Esto va a doler. Y va a doler porque toca remiendo, toca chapuzaca. Después de la vergonzosa «hazaña» de Shooter y Layton con la recreación de la Patrulla X original en Factor X y la supuestamente obligatoria resurrección de Jean Grey, las ventas de la nueva serie son desastrosas y Layton pega la espantada (justo tras el despido de su «benefactor» Jim Shooter como jefazo de Marvel), dejando la serie en manos de Louise Simonson. Mientras tanto, Claremont ha tratado de seguir con las historias que tenía pensadas en un principio como más o menos lo había conseguido un año antes con la Masacre Mutante:
En ella los Morlocks, mutantes demasiado feos para vivir entre la humanidad y que se habían refugiado bajo las alcantarillas formando una sociedad tribal, son masacrados de mala manera por un grupo de asesinos mutantes llamados «Los Merodeadores», dando lugar a un atípico crossover en el que participaron New Mutants, X-Factor, Thor, Power Pack y X-men. Y digo que era un crossover raro desde el momento en el que los equipos apenas se cruzan entre ellos, yendo cada uno por su lado y cruzándose sólo en el caso de las series de los Simonson (todas las que no eran X-men). La Masacre Mutante fue una historia que dejó más preguntas que respuestas; nadie sabía quién había enviado a los Merodeadores ni el porqué de que hubieran hecho semejante salvajada; a los tipos se les veía tremendamente sádicos, pero eso no justificaba la situación. Tras un crossover al año siguiente, La Caida de los Mutantes, en el que no se tocó ninguna respuesta al asunto y en realidad cada serie contó una historia totalmente distinta, Claremont y Louise Simonson tienen que enfrentarse a la realidad: el desaguisado Madelyne/Jean hay que arreglarlo cuanto antes.
Muchos consideran que el crossover del 88-89, Inferno, nació con la única intención de explicar todo el asunto, pero nunca fue así. Inferno es un crossover protagonizado por Magik de los Nuevos Mutantes, en el que se venía a contar como la hechicera demoniaca hermana de Coloso perdía finalmente el control sobre el Limbo (una dimensión infernal, con demonios y esas cosas) y los demonios saltaban alegremente a nuestro universo para redecorar Nueva York a su gusto más o menos en la noche de Halloween. Y desde el punto de vista de los Nuevos Mutantes el crossover funciona perfectamente, pero si sólo te lees la parte de X-Men/X-Factor no te enteras absolutamente de nada. Es aquí donde Claremont se gana realmente esa fama de farragoso, arcano e incomprensible, y todo debido a que el personal se dedicó a ignorar New Mutants (lo cual provocó que la serie acabara en manos de Rob Liefeld, pero esa es otra historia que es mejor no recordar porque duele demasiado). Claremont no tiene ninguna historia que contar para Inferno, la Patrulla X ni siquiera esta ya en Nueva York (lleva ya casi dos años viviendo en Australia, en un patético intento por parte de Claremont de mantener su control creativo) y Madelyne Pryor es un personaje se mueve como alma en pena por la serie sin que nadie sepa exactamente que hacer con ella. Y así llegamos al número 240 de Uncanny X-men…
Uno sabe que Chris Claremont debería haber dejado X-men mucho antes cuando ve la carta de créditos de sus últimos años en la serie; Marc Silvestri no es un dibujante a la altura de Paul Smith, no es Romita Jr ni tampoco es Byrne o Cockrum. Dan Green se defendía, pero nunca fue Terry Austin. Y mejor no hablar de su editor, Bob Harras, actualmente uno de los lacayos de Dan DiDio en New52 y responsable de cosas demasiado dolorosas para recordar aquí, un auténtico judas que se vendió al vil metal y que con lagrimas de cocodrilo provocó la edad oscura de los 90. El nuevo sustituto de Jim Shooter como editor jefe de Marvel, Tom DeFalco, tuvo una gestión bastante lamentable y pusilánime en la que todo el mundo le tomó por el pito del sereno. Alan Moore, Neil Gaiman, Grant Morrison o cualquier autor en la situación de Claremont habría dejado la serie más o menos a la altura de La Caida de los Mutantes, cuando Ann Nocenti dejó de ser la editora de X-men; series como esta nacen del trabajo en equipo, y por muy bueno que seas, si tu equipo no te ayuda el producto final se ve muy perjudicado. Cualquier otra editorial (la DC de Mike Carlin) le habría acogido con los brazos abiertos, permitiéndole elegir el dibujante y el editor que le diera la gana y le habría dado toda la publicidad que un autor de su caché tenía en aquel momento. Pero Claremont amaba su trabajo, acababa de publicar su primera novela (First Flight) y se la había dedicado a Scott, Jean, Kurt, Ororo, Logan, Peter… Un romántico en toda regla. Y por eso fue castigado…
¿Recordais la escena inicial del número 98 de Uncanny X-men, con toda la Patrulla X celebrando la navidad en el Rockefeller center? Es apropiado que la etapa de Claremont sea simétrica y venga a acabar aquí, en la última planta del edificio RCA. Alex Summers esta disfrutando de una cita romántica con Madelyne, su excuñada, y el ambiente poco a poco se va enrareciendo. Claremont aprovecha para ambientar la escena con un cameo de unos Cazafantasmas sui generis, que discuten la posibilidad de que haya algún tipo de actividad paranormal en la ciudad; por lo visto el edificio Empire State ha empezado a crecer y todo tipo de actividades paranormales se suceden por toda la ciudad. El maître los echa a patadas por considerar que estan molestando a los clientes, y es entonces cuando Claremont muestra una de las escenas más perversas del crossover: