Han pasado más de siete años desde aquellas navidades en las que los centinelas atacaron a la Patrulla X. La etapa de Dave Cockrum duró un par de años más, en los que fue sucedido por un tal John Byrne. Tras la muerte de Fénix y el reconocimiento de Uncanny X-Men como la mejor serie de la época y el superventas de Marvel, Byrne deja la serie para que Cockrum vuelva a ella. Hay que tener en cuenta que los temas que se han ido tratando durante todos estos años estan muy alejados de los que se tratarán años más tarde; estos X-Men no tienen la obsesión mutante/antimutante por bandera, y más allá de casos concretos como Días del Futuro Pasado o Proteus, el cómic había basado su éxito en ser una serie de aventuras que se preocupaba más por sus personajes que por cualquier otra cosa. Porque cuando el Club Fuego Infernal intenta «apoderarse» de Fénix, no lo hace porque sea mutante ni nada parecido, lo hacen porque es tremendamente poderosa y les viene bien: el verdadero triunfo de la etapa «Classic» de la serie (que sería desde el Giant Size X-Men hasta la muerte de Fénix) está en haber hecho una historia de personajes y no de superhéroes, razas ni nada parecido. Es algo parecido a lo que hicieron Lee y Ditko en Amazing Spider-man pero a nivel de grupo, algo que marcará completamente el cómic de superhéroes de los 80 y de lo que tomarán buena nota los Titanes de Wolfman y Pérez.
Aun así, no se puede decir que todo el mérito de esos primeros años sea de Chris Claremont, de Dave Cockrum o John Byrne. En esos primeros años X-men es una serie que cuenta con editores como el propio Len Wein, Archie Goodwin o Roger Stern, gente que conoce bien su oficio y sabe cuidar a los autores lo suficiente como para que den lo mejor de si mismos. Cuando leíamos el número 98, veíamos a un Claremont que padecía los mismos males que se le achacarán años más tarde, de un estilo que para muchos hoy en día es anacrónico pero que por aquel entonces «valía». Sin embargo, la etapa junto a Stern/Byrne se mantiene bastante fresca, es considerado uno de los pilares del cómic de superhéroes moderno y la etapa clásica del grupo; Byrne insiste que metía mano a los guiones todo lo que podía, con lo que podría decirse que gran parte del éxito de la serie en aquellos tiempos se debía a los tira y afloja entre ambos. Pero en 1983 ni Byrne ni Stern estaban por ninguna parte, y Chris Claremont no esta recibiendo «ayudas» de nadie, y esprecisamente en ese momento y bajo la batuta como editora de Louise Jones (la Louise Simonson de hoy en día) Uncanny X-men alcanza la madurez y se convierte en la serie que marcará a autores actuales como Joss Whedon o Brian Michael Bendis.
El número 168 de Uncanny X-Men llega en un momento oscuro para la serie. Tras un 1982 en los que se ha recuperado la histeria antimutante con la novela gráfica «Dios ama, el hombre mata» y un número 150 en el que Magneto tenía uno de sus primeros enfrentamientos contra el mundo, La Patrulla X acaba de tener su propio Aliens particular (de hecho la saga del Nido inspirará unos años más tarde a James Cameron para la segunda parte de Alien) y todo parece volverse más siniestro. Unos números antes Cockrum ha dejado definitivamente, y en mitad de la saga ya mencionada lo sustituía un tal Paul Smith, ya consagrado en la etapa que guionizada por Roger Stern en Doctor Extraño. Pero volviendo al cómic que nos ocupa, en las series de Claremont es habitual tener números de «descanso» entre saga y saga, dedicando varias páginas a la reflexión y desarrollo de los personajes, mostrando las consecuencias de los últimos números y marcando en parte el futuro de la serie. «El Profesor Xavier es un idiota» es uno de los mejores números de este estilo de toda la serie, y centra la historia en Kitty Pryde, la niña adolescente que la Patrulla X «adopta» durante la saga de Fénix y que, a pesar de llevar ya tres años en el grupo, Xavier piensa separarla de ellos para que se una -y lidere- el nuevo grupo de reclutas de la escuela de Xavier, los Nuevos Mutantes.
Los Nuevos Mutantes fue una de las primeras concesiones de Claremont a la editorial, ya que al ver lo bien que vendía la serie principal «los de arriba» pedían constantemente otra X-men. New Mutants sale primero como novela gráfica y luego como serie regular en 1982, y Claremont trata de integrar la serie dentro de la continuidad de X-men con episodios como este, en el que Kitty se toma como un descenso el que la obliguen a dejar el grupo principal para liderar a los «novatos».
La historia empieza con la rabieta de Kitty después de recibir la noticia. Illyana, la hermana de Coloso y miembro de los Nuevos Mutantes (sí, la misma Illyana que ahora va por ahi sin alma y al servicio de la banda de mutantes enajenados de Scott Summers) intenta hacer ver a Kitty que se esta ahogando en un vaso de agua, mientras que, además de Lobezno y Rondador, vemos como unos ojos alienígenas las observan desde dentro de la mansión…
La relación entre Logan y Kurt ha cambiado bastante en estos siete años, haciéndose bastante amigos y provocando que Logan ahora sí sea capaz de abrirse al resto del grupo y deje de ser el macarra a secas que en su día Claremont y Cockrum se plantearon quitar de en medio. Pero entonces Byrne llegó a la serie y ocurrió justo lo contrario, porque el dibujante -que es canadiense como Lobezno- empezó a darle más y más protagonismo en sus composiciones, y Claremont no tuvo más remedio que profundizar en él. En esta escena Lobezno pasa de puntillas por el tema de Kitty y se centra en preparse para un viaje de vacaciones que va a pegarse para relajarse un poco después de todo el follón con el Nido y tal. En realidad lo que estamos viendo aquí es un ejercicio de coherencia narrativa de los que no se da hoy en día; Claremont prescinde de Lobezno durante los siguientes cuatro meses porque Logan se va a Japón durante la serie limitada que hizo junto a Frank Miller. Viendo como han ido las cosas a posteriori con Lobezno en 5 o seis series a la vez más dos series regulares propias, a Claremont debe de quedársele cara de tonto…
Xavier acaba de «resucitar» por una de estas cosas que tiene la vida; tras el follón con el Nido y resumiendo mucho las cosas, el hombre quedó muy perjudicado y tuvo que trasladar su mente a un cuerpo nuevo que los Shi’ar le habían clonado. El cuerpo en cuestión está nuevecito, con lo que Charles debería ser capaz de andar, pero el hombre tiene un bloqueo psicológico y ya es incapaz de mover las piernas. Esto hará que el personaje siga en silla de ruedas una buena temporada, pero con el tiempo se levantará y se pondrá un uniforme amarillo horrible y luego se irá al espacio y… Sí, Claremont en aquel momento estaba pensándose muy seriamente que hacer con Xavier y no acababa de decidirse (aunque en realidad todos sabemos que sólo quería matarlo).
Un episodio interesante aquí es ver como Tormenta, tras volver del mundo del Nido siente como ha perdido su conexión con la naturaleza. Es el principio de una trama de «crecimiento» en la que la pobre las va a pasar canutas durante los próximos años, quedándose sin poderes, volviéndose punk y ya directamente en un número o dos, poniendo a Tormenta a atravesar el corazón de un oponente. La dulce e inocente Ororo…
Mientras Kitty sigue con su guerra personal para convencer a Xavier de que debe seguir en el grupo, Scott esta pelando la pava con Lee Forrester, la rubia con la que se consuela tras la muerte de Jean Grey. Sobre esto ya hablé en su día en mi post sobre Cíclope y sus neuras, asi que poco más puedo decir más que decir que es en este momento en el que corta con ella justo a tiempo para lo que se cuenta al final del número (incoming pelirroja) y para que Claremont todavía le de el margen de decencia a Scott que no tendrá unos años más tarde al abandonar a su siguiente pareja. Respecto a Lee… Digamos que luego le iban más maduritos.
Y tras ver como Rondador pela la pava (se nota que Chris en ese momento no tenía ninguna subtrama preparada para el personaje, y por eso le deja ser feliz no como a otros) volvemos con Kitty y con la historia principal del número. Por lo visto los ordenadores de la mansión han detectado una anomalía en los túneles de mantenimiento, y por fín parece que vamos a saber que ojos alienígenas eran esos que la observaban al principio del número. Kitty baja a investigar los túneles y allí descubre…
Por lo visto el que la observaba no es otro que Lockheed, el dragón que conocíó en el mundo del Nido y que ya en aquel momento formó un vínculo con ella que los hará más o menos inseparables hasta el día de hoy. Es interesante ver como el concepto entusiasma tanto a Paul Smith como para que en los 90 creara junto a James Robinson «Leave it to Chance», una serie protagonizada por una adolescente y su dragón. En cualquier caso, lo más impresionante de todo esto es ver como Lockheed, tras treinta años de existencia y varias muertes de Kitty, es uno de los pocos personajes de la franquicia X-men que nunca ha muerto. Felicidades, dragón.
Lo que queda del número es ver como Kitty consigue finalmente que Xavier ceda y la deje seguir en la Patrulla X a base de hacerle una demostración de control de plagas extraterrestres en el sótano de la mansión junto a Lockheed. Esta parte, y casi todo el número en general, es un intento de ilustrar el proceso de maduración del personaje de Kitty, que a partir de aquí (y una boda forzada con Calibán) el personaje ya irá abandonando su rol de mascota del grupo y será la adolescente de fuertes convicciones que inspiró al ya mencionado Whedon el personaje de «Buffy the Vampire Slayer». Para cuando a finales de los 80 Kitty pase a formar parte de Excalibur, su papel ya será radicalmente distinto y acabará ejerciendo de «mente fría» del grupo.
Poco más que decir. Paul Smith durará un año más en la serie durante el que seguirán primando las historias personales y en el que se podrá entrever algún que otro retazo de lo que será la etapa de su sucesor, John Romita Jr, en la que la serie se sumergirá mucho más en el concepto «racial» del universo mutante. Y es que ya en el próximo número se presentará a los morlocks (unos mutantes que viven en las alcantarillas, apartados de la sociedad «humana») y empezará a prepararse lo que en el 86 se llamó «La Masacre Mutante», primer gran crossover del universo X. Sin embargo nosotros no vamos a ir esta vez tan rápido, y nos vamos a detener en el número 200 de Uncanny X-men con el Juicio de Magneto, la última gran historia de la serie antes de que a Chris Claremont se le fuera todo de las manos. Y es que aquellos fueron los tiempos en los que perdió para siempre a Scott Summers y a los miembros de la Patrulla X original, los tiempos en los que una conspiración de Busiek, Stern, Byrne y Shooter le dieron a Bob Layton aquella abominación editada por Bob Harras llamada Factor X.