Devil May Cry, o DmC como lo llaman ahora, es otro juego víctima de la fiebre del «reboot»; cuando una franquicia tiene ya más de diez años, las editoras se creen que esta desgastada y que necesita un lavado de cara para poder vendersela a las nuevas generaciones. Así, Capcom se las ha arreglado para que una franquicia nacida en PS2 sea reseteada para PS3, y de paso empiece de cero en PC.
Porque claro, la tercera y la cuarta parte de la saga Devil May Cry ya habían salido en PC, pero sus resultados habían sido más o menos discretos. Y aunque DMC4 tuvo muy buenas ventas, no hizo el ruido suficiente como para que llamar la atención todo lo que a Capcom le hubiera gustado. Así es como un día deciden partir de cero y encargarle el proyecto a una desarrolladora británica, Ninja Theory, y de repente Dante, el protagonista, ahora es más joven, más «peculiar» y más odiado por los fans del Dante original. Pero a los que no hemos jugado ni tocado los anteriores DMC, este DmC nos gusta. Y mucho.
Porque claro, el juego se juega como los ángeles. Es un matamata (un hack’n’slash consolero, vamos que nada que ver con Diablo) en el que, como en los anteriores, se pueden hacer virguerias de combos controlando tus tiempos de ejecución de cada golpe y conseguir chorrocientos puntos. O también puedes ser un perfecto patán y repetir el mismo golpe hasta matar de aburrimiento a tus rivales, lo que se ajuste más a tus intereses. Sin embargo, el juego te incentiva a seguir el primer camino, con un diseño que te guía hacia él sin necesidad de pasarte un rato memorizando el catálogo de golpes, haciendo que tus partidas se sientan fluidas y naturales.
La historia del juego, lejos ya de si nos cae bien el protagonista o no, se ambienta en una conspiración demoniaca para dominar el mundo a través de los medios de comunicación, la publicidad, las altas finanzas y la deuda. Los demonios, liderados por un tal Mundus, controlan a los gobiernos de la humanidad al más puro estilo del FMI, aconsejándoles formas de sanear su economía a costa de sus propios ciudadanos. A su vez, cualquier forma de actuar distinta a la establecida es catalogada como peligrosa y terrorista por los medios de comunicación, por lo que los rebeldes que luchan contra los demonios son terroristas, anarquistas y hasta feos. Es entonces cuando Dante entra en escena y a lo largo de las 14 horas que dura el juego (menos si no tenéis mi manía de dejar el juego pausado cada dos por tres) destrozará todo lo que se le ponga por delante.
Es cierto que la historia es corta, pero después de CoD:Black Ops II, es bonito ver como los videojuegos pueden ponerse del lado del «poder establecido» o en su contra según les pegue. Los niveles que transcurren dentro de corporaciónes estan llenos de mensajes que tristemente vemos mucho en la realidad, con lo que aunque la historia sea más simple que el asa de un cubo, se agradece que Ninja Theory le haya querido dar un poco de chicha, porque normalmente el personal poco se molesta en ello.