Todos en alguna ocasión hemos sentido esa necesidad de ser parte de algo más grande, de encajar en algún sitio, Junji Ito ha conseguido en esta historia reflejar como nadie ese sentimiento. En “El Enigma de la falla de Amigara” nos encontramos nuevamente con un misterio esperpéntico, protagonistas adolescentes que se meten donde no deben y una de esas extrañas y retorcidas moralejas que tanto le gustan a Ito. Vamos a ver con más detalle que nos cuenta en esta ocasión el maestro del horror Japonés.
La historia comienza cuando tras un terremoto se descubre que este ha creado una falla en el monte Amigara. Allí Owaki, el protagonista, conoce a Yoshida, una chica que también está buscando la falla para ver como es. Por lo visto todos los que han visto la falla en las noticias se han sentido impulsados a viajar hasta allí para verla con sus propios ojos.
Pero nada de lo visto por televisión les prepara para lo que sienten al tener delante la falla, para ver cara a cara… los miles de agujeros con forma de silueta humana que plagan el lateral de la montaña que el terremoto ha dejado al descubierto. Esta capacidad para sorprendernos que tiene Junji Ito es digna de admiración.
Al pie de la montaña se encuentran unos científicos examinando esos agujeros que tan desconcertados les tienen como a nosotros los lectores. Estos agujeros penetran profundamente en la montaña, mas allá del alcance de sus cámaras y lo único que tienen claro es que no pueden ser algo natural, que alguien ha debido excavarlos, y debió hacerlo hace miles de años. ¿Pero quienes han sido capaces de excavar esos agujeros con tanta precisión en la solida roca de la montaña? ¿Y cómo pudieron hacerlo con la inexistente tecnología de la época?
Pero mientras Owaki sigue observando a los científicos, Yoshida está nerviosa, intranquila, como si buscase algo. Owaki le pregunta que le sucede y la respuesta le deja de piedra. Yoshida está buscando algo que vio en televisión, está buscando su silueta. Si, ella no es más que la primera en manifestar en voz alta un sentimiento que está afectando a todo aquel que ha visto la falla, todos están encontrando siluetas que identifican como suyas y están aterrados porque no saben que es lo que eso significa.
Pronto la situación va un paso mas allá, se encuentran con Nakagaki, un hombre que ha encontrado su agujero. Para demostrarles que efectivamente es el suyo, se desnuda y se coloca en posición ante él. El agujero le succiona y se introduce lentamente en la montaña pese a los gritos de Owaki rogándole que no lo haga, qué puede ser peligroso. ¿Qué puñetas está pasando?
Si los científicos ya estaban desconcertados ahora ya no saben ni que pensar, han introducido por el agujero su cámara de fibra óptica y Nakagaki se ha introducido más allá del alcance de esta. ¿Cómo ha sido capaz de penetrar tan profundamente a través de un agujero que ni siquiera le permite moverse? Algo así solo puede ocurrir en el Japón de Junji Ito.
Pero cuando la cosa no podía ponerse más rara, va Junji Ito y efectivamente la pone más rara aun. Owaki empieza a tener extraños sueños sobre los agujeros, en ellos ve a Nakagaki deslizándose por el agujero y como este se ha deformado por culpa del terremoto y le ha dejado atrapado en medio sin dejarle avanzar hasta donde sea que lleven los agujeros. No es la clase de sueño que me gustaría tener.
Y por la mañana la cosa no mejora, Yoshida ha encontrado su agujero. El pánico se apodera de ella, siente un impulso irrefrenable de entrar en él, tiene el convencimiento de que alguien cavo esa silueta en la ladera de la montaña hace miles de años esperando a que ella llegase y se introdujese en el. Pero al mismo tiempo le aterra hacerlo y quedar atrapada dentro de la montaña.
Es entonces cuando la situación se empieza a desmadrar, la gente no para de encontrar sus agujeros y meterse por ellos. Los equipos de emergencia no se ven capaces de detenerles y una vez dentro es imposible rescatarles, desaparecen sin más. Se ha convertido en una epidemia.
Owaki trata de calmar como puede a Yoshida, no quiere dejarla meterse por su silueta, pero ella empieza a escuchar en su cabeza como esta la llama, le pide que entre por ella. Así que a Owaki no le queda más remedio que recurrir a una situación drástica. Rellena el agujero con piedras para evitar así que Yoshida se meta por él y se queda con ella toda la noche para calmarla y se enrollan. Esto sí que es “Amar en tiempos revueltos” y no la serie esa de televisión española.
Pero las pesadillas de Owaki han regresado. Esta vez se ve a sí mismo viviendo en otra época, una muy lejana. En ese tiempo ha cometido un crimen y su condena ha sido ser introducido por una de esas siluetas. Una vez dentro descubría con horror como la forma del túnel iba variando de forma que dislocaba sus miembros deformándole lentamente a medida que avanzaba a través del túnel. En ese momento se despierta con horror solo para descubrir que la realidad es aun más horrible que los sueños.
Yoshida ya no está a su lado en la tienda de campaña, Owaki corre asustado hasta el lugar en el que se encontraba la silueta de la chica y descubre con horror como las piedras que bloqueaban el túnel han sido retiradas y que en el suelo se encuentran sus ropas. Yoshida ha cedido al a tentación y se ha introducido en la montaña.
Owaki se encuentra desolado, sabe que la ha perdido, no sabe qué hacer. En ese momento descubre algo que hasta entonces le había pasado inadvertido. Muy cerca de allí hay una silueta que le resulta muy familiar, la suya propia. Así que sin ganas de vivir porque la chica que conoció hace dos días ha desaparecido, se desnuda el también y se introduce a través de su silueta en el interior de la montaña Amigara.
Varios meses después los científicos que investigaban el misterio descubren que al otro lado de la montaña también hay una serie de agujeros, pero estos a diferencia de los anteriores no guardan ninguna semejanza con siluetas humanas. Los científicos se preguntan si estarán conectados de alguna forma con las siluetas del otro lado, y uno de ellos se acerca a mirar más de cerca y descubre algo de lo que nadie querría ser testigo. Las personas que se introdujeron por sus siluetas están comenzando a salir de la montaña…
Junji Ito parece haber querido advertirnos de los peligros que supone el querer encajar a cualquier coste, que no es sano sacrificarlo todo por el simple hecho de querer encontrar tu sitio en el mundo. Pero yo sigo pensando que lo que le pasa en realidad es que está muy mal de la puta cabeza.