Aprovechando que esta semana se ha publicado en Estados Unidos en nº 0 de The Savage Hawkman en el que Rob Liefeld nos cuenta su versión del origen del pobre Katar Hol… Yo me he leído un comic completamente diferente. Si, bastante he tenido ya de las mamarrachadas del californiano con uno de mis personajes favoritos como para seguir dándole publicidad, baste decir que lo he leído y es un mierdón enorme. Todo lo contrario del comic que hoy nos ocupa, Legend of the Hawkman de Ben Raab y Michael Lark, una miniserie de tres números del año 2000 en la que los autores sí que se tomaron en serio su trabajo, y lo más importante, sabían cómo llevarlo a cabo.
Pese a que este comic se publico diez años después de Hawkworld y cuatro años después de que Katar Hol “muriese” tras haber quedado irreconocible como personaje, en esta miniserie obvian todo eso. Legend of the Hawkman nos presenta una historia ambientada en la etapa clásica de los Halcones de la Edad de Plata homenajeando todas aquellas primeras historias de Gardner Fox y Joe Kubert y que redefinieron al personaje para una nueva generación de lectores como había que hacerse, con talento y creatividad, no como han hecho ahora con el New 52 de las pelotas.
La historia nos sitúa ante el descubrimiento por parte de unos arqueólogos del museo de Midway City de una fortaleza oculta en el Tíbet en cuyas puertas está grabado un símbolo muy similar al de la policía de Thanagar. Esto como es lógico, obligara a Hawkman y Hawkwoman, en cuyas identidades terrestres de Carter y Shiera Hall trabajaban en ese mismo museo, a volar hacia el Tíbet para investigar ese curioso hallazgo. Resultara que esa fortaleza es en realidad una prisión de la que hablan las leyendas de Thanagar y en la que presuntamente se encuentra encerrado un demonio que asolo su mundo y que fue derrotado y aprisionado por un héroe Thanagariano que se sacrifico para mantener a salvo su mundo.
Katar como buen ateo no cree en nada de eso y ve la fortaleza simplemente como una maravilla arqueológica que explorar y catalogar, pero su esposa Shayera que es una ferviente creyente cree que hay cosas con las que es mejor no jugar. Resultara que ella tenía razón y que el demonio y el peligro que este representa son muy reales y pondrá en peligro tanto la Tierra como Thanagar, siendo Hawkman y Hawkwoman los únicos que se interpongan entre el demonio y la destrucción de los dos mundos.
Este comic me ha sorprendido muy gratamente, en parte porque no esperaba algo así de su escritor. De Ben Raab solo había leído en los noventa algunos números de Vengadores y varias series de mutantes y no guardaba precisamente un buen recuerdo de su trabajo en esas series, pero aquí está irreconocible. Es verdad que la historia no es uno de esos comics que pasara a la historia ni un comic revolucionario ni nada que se le parezca. No es más (ni menos) que un bonito homenaje a las historias sencillas que poblaban los comics en los inicios de la Edad de Plata pero mejor contada, sin las ñoñerías y simpleces que a veces abundaban en aquellos tiempos. Y teniendo en cuenta el momento en el que se público, se agradece aun más el esfuerzo en sacar una historia así.
De Michael Lark poco hay que decir, su trabajo como siempre no defrauda y su estilo clásico encaja como un guante en una historia de este tipo, consiguiendo que uno casi no eche de menos ver a Joe Kubert dibujando a Katar… casi… Pero es que tras este último lamentable año que hemos sufrido los fans del personaje da gusto ver a Hawkman vestido de Hawkman y no disfrazado como uno de aquellos pseudo héroes plagiados que poblaban los comics de Image en sus inicios.
Confiemos en que si DC fue capaz de publicar un comic así tras el destrozo que habían hecho con el personaje en los años noventa, la historia se repita y no tengamos que esperar demasiado para que Hawkman y el resto de personajes de DC vuelvan a ser personajes dignos y no malas copias de sí mismos. Que las Didioteces no pueden durar eternamente.