Si nadie ha construido aun un monumento a la BBC ya están tardando. Después de la magistral traslación al presente que hicieron de la novela de Robert Louis Stevenson, “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde” (De la que ya hablaremos algún día) ahora se han atrevido a repetir lo mismo con la obra de Sir Arthur Conan Doyle, Sherlock Holmes en forma de miniserie de tres episodios.
Steven Moffat, uno de los responsables de “Jekyll” y también del relanzamiento del “Doctor Who” (Otra serie de la que hablaremos algún día), junto con el actor y guionista Mark Gattis, grandes fans del personaje, han sido los encargados del trasladado a nuestros días al detective de Baker Street manteniendo intactas todas y cada una de sus características y plantel de secundarios, demostrando así la atemporalidad de la obra. Y al verla es inevitable preguntarse cómo es que a nadie se le había ocurrido hacer esto antes.
En esta adaptación nos cuentan una vez más como el Doctor John Watson vuelve a Londres tras su participación en la guerra de Afganistán y busca un compañero de piso con el que compartir gastos y acaban presentándole a un tipo peculiar llamado Sherlock Holmes con el que se irá a vivir al 221B de Baker Street. Como ahora nos encontramos en el siglo XXI y no en el XIX sí que hay unos pequeños cambios en el comportamiento de ambos, ahora se tutean y no se llaman por sus apellidos, la gente ve “sospechoso” que dos treintañeros se vayan a vivir juntos, llegando las sospechas hasta el punto de que la Sra. Hudson les pregunte que si necesitaran dos dormitorios o uno solo, y que Sherlock una vez perdidos sus modales victorianos puede permitirse ser algo mas borde que en los libros.
Otro detalle ligeramente diferente es la actualización de sus métodos de trabajo, utilizando de forma activa su móvil con conexión a internet, manteniendo su propia web para que la gente se ponga en contacto con él, etc. O Watson que ahora escribe los relatos de sus aventuras junto a Sherlock en un weblog y no en una revista sobre crímenes. Ya que como decía uno de los guionistas, Sherlock en las novelas utilizaba todos los métodos a su alcance para investigar, así que es lógico que en el presente haga lo mismo, aunque eso pueda chocar un poco la primera vez que lo ves.
En estos tres capítulos que conforman la primera temporada, la BBC ha optado por no adaptar literalmente ninguno de los relatos originales, limitándose a tomar elementos sueltos de varios de ellos, como el titulo del primer episodio “»A Study in Pink» homenajeando el titulo del primer relato de Holmes “A Study in Scarlet” Pero pese a no ser los relatos originales, lo que nos cuentan en esta temporada no tiene nada que envidiar al trabajo de Conan Doyle.
Benedict Cumberbatch ha sido el escogido para interpretar al detective y aunque a primera vista su aspecto no encaja mucho con la imagen que tenemos del personaje, acostumbrados a las caracterizaciones de Basil Rathbone, Jeremy Breet o Peter Cushing entre otros, con su interpretación consigue que nos creamos su papel. Un Sherlock hedonista, frio, rayando la psicopatía y que no parece profesar afecto por su prójimo aparte de por Watson. Que habla de una forma tan rápida que a veces cuesta seguirle, mostrando la velocidad a la que funciona su razonamiento y manifestando un placer casi morboso cada vez que tiene un nuevo caso.
Martin Freeman le da la réplica como John Watson, alejándose aquí de la imagen clásica del personaje, que casi siempre se nos había mostrado como un entrañable vejete torpón e impresionable. Aquí Freeman nos muestra a un Watson más activo y dinámico y que comparte con Sherlock ese placer por la aventura. Un Watson que tiene algunos rasgos en común con la caracterización del mismo que realizo Jude Law en la reciente adaptación cinematográfica del personaje.
Y no podemos olvidar la deliciosa belleza de ébano de Vinette Robinson en el papel de la Sgt Sally Donovan, la compañera de Lestrade que detesta a Sherlock y que está convencida de que algún día este comenzara a cometer crímenes para mantener su ansia de emociones.
Mención aparte merece la banda sonora de la serie, creada por Michael Price y David Arnold, una música trepidante que parece interpretada por un clavicordio que le da a la serie un aire retro que nos recuerda de que época proviene el personaje y que sin embargo no desentona en el presente en el que está ambientada la misma.
¡En resumen, que si no la has visto ya estas tardando, coño!