Chris Claremont es un señor mayor que está en paro y al que estan intentando prejubilar. Hace años, cuando Chris era joven y trabajaba para Marvel Comics como ayudante de algún editor (Len Wein, el creador de El Lobezno Adolescente), solía fijarse en un señor mayor que se sentaba en su esquina de la redacción a corregir los guiones de otros. Ese señor delgado y machacado por el tiempo había guionizado algunos números de la Antorcha Humana en Tales of Suspense, pero su estilo no pegaba con la Marvel de los 60 y había acabado relegado a un trabajo casi burocrático. Ese señor se llamaba Jerry Siegel, había creado a Superman y Chris Claremont en aquel momento se juró que pasara lo que pasase, él no acabaría así.
Y durante cuarenta años no lo hizo. En los años 70 cogía personajes totalmente secundarios u olvidados por todo el mundo, les sacaba brillo y los hacía funcionar en el mercado: Luke Cage, Iron Fist, Spiderwoman, Ms Marvel, Spider-Man Team-Up… Todas eran series por las que Chris había pasado y en la mayor parte de los casos había conseguido que el salto de calidad que aportaba su trabajo se viera reflejado en las ventas de la serie. Pero si por algo es conocido el bueno de Chris, es por haber tenido éxito allí donde Stan Lee y Jack Kirby tuvieron su mayor fracaso; una serie que ni los dibujos de Neal Adams salvaron de la quema: X-Men.
Uncanny X-Men es una de las series más famosas de Marvel, y hasta el advenimiento de Bendis, la serie principal de Marvel, su número uno en ventas permanente durante más de veinticinco años. El trabajo de Claremont en la serie duraría en un principio más de 15 años, y contó con profesionales como Dave Cockrum (no me cansaré de decir que es el mejor diseñador de trajes de superhéroe de la historia), John Byrne, Paul Smith, John Romita Jr, Barry Windsor-Smith, Walt Simonson, Rick Leonardi… Y editores como Roger Stern, Louise (Jones) Simonson o Ann Nocenti. En la parte negativa tendríamos ya a los cabestros que acabarían por echarle, como su último editor Bob Harras o un tal Jim Lee que, a pesar de ser dibujante, se empeñaba en que podía guionizar mejor que Chris.
Al finalizar esos quince años en X-Men, Chris Claremont se pega una buena hostia contra la realidad. Aquellos personajes que son como sus hijos, a los que ha protegido con uñas y dientes de decisiones editoriales, de caprichos de amigos del editor jefe y hasta del mismísimo John Byrne, se encuentra de repente con que sus personajes ya no son suyos. Que de repente Lobezno vuelve al traje amarillo chillón -John Byrne suele recordar como se le acercó Jim Lee un día vanagloriandose de haber recuperado el «verdadero» traje de Lobezno; lo que no sabía el merluzo en cuestión es que el que se lo había cambiado originalmente era el propio Byrne-, Charles Xavier se pone un exoesqueleto para matar a Magneto y tantas y tantas cosas que harían llorar al niño Jesús y al propio Claremont, que tenía que ver eso y a la vez darse cuenta de que tenía cuarenta y pico años y no sabía muy bien que hacer con su propia vida.
Los trabajos de Chris durante los 90 son, cuanto menos, bastante curiosos; una serie limitada de Aliens VS Predator (la única buena, en realidad), una novela gráfica de Star Trek con Adam Hughes (Deuda de Honor), alguna colaboración con Jim Lee en WildCATs (bajo la promesa de que acabaría teniendo su propio estudio y blabla, pero la cosa no cristalizó en nada) y, finalmente, su llegada a DC y Sovereign Seven, su gran intento de personajes de creación propia ambientados en el universo DC. La idea, básicamente, era tener superhéroes propios que llevarse a la editorial que a él le apeteciera según le haciera falta, manteniendo las ventajas de cruzar a los personajes con Superman o Batman. La idea era bastante buena, pero todo lo demás fué un fracaso lamentable.
Porque empezando por el dibujante, Dwayne Turner, Sovereign Seven era una serie que era un estropicio detrás de otro. Los diseños eran horrendos, uno no acababa de diferenciar a unos personajes de otros y las historias eran una maraña digna del peor de Claremont. Sovereign Seven no tuvo la suerte que tuvo X-Men al contar con Roger Stern de editor y Dave Cockrum como dibujante, y así tuvo que padecer a Dwayne Turner en un principio y a Ron Lim en sus estertores finales. Sin embargo, no se puede decir que la serie fuera un fracaso, y hasta de vez en cuando llegó a brillar a buena altura (en la etapa de Ron Lim, que manda huevos). Además, la serie no se cerró por ningún fracaso en las ventas, si no porque Bob Harras llamó con un cheque en blanco y Claremont volvía a Marvel.
Porque Harras sabía lo que había pasado en Marvel, y se había mantenido más de cinco años manteniendo X-Men en su status quo por miedo a cargarse a la gallina de los huevos de oro. Scott Lobdell, el juntaletras sin talento que había sustituido a Claremont durante todos aquellos años, se había largado de la serie reclamando más libertad creativa, y sus sustitutos Joe Kelly Steve Seagle también se habían largado en cuanto los poderes de la editorial les hubieron echado para atrás la enésima resurrección de Fénix. Harras estaba falto de ideas, la editorial acababa de salir de una bancarrota y, creativamente, Marvel estaba hundida. Así que le dió un puesto editorial a Claremont y margen para maniobrar, además de, probablemente, un buen plan de pensiones.
Sin embargo, y tras una etapa de Alan Davis que representó lo mejor de la serie desde los 80, Claremont acabaría volviendo a X-men. Consciente de que no podía hacer que todo hubiera sido un mal sueño y de que tenía que empezar de cero, puso la serie patas arriba y empezó a trabajar a partir de ahi. Pero que no hay manera, la serie no remontó: los personajes nuevos no funcionaban, los viejos no brillaban como deberían y, aunque Lobezno hablaba como Lobezno y Tormenta también, a Leinil Francis Yu la serie le pillaba demasiado novato y los nuevos villanos de la serie, Los Neo, eran un estropicio que nunca llegó a buen puerto. El despido de Bob Harras y la llegada de Joe Quesada firmó la sentencia de muerte del que iba a ser un regreso triunfal, Claremont se tendría que conformar con una nueva serie junto a Salvador Larroca; X-treme X-men.
Fue en Xtreme donde, a pesar del horrible nombre y unos primeros números un tanto tartamudeantes, Claremont empezó a resurgir de sus cenizas. Sabíamos que seguía teniendo talento, los números que había hecho de los 4 Fantásticos seguían pegando destellos de lo mejor de los viejos tiempos. En Xtreme tardó en empezar a funcionar, y tras dos años la serie empezó a dar de sí. Lamentablemente, Bill Jemas exigió que Larroca dibujara su última locura con Namor, con lo que el proyecto se quedó sin su dibujante en mitad de la que iba a ser secuela de «Dios Ama, el Hombre Mata», la novela gráfica de X-Men que Claremont había escrito en los 80. Pero tampoco importó mucho, porque la espantada de Grant Morrison en New X-men iba a propiciar la… ¡TERCERA VENIDA!
Y sí, aquella fue la buena, pero porque tenía a Alan Davis de dibujante. Su tercera etapa en la serie fue un canto del cisne en toda regla, y todo un soplo de aire fresco tras el acartonamiento de Xtreme y las extravagancias de Grant Morrison. Aun así, poco duraría la cosa, porque a Quesada y compañía les daría por meter a un tío molón, Ed Brubaker, como guionista absoluto de la serie y sacar a Claremont de la ecuación. Los mutantes volvían a estar en manos de otros, Brubaker haría el peor trabajo de su carrera y Fraction haría lo propio al sucederle. Mientras tanto, Chris Claremont se encargaría de Exiles, Excalibur… Series que acabarían cerrando sin hacer mucho ruido.
Su último trabajo sería X-men Forever, una serie en la que X-men continuaba en plan «What If?» desde el mismo momento en el que Claremont dejó la serie en 1991. Pero Chris es una mala bestia que siempre necesitó estar atado de alguna forma, y lo de tener libertad absoluta para hacer y deshacer nunca le vino demasiado bien; él era un escritor de trabajo en equipo, de apoyarse en un buen editor, en un buen dibujante, de discutir las cosas. Forever nacía ya de por sí con la tara de ser una serie fuera de continuidad, y aunque aguantó durante cuarenta números y dos especiales, el que a Claremont se le dejara matar a Lobezno en el primer número y poner a Tormenta de villana durante casi toda la serie no contribuyó en absoluto a la calidad final del producto, que nunca se libró de su «aura» de what if.
Chris Claremont ya no escribe cómics. Hace novelas, poemas, cosas de esas, pero hace tiempo ya que donó todos los papeles de su archivo a la Universidad de Columbia. Cuando le preguntan si volvería a escribir cómics, Claremont dice que sí, que todavía le quedan historias que contar, pero es bastante pesimista. Ahora prefiere centrarse en sus novelas y no preocuparse de que suene el teléfono. Se conforma con saber que si no fuera por él los mutantes no habrían llegado a ser el exitazo que han sido.
Y digo yo, ¿es esto cierto? ¿Realmente Claremont es el patriarca mutante al que Marvel le debe el pan y la sal? ¿Define la etapa de Claremont todo el cómic americano de los años posteriores o sólo a los mutantes? A partir de la semana que viene vamos a ver si realmente las cosas son como dice el bueno de Chris. Partiremos del número 98, la primera gran historia 100% de Claremont en la serie, y a partir de ahí veremos cada semana como son los primeros números de todos los guionistas posteriores a Chris en la serie.