Me gustaría decir que soy profano respecto a otros juegos de esta serie y a los videojuegos en general, pero a la hora de reseñar esta obra, en esta bitácora se ha tenido a bien llamarme gracias a mi amplio conocimiento sobre la característica definitoria de éste episodio de esta serie.
Civilization III es un juego que nos cuenta cuán importante es la CULTURA. Porque mientras sus dos anteriores partes hablan de conquistar y derruir al enemigo, en Civilization III se añade el factor más importante de la historia de la humanidad, la cultura. A medida que avancemos en el juego, veremos como nuestras fronteras se expanden, impidiendo que nuestros enemigos puedan construir una ciudad en mitad de nuestros territorios. Esto es importante, porque al igual que el cine español entró en crisis gracias a la invasión de cine americano que asola nuestras salas y a la piratería (maldita sea mil veces), la cultura posibilitará que nuestras ciudades mantengan su patrimonio y su cultura, su etnia, pese a ser conquistadas por el enemigo.
Mediante la cultura, y consiguiendo que la cultura de nuestra civilización sea alta, podemos hacer que las ciudades fronterizas de nuestros enemigos se unan a la nuestra. Esto, que cuando juegas contra el ordenador no esta mal visto, se convierte en un auténtico drama en las partidas multijugador, con guerras que se declaran por una simple anexión accidental “que culpa tendre yo que tengas una cultura de mierda”. Y es que, aunque los artistas carezcan de derechos sobre su obra y del reconocimiento que merecen, su trabajo rinde mucho, manteniendo la fidelidad de nuestros ciudadanos a su patria y llegando a ser la causa de la victoria de una civilización en una partida al convertirse en la cultura única (o más bien, la más influyente) de la humanidad.
Esta tercera parte era el gran regreso de Sid Meier a la franquicia después de entregas apócrifas como Alpha Centauri o los Call to Power, y se caracteriza por, además de la ya mencionada e importantísima introducción de la cultura, por la introducción de características únicas en cada civilización; cada civilización tenía una unidad especial que era una versión mejorada de una que ya había en el juego. Además, nuestras unidades tendrán 5 grados de veteranía que aumentarán su cantidad de “vida”.
Pero el lector tendrá que permitirme que vuelva sobre el asunto más importante, el núcleo de esta simulación de la realidad, la cultura. En un país como el nuestro, en el que la cultura norteamericana ha asolado nuestros cines, nuestra música es alienada por los ritmos extranjeros y ni siquiera los entrañables tebeos de antaño han sobrevivido al embate nipón, este trampantojo cibernético es capaz de poner ante nuestros ojos la realidad; estamos siendo invadidos por el extranjero, y nuestra reticencia a apoyar nuestra cultura, a apoyar a nuestros artistas, que son la savia vital que vertebra el árbol de lo que nos hace patria, juega totalmente en nuestra contra.