La Cheers de Telecinco es una de esas series que para comentarla necesitas tener un bloc a mano. De esas que son tan sonrojantes que tu cerebro trata de evitarte traumas olvidándose de todo lo que le envía el nervio óptico, como si estuvieras mirando constantemente el trasto borramemorias de Men in Black.
Desde la cabecera de la serie, hecha por un niño de cinco años con el After Effects y un Dani Martín leyendo una letra que no rima, hasta los propios chistes de la serie, que no son chistes si no frases que simulan serlo, la serie no hace más que dejar claro lo buenísima serie que es Aida y lo incapaz que es Telecinco de repetir su éxito.
Chistes de tetas, un presidente de un club de futbol que tapa sus chanchullos con supuestos viajes a África para intentar que los pigmeos crezcan diez centímetros para que puedan recoger melocotones -«que grande eres Faustino… ¡Sobre todo al lado de los pigmeos!»-, chistes que meten referencias a la actualidad española con calzador y menos gracia -dormiré en el ático en una tienda de campaña, como los indignados esos-, dirección de actores nula, fotografía que no existe ni quiere parecerse a la de Cheers… No se que ha pasado. Si el remake de hace un tiempo que tuvieron Las Chicas de Oro fusilaba vilmente a la serie original -pero en guiones enteros, vaya- Cheers no parece que haya tomado nota de más que en lo anecdótico, y asi es como ni siquiera la copia de guiones salva la serie del descalabro completo.
Porque el personal ha tirado pedradas contra San Juan, contra Resines, hasta Pepón Nieto, pero la culpa de esto la tienen los realizadores de este esperpento. Y la tienen por dar el visto bueno guiones que un actor no puede tragar, que un director no puede dirigir porque no cree en ellos y que el resto del equipo ve como un mal necesario que tiene que soportar hasta la hora de acabar el rodaje y largarse a casa.
La productora de esta cosa, Plural, no deja de ser novata en esto de la ficción y paga los platos rotos de mala manera, pero le pasa lo mismo que a Mandarina con Piratas; se te puede perdonar que el producto sea mediocre, pero no atroz. Tratan de hacer comulgar a la audiencia con ruedas de molino, con productos muchísimo menos depurados de lo que están acostumbrados, y para colmo se valen del buen nombre de un clásico de la televisión (que trajo a España Jesús Hermida, nada menos) para tenerlo como gancho. Pues lo siento, porque las comparaciones son odiosas, y el Cheers de Telecinco provoca sensaciones bastante chungas cuando ves a Pepón Nieto diciendo «Hola a todos» y el personal respondiendo «Blaaaaaaaas», como el Norm de la serie original.
En definitiva, Cheers está realizada como si fuera un magazine de tarde, y por ello tanto la edición, ambientación y dirección en general sufre demasiado. Al emitirse a la misma hora que usan habitualmente Aida o La que se avecina, Cheers se aprovecha de la audiencia de estas series, pero no sé si podrá mejorar a tiempo para no perderla del todo. Veremos.