásticos de John Byrne de escaso éxito- pero la cosa no iría mucho más allá y se mantendría en sus labores editoriales de la forma más discreta. No he conseguido saber mucho más de lo que estuvo haciendo Harras desde el 84 hasta principios de 1986, cuando a las órdenes del «Managing Director» Bob Budiansky -el guionista de Transformers- compartía despacho con otros asistentes como Eliot Brown y Margie Neville en una planta distinta al resto de Marvel. Aquella oficina se dedicaba a «proyectos especiales», lo cual solía significar encargarse de cosas como editar cómics de licencias nuevas -Robotix, Defenders of the Earth- o de hacer los librillos de juguetes licenciados como la línea Secret Wars de Mattel. Pero lo importante estaba ocurriendo en el piso de abajo, donde la conspiración de Shooter, Layton, Stern y Byrne a espaldas de Chris Claremont y Ann Nocenti -que muy convenientemente habían sido enviados de viaje a Europa con todos los gastos pagados- daba a luz la primera serie de mutantes que no contaba con Claremont, X-Factor.
No voy a repetir la historia de X-Factor, de como a Bob Layton le da por zorrear con su amiguito Jim Shooter para que le deje hacer una serie de X-Men (la serie que más dinero estaba produciendo para Marvel) en la que recuperen al reparto original. Tras una idea de bombero de Kurt Busiek y la complicidad de Roger Stern y John Byrne, Shooter da luz verde a la nueva serie de mutantes, guionizada por Layton y dibujada por Jackson Guice. X-Factor rompería totalmente la coherencia de la historia que se ha estado contando hasta entonces en X-Men y que acabaría manchando para siempre a la franquicia. Sin embargo y aún habiendo permitido que aquello saliera adelante, a Jim Shooter si que le importaba la calidad de la nueva serie; rechazó siete de las portadas que recibió para el número uno y sólo aceptó una dibujada por Walter Simonson -que ni siquiera trabajaba en la serie en aquel momento- y cuando leyó por fín el número terminado, exigió que lo rehicieran por completo en dos semanas. Un número de 64 páginas…
Guice y Layton cumplieron a contrarreloj las fechas de entrega a pesar de que un huracán estuvo a punto de impedirselo -por lo visto ni siquiera la justicia divina fue suficiente-, y el nuevo número uno de X-Factor llego a la mesa de Jim Shooter, el cual… Lo rechazó. Y exigió que se rehiciera entero. Mike Carlin, el editor de la serie, dijo basta; si Shooter iba a rechazar todo lo que se le pusiera por delante, que la editara el mismo. X-Factor era una patata caliente, un proyecto no deseado por nadie. Lo editara quien lo editara, se exponía a que Shooter rechazara su trabajo a última hora, a entrar en la lista negra del jefazo. Y entonces un tal Bob Harras entró en el despacho de Shooter quejándose de lo harto que estaba de hacer cosas como Kool Aid Man, pidiendo hacer algo distinto. El jefazo de Marvel no se lo pensó dos veces y le retó a aceptar el marronazo de X-Factor, y así empezó todo.
¿Podemos decir que Bob Harras editó aquellos primeros números de X-Factor, o el verdadero editor es Shooter, que iba guiando de la manita al novato? En aquel momento Bob debía de tener como tres años de carrera profesional, la mayor parte del tiempo como asistente y el resto como «editor» de comics pseudopublicitarios que no habían llegado a ninguna parte. Para colmo, por aquel tiempo Jim Shooter ya estaba en su etapa de plenitud megalómana, cuando se empeñó en micromanejar toda la empresa y echar a cualquiera que se le pusiese por medio, asi que no era de extrañar que sí, que X-Factor fuera un proyecto más mimado por Shooter, y que al poco Layton dejara la serie -porque, entre otras cosas, nunca fue capaz de dar el nivel de calidad suficiente- y fuera sustituido por Louise Simonson, que había sido el primer gran fichaje editorial de Jim Shooter y que además se traía como dibujante a Walter Simonson.
Hay que tener en cuenta también que aquellos tiempos eran los de la decadencia de Jim Shooter, cuando sus exigencias ya se habían vuelto completamente ridículas y todo el bullpen de Marvel llegó a hacerle un plante. No creo que fuera complicado para Harras escurrir el bulto cuando estaba trabajando con una guionista que había sido editora de X-men durante cinco años, y que había permitido que Claremont firmara la paz con X-Factor. Cuando en 1987 Shooter fue despedido y Tom DeFalco fue ascendido a jefazo de Marvel, Harras podía lucir los galones de haber sobrevivido a una etapa complicada en la editorial en uno de los títulos más controvertidos.
Durante el primer mes de la era DeFalco, Harras era editor de X-Factor, Classic X-Men -la cual estaba compuesta de reediciones de Uncanny con nuevo material, siendo esta su primera colaboración con Chris Claremont-, las series de GIJoe, Codename: Spitfire -una serie del nuevo universo creado por Jim Shooter, de inminente desaparición-, Robocop y The Incredible Hulk, serie que había quedado huérfana de su editor Denny O’Neil después de que Shooter lo despidiera en una de sus rabietas. En menos de un año después, sería el editor de Uncanny X-Men y escribiría su propia serie limitada en formato prestigio: Nick Fury VS SHIELD. El ascenso de la bestia ya era una realidad…