Ayer hablábamos sobre los sospechosísimos paralelismos existentes entre World of Warcraft y demás MMOs con los cultos satánicos, y comentábamos la extraña jerga que compartían sus jugadores.
Porque el lenguaje de los jugadores de Warcraft entre sí es arcano e incomprensible; si entras a cualquier bar y ves dos parejas, con tres hablando y una callando con cara confundida, estas viendo a tres jugadores con la novi@ de uno más perdida que Ana Botella en una manifestación del Orgullo Gay. Si te ha pasado, no te preocupes, ellos son los que se han quedado sin alma, y deambularán cual zombis durante las caidas del servidor. Pase lo que pase, recuerda que no debes unirte a ellos.
Eso sí, la primera regla del Club de la Lucha es que no existe el Club de la Lucha. El jugador de World of Warcraft negará la existencia del demonio o su filiación a ninguna de sus organizaciones (algún iluso hasta negará que el dueño de Blizzard sea Bobby Kotick, ¡JA!). Además, insistirá en que él sigue haciendo vida normal, que «sale a tomarse unas birras con los colegas y se acuesta con pibones», llegando hasta a adjuntarte fotos en las que aparece una rusa de tetas gordas junto al Dani el Bombero con Mala Suerte en el Amor. Y la cuestión es que, aunque todo lo que nos dice nuestro desalmado amigo sea verdad, lo cierto es que a las 10 sus amigos y la rusa de tetas gordas se van a quedar plantados, porque a esa hora toca raid y nuestro amigo tiene una responsabilidad como healer de reserva que se pasa 4 horas esperando en el juego a que haya un hueco en el grupo para que el pueda entrar a última hora y ser responsable de que todos palmen porque, obviamente, nada más llegar la caga.
Pero como todo trato con Mefistófeles, el World of Warcraft tiene un contrato de venta de alma que, al ser una versión 2.0, tiene unas letras muy grandes en las que pone «EULA» y para colmo certifica que no solo tienes que dar tu alma, si no pagar de 10 a 15 euros mensuales para seguir con tu vicio infame. Un desatino.
Dicho contrato (que cambia cada dos por tres y con clausulas más leoninas) dice lo mismo que casi todos los de este tipo, a saber; que el juego no es tuyo, que solo te dejan jugarlo, que pueden cerrar el juego cuando les pegue y no compensarte de ninguna forma, que pueden fisgarte el disco duro entero y pajearse con tus fotos de la primera comunión si quieren, que pueden meterte spywares a cascoporro «por tu seguridad», que admites ser demasiado idiota como para tener alma y que si te mueres por jugar durante 20 horas seguidas al juego es culpa tuya, por querer ser rango 14 en PVP.
Sin embargo, la entrada en la secta satánica de Asmodeo va más allá. Despues de firmar un contrato que nadie en su sano juicio sería capaz de leerse (ni de aceptar, en el rarísimo caso de habérselo leido y entendido) los miembros de la secta pueden ir más allá. Pueden, por su propia seguridad, comprar un llavero USB de unos 6 euros que, una vez conectado al ordenador, les da una clave numérica que, supuestamente, les protege de los malvados ladrones informáticos. Este sistema de seguridad también pueden tenerlo en su teléfono movil, que es gratis y además les das tu número de movil (el número de la seguridad social es sólo opcional, asi como la talla de sujetador de tu hermana) pero al tener el autentificador (que así se llama el sistema informático sofisticadísimo de seguridad ese que Autocad usaba hace veinte años y que abandonaron por ser jodidamente engorroso e inutil) te regalan ¡UNA MASCOTA EXCLUSIVA IN-GAME! Que quiere decir que puedes tener un bicho chiquitajo decorativo dentro del juego que se dedicará a demostrar a todo el mundo que has pasado por el aro, y que algunos clanes dentro del juego exigirán para dejarte entrar. Por seguridad. Porque con un authenticator ya estás seguro hasta de lulzsec. Ya. Fijo.
Pero ojo, que esto no acaba aquí. Una vez ya te has comprado todos los juegos de Blizzard (pocos, hay que reconocerlo), todo el merchandising de comics horribles, libros aún peores, juegos de cartas chorras y hasta te has gastado 30 euracos en una montura que es un pegaso hecho de estrellitas o 10 en un bicho decorativo que hace ruiditos, hay todavía un paso más: TATUARTE. Si amigos, te puedes tatual el escudo de tu facción, el logo de Blizzard o, que cojones, el culo de Bobby Kotick ya que estamos. El universo entero sabrá por fin que tu existencia sólo se debe a Kotick, y dentro de cuarenta años podrás decir a los niños que eso que tienes en el brazo no es el número de identificación que te pusieron los nazis en Auschwitz, no, es el rating que conseguiste en arenas allá por 2013.
¿Traerá el apocalipsis World of Warcraft? No, creo que no. Si alguien lo trae será la gente de Moody’s, Standard & Poor y esa gentuza. WoW, o mejor dicho Bobby, vivirá a perpetuidad mientras alguien pague por el. Pero la idea, el espíritu, vivirá por siempre en sus sucesores, ya sea Titan, Old Republic o Second Life 2020. Mientras tanto, en algún recóndito lugar del infierno, Mefistófeles sigue coleccionando Faustos 2.0…