Continuamos en este largo repaso a todos los cómics que DC publicó en el mismo mes en el que Alan Moore empezó a trabajar para ellos. Hoy nos toca el número 222 de una serie de gran renombre pero escasa calidad, Justice League of America.
En la portada, realizada por Chuck Patton, podemos ver a un fulano león sujetando a una derrotada Liga de la Justicia. En el interior vemos que también esta dibujado por el mismo Patton y escrito por otro veterano de la época, Gerry Conway.
Empezamos con la historia empezada, Superman esta interrogando de forma agresiva a Reena, una mujer gato que no se apellida Inverse ni viene de ninguna cosa japonesa (creo). Por cierto, siempre me pregunté como debería traducirse eso de «Justice Leaguers», ¿Ligueros de la Justicia?
Reena les cuenta como ella trabajaba para una empresa de rollo genético llamada Repli-Tech, en la que en un desastroso día descubrieron que habían intentado expandirse demasiado rápido y la crisis les pilló con los pantalones bajados y las facturas sin pagar. Nada nuevo bajo el sol, treinta años después seguimos igual. La cuestión es que el jefe de Repli-Tech, Rex Rogan, tenía un as en la manga…
¿Doctor Lovecraft? ¿Pero que clase de huevazos le pone de nombre a un científico loco Doctor Lovecraft? ¿Por qué cojones se arruina una empresa que puede hacer engendros genéticos de ese calibre? ¿No podían vender un engendro colibrí/lagartija o algo así? El caso es que toda la junta de accionistas decide que eso de convertirse en una abominación contra dios y contra la ciencia esta bien si eso les evita ir a la ruina, asi que se someten alegremente a una operación que seguro que no duele nada.
Ahora que son todos ya engendros de provecho, Rex Maximus y su alegre pandilla de exejecutivos reciclados en hombres bicho (si lo piensas bien, tampoco es que haya mucha diferencia) deciden que para arreglar la situación de la empresa, hay que transformar hacerles un yuyu genético en la cabeza a los guardias de la empresa para que se conviertan en esbirros del malo de GIJoe y se pongan a robar bancos. Con el dinero, se montó un coliseo romano en un almacén y se puso a invitar como espectadores de horribles luchas y ejecuciones privadas a la escoria rica del país, rollo empresarios sin escrúpulos, abogados sin escrúpulos, politicos y abogados sin escrúpulos y adicción a la sangre (valgan las redundancias). Todo para que la tal Reena acabe asqueada de lo que ve y decida largarse a costa del sacrificio de un tal Rowl, que era uno de los pocos hombres bestia que seguía teniendo la cabeza en su sitio:
Rex es como el malo de Gladiator, y decide cargarse a Rowl con sus propias manos. Y lo hace. No hay mucho más que contar… Excepto que le hace un fatality a lo Mortal Kombat y lo descabeza. En un cómic de DC de los años 80, sobre eso mañana veréis que las cosas no han cambiado mucho hoy en día. Pero sigamos con lo nuestro, que las zarpas del malvado King Maximus llegán hasta el lejano Egipto:
¡Hawkman ha sido envenenado en Egipto por los hombres escorpionbestia! El médico pide que lo identifique la Liga de la Justicia, esta claro que los problemas de fama del bueno de Katar en su serie actual de new52 no son nada nuevo…
Wonder Woman y Shayera van a ver al pobre Katar, a ver si pueden reconocerlo y así llevárselo a que lo cuiden médicos de verdad (ya se sabe que en los cómics de superhéroes el único que puede curar a un superhéroe es otro superhéroe) pero entonces son atacados por las malvadas huestes de Cobra.
El Rinoceronte de las Tortugas Ninja (Rocksteady, que después de esta historia fue despedido de DC y acabó en aquella entrañable serie de TV) le pega a Wonder Woman la paliza de su vida; 50 años de historia para que te machaque un ejecutivo gilipollas con un cuerno en la cabeza. Esta claro que Diana nunca fue una gran superheroína, sólo un saco de golpes muy atable…
Y entonces empieza el JUSTICE LEAGUE FINAL FURY: THE VIDEOGAME,
porque el desenlace es tal cual la intro de sopotocientos juegos de esos de «yo contra el barrio»
de aquellosde los que Capcom, Konami y compañía hacían como churros para las recreativas de los 80/90.
En la continuación de la historia en el número siguiente, la Liga de la Justicia va a la isla de los Hombres Bestia y se pega con ellos, rescata a su gente y descubre que el proceso «evolutivo» de los Hombres Bestia no ha acabado, y pronto acaban degenerando en los animales con los que estan fusionados. Nunca volvió a saberse nada de Reena, Rex y compañía, y suponemos que vivieron el resto de sus vidas convertidos en «pacíficos» carnívoros el resto de su existencia, o hasta que las Crisis destruyeron el universo dos o tres veces.
¿Es el número 222 de la Liga de la Justicia un mal cómic? No, no lo es. Es mediocre, tópico hasta matar. Aun así, a estas alturas de esta serie de artículos, ya vamos viendo como la linea editorial de DC era la obligar a los autores a hacer este tipo de historias, sin dejar lugar a ningún tipo de innovación. El editor de esta serie en particular era Len Wein, un tipo que se precia de ser el creador de Lobezno y la Nueva Patrulla X pero que en realidad lo único que hizo fue enfrentarlos al Wendigo (un Hombre Bestia) y a los AniHombres (ídem). Las series de DC habían entrado en un estancamiento creativo, y pocos autores podían (o querían) sacarlo de él; el mismo Conway estaba haciendo un trabajo bastante mejor en Atari Force y mucho peor en Fury of Firestorm.
La semana que viene nos toca ver el número 2 de Vigilante, una serie creada y guionizada por el que supuestamente era el guionista estrella de la compañía, Marv Wolfman.