Normalmente evito hablar de las cosas que no me interesan. Son muchas las series de televisión, libros y comics que a lo largo del año han pasado por mis manos y de malas que eran ni me he molestado en reseñarlos. Pero hay veces que algo es tan, pero tan rematadamente malo que hay que hablar de ello. Y por desgracia últimamente eso pasa demasiado con los comics DC, desde que el reebot ha comenzado son demasiados los comics que soy incapaz de leer. Pero siempre, de entre toda la basura publicada, hay unos que destacan con luz propia, los escritos por Scott Lobdell.
Ya he comentado por aquí más de una vez lo mal que lo está haciendo con la franquicia de los Titanes, las series de Teen Titans, Red Hood & The Outlaws y Superboy no hay por donde cogerlas. Porque el problema aquí no es que el comic sea malo o flojo, todas las series tienen etapas malas que estropean la lectura. Pero es que aquí Lobdell no hace más que cargarse con su habitual falta de talento, a todos estos personajes como si no supiese que hacer con ellos.
Yo me había propuesto no hablar más de las series escritas por este mamarracho, pero había subestimado su forma de escribir… La primera puñalada la recibí al leer el nº4 de Reed Hood & the Outlaws. Ya fue malo leer ese diálogo entre Roy Harper y Jason Todd en el que Roy le habla a Jason sobre los dos años que paso como pupilo de Batman, lo que hace que las cuentas no cuadren, porque si Bruce Wayne ha sido Batman durante cinco años, en ese tiempo ha tenido cuatro Robins y Jason estuvo dos años… Algún Robin le duro unos pocos meses. Pero lo peor fue unas páginas antes, cuando ambos personajes están sentados en un bar y Roy piensa en su adicción… al alcohol.
Si, en esta nueva DC Roy Harper jamás fue un heroinómano, nunca tuvo un grave problema de drogas. Aquella historia de O’Neill y Adams que tanto revoluciono el género jamás ha existido, ya que Speedy a lo que le daba era a la botella. Se ve que en la nueva DC no solo hay que rejuvenecer a todo el mundo lo máximo posible, además hay que borrar cosas que puedan ser demasiado políticamente incorrectas. Así que supongo que ahora aquella famosa y clásica escena fue tal que así…
Además de todo eso en este número le ha dado porque de pronto Starfire vuelva a ser la de antes. Ahora piensa, razona, se comporta casi como la Starfire clásica y por si eso fuese poco, al verse herida de muerte empieza a llamar a Richard… (Dick Grayson, Nightwing, su ex) Así que de pronto ella ha dejado de ser la muñeca hinchable que no se acordaba de nadie, bueno, de pronto no, después de recibir palos por todos lados. La presión recibida parece haber surtido efecto y Starfire vuelve a ser una orgullosa guerrera de Tamaran. Habrá que machacar más a Lobdell a ver si empieza a solucionar todas sus cagadas.
La segunda puñalada la recibí al leer el Teen Titans nº 4. Allí ha seguido “desarrollando” a su nuevo personaje, Miguel José Barragán/Bunker. El personaje no podría ser más estereotipado, es un cliché con patas. Lo primero, lo absurdo que suena que se haya criado en una pequeña aldea del interior de México sin ocultar su homosexualidad y que haya sido aceptado por todos… con lo tolerante que es la gente en los pueblos pequeños… Después es que va vestido de morado, sus gestos, su amaneramiento digno de una película de Pajares y Esteso… Da la impresión de que Scott Lobdel no ha conocido a un gay en su vida.
Que no digo que todos los gays en los comics tengan que ser como estrella del Norte en Alpha Flight, pero es que esto está muy mal hecho, parece una parodia. No hay más que recordar como retrataba Grant Morrison a Lord Fanny en los Invisibles. Era un travesti, disfrutaba exagerando su “personaje” y pese a ello… ¡Era muchísimo más natural que esta cosa que está escribiendo Lobdell!
Y ojala esto fuese lo único malo del comic. Lo más bochornoso de este número ha sido ver la reacción de Tim Drake, pupilo de Batman, el Robin más serio que ha tenido este jamás, al ver que Kid Flash le ha cogido una de sus camisetas ya que su uniforme había quedado destrozado. Se han puesto a pelearse como niños pequeños, Tim exigiéndole a Bart que se la quite, que quitarle una camiseta sin permiso no es diferente de lo que está haciendo esa agencia del gobierno secuestrando adolescentes con poderes… Está claro que Lobdell no tiene ni puta idea de cómo escribir a estos personajes.
Solo espero que en este 2012 que está a punto de comenzar, las ocasiones en las que me vea en la necesidad de poner a parir un comic sean las mínimas posibles y pueda dedicarme simplemente a hablar de lo que me gusta. Pero mucho me temo que mientras gente como Scott Lobdell y compañía sigan merodeando por las series que me gustan no podre hacerlo.