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Introducción a un clásico: Street Fighter II y sus niños

Street Fighter II es una puta obra maestra, el pináculo del desarrollo tecnológico de la humanidad y el centro artístico del universo. El día en que vengan a invadirnos los extraterrestres, lo primero que tendríamos que decirles es «Shoryuken», y se les caerían los pantalones del acojone y rendirían las naves a la voz de ya. Y nos pedirían una megadrive para echar unas partidillas.

O igual me estoy pasando y sólo es un videojuego.

El Street Fighter II de Supernintendo. Y sí, Blanka en la portada era azul…


Y es que ni siquiera es original. Para 1991 (el año en que salió) ya habían salido al mercado juegos de lucha uno contra uno como “Yie Ar Kung Fu” de Konami (1985), “Karateka” de Jordan Mechner (el primer juego del creador de Prince of Persia, 1984) o el mismo Street Fighter I (1987), que había pasado con relativa indiferencia por los salones recreativos de medio mundo. A nadie le interesaban una mierda esos juegos de mamporros uno contra uno, lo que molaban eran los juegos de “yo contra el barrio” en los que ibas repartiendo estopa por toda la ciudad a puñetazo/disparo limpio. Eran tiempos raros en los que los matamarcianos y los juegos de plataformas reinaban, pero todo eso estaba a punto de cambiar. Resulta que un día a los señores de Capcom se les ocurrió sacar una secuela de Street Fighter I, aquel juego mediocre que habían sacado hacía unos años pero que algunas cabezas pensantes creían que tenía cierto potencial. No era la primera vez que lo intentaban, porque un par de años antes ya habían sacado “Final Fight”, que supuestamente iba a ser dicha secuela pero acabó siendo un “yo contra el barrio” que viviría su propia historia.

Street Fighter I, sólo se podía jugar con Ryu y Ken…

Street Fighter II se estrenó con bastantes lecciones aprendidas de su predecesor (se tiró a la basura la idea de los dos botones “analogicos” que daban golpes más potentes cuanto más fuerte los apretabas) y acabó siendo un fenómeno con identidad propia. De entrada ya entraba por los ojos, porque gráficamente era lo más impresionante que podías ver en recreativa en aquel momento. Además, tenía una plantilla de ocho luchadores (cosa totalmente inédita en cualquier videojuego hasta entonces, que como mucho te dejaban elegir tres en Final Fight o cuatro en el Gauntlet, aunque fueran de géneros distintos) de los cuales 6 eran totalmente originales respecto a la primera parte y distintos entre sí. Una vez superabas a los siete primeros contendientes, te tocaba enfrentarte a otros cuatro jefes finales para poder acabarte el juego y sentirte realizado (¡mira mamá, he matado a misterbison!).

Dalshim era,  junto con Zangief, el saco de golpes favorito de la muchachada en Street Fighter II.

Pero la verdadera gracia de Street Fighter II no estaba ahí, estaba en el multijugador. Porque si fue el rey absoluto de las recreativas y emperador absoluto de los bares de principios de los 90 (con permiso del Tetris) fue porque en cualquier momento un segundo jugador podía “desafiarte” y entrar a jugar contra ti, provocando piques legendarios y dando lugar a intensas batallas con diferentes estrategias; las de los tortugueros (que se defendían esperando al momento adecuado para clavartela), los niños tirabolas (to el puto día soltando ayukenes desde su esquina, hasta que te acercabas saltando hacia ellos y te soltaban un shoryuken que te incrustaba su puño en la entrepierna) o la gente que jugaba bien a secas y que tan rara de ver era, personas valientes sin tanto miedo al fracaso que atacaban y contratacaban al contrario como debe ser.

 El Shoryuken de Street Fighter II era tan espectacular que te sacaba de la pantalla. Y creedme, en aquellos tiempos era un golpe acojonante. 

La criatura le había salido perfecta a Capcom y al ver la mina de oro que tenía entre manos, se lió a sacar versiones “retocadas” del juego que acabaron por quemar un poquillo la licencia. Es cierto que las revisiones que fue sacando (Street Fighter II Champion Edition, Street Fighter II Turbo, Super Street Fighter II y Super Street Fighter II Turbo, más la Aniversary Edition que saco hace unos pocos años) tuvieron todas bastante éxito, pero el público en general acabó cansándose de jugar al mismo juego con pequeños retoques y acabó perdiendo toda esperanza de que apareciera de una vez el esperadísimo Street Fighter III. Para cuando Capcom sacó una verdadera secuela de la serie (Street Fighter Zero, 1995) el mercado ya tenía cosas suficientemente distintas y con ideas frescas como Mortal Kombat II o King of Fighters ’94 como para poder hacerles realmente la competencia por el trono del género. Además, Tekken y Virtua Fighter salen al mercado y los juegos de lucha 3D empiezan a llevarse de calle a los que prefieren un juego más espectacular y menos “técnico”.

La serie Street Fighter Zero/Alpha, como ya le pasó al Street Fighter original,  no acabó de funcionar hasta la salida de su segunda parte.

Sin embargo, y cuando ya pocos lo esperaban, Street Fighter III saldría al mercado en 1997, con ideas totalmente distintas y manteniendo el espíritu original. Pero ya no era lo mismo; ni los nuevos luchadores tenían el carisma del original ni el mercado era el de 1991. Poco después y con la llegada del siglo XXI y la caida del gran competidor, SNK, los juegos de lucha 2D se dieron prácticamente por muertos, y sólo excepciones como Guilty Gear, el multijugador de emuladores en PC vía Kaillera o el editor de juegos de lucha Mugen mantuvieron vivo al género (al contrario de abominaciones como Capcom Fighting Jam, que lo hundieron más en el abismo).

Street Fighter III:3rd Strike es considerado por mucha gente como el mejor juego de lucha 2D de la historia. Y una porra.

Con el tiempo, en 2008, acabó saliendo un Street Fighter IV que trataba de recrear en lo posible a la segunda parte, y sorpresa, resucitó el género.
Pero eso ya es otra historia, y por buenos o malos que sean los juegos actuales, la sombra de Street Fighter II es demasiado alargada. La epopeya de los World Warriors es como los grandes clásicos del cine y la literatura, y es que cuando vengan a invadirnos los marcianos, les daremos un mando de la Supernintendo y les picaremos a ver si, como le decía Guile a Chun Li,  son lo suficientemente hombres como para luchar contra nosotros.

Street Fighter IV, el juego que resucitó a Capcom.

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