Estos días se conmemora el treinta aniversario de la que es sin dudarlo una de mis películas favoritas de todos los tiempos, E.T. El Extraterrestre, película a la que quiero rendir mi pequeño homenaje. Y es que tras tanto hablar de comics en los que los autores se cachondean de nosotros, de series de tv que uno no entiende como han conseguido salir al aire y de decisiones editoriales que parecen haber sido tomadas por el mayor incompetente del reino ya tenía ganas de hablar de algo que realmente me gustase.
Decir que no soy objetivo con esta película es quedarse muy, muy corto. E.T fue la primera película que vi en un cine allá en 1982 cuando se estreno, y repetí unos años más tarde cuando se reestreno a cuento de no sequé festival, así que si, es una película que me gusta muchísimo. De hecho me atrevería a decir que de todas las películas dirigidas por Steven Spielberg me parece prácticamente la mejor de toda su carrera y que es una de las mejores películas de ciencia ficción jamás rodadas. Y también es una de las poquísimas películas con las que he llorado. Si, ya avise de que no iba a ser nada objetivo.
Spielberg en estado de gracia
A estas alturas imagino que todo el mundo sabrá de sobras de que trata la película. El pequeño Elliot se encuentra con un extraterrestre que se ha quedado “naufragado” en la tierra después de que su nave espacial tuviera que partir de improviso en lo que parecía ser una misión de exploración. Elliot le esconderá en su casa pero finalmente tanto su familia como el gobierno averiguaran su paradero y tendrán que huir para tratar de poner a salvo al pequeño extraterrestre.
Esta película es la historia de amistad más bonita que jamás he visto. La relación entre Elliot y E.T, ver como están dispuestos a sacrificarse el uno por el otro sin dudarlo un instante es capaz de conmover hasta al más pintado. Da igual que se trate de ayudar a E.T a regresar a su hogar, que se enfrenten a militares armados o a la propia muerte, cualquiera de los dos sería capaz de dar su vida por el otro. Y eso que hablamos de un muñeco de goma cabezón de ojos saltones, pero uno acaba queriendo a ese bicho como a un hermano.
La banda sonora, como no, compuesta por John Williams, es también una de sus mejores obras y no soy capaz de imaginar la película con ningún otro compositor. Solo por la escena de la persecución en bicicleta en la que Elliot, ET y sus amigos huyen de los federales John Williams se merece todos los honores habidos y por haber. Este hombre es capaz de convertir en épico todo a lo que le pone música, y con una historia como esta consiguió una obra maestra.
Una de las mejores y más emocionantes persecuciones de la historia del cine
Así que si aún queda por ahí alguien con sangre en las venas que no haya visto esta película ya está tardando en hacerlo, no se arrepentirá, que yo voy a ver si hay suerte y la reestrenan aquí para poder verla por tercera vez en pantalla grande, que esta película lo merece. E imagino que después de esto aparecerá Diógenes protestando y refunfuñando. Pero claro, el, como persona sin alma que está muerta por dentro es incapaz de apreciar la magia que esta película desprende por los cuatro costados.