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El origen de la Criatura: El Aprendiz

No hace mucho estuve leyendo bastante sobre los grandes tiburones de Wall Street de los 80 y sus inevitables enfrentamientos durante los 90. Principalmente quería entender todo lo que llevó a la bancarrota de Marvel y por qué dos de los mayores magnates de la época se dieron de tortas por ella y acabaron perdiendo. Sin embargo, entre toda aquella maraña de nombres y cifras, había un nombre tremendamente interesante, uno que resaltaba en toda esa maraña de señores con corbata, corazones negros y demasiado dinero para un solo ser humano: Roy Cohn.

Que pedazo subtítulo y que acertado.

Puede que Ron Perelman y Carl Icahn se merezcan su propia película y fueran los grandes protagonistas de sus propias guerras, pero Roy Cohn era un consigliere de varias de esas batallas, vendiéndose al mejor postor. Cohn había fomentado su prestigio profesional durante los cincuenta, mostrando su tremenda empatía y humanidad al ser el principal brazo legal del senador Joseph McCarthy durante la denominada caza de brujas, presumiendo durante años de haber conseguido la pena de muerte para un matrimonio acusado de espiar para la URSS. Cohn chantajeaba, amenazaba y hacía lo que fuera con tal de conseguir su objetivo, fuera justo o no, con lo que finalmente el senado de los EEUU se dio cuenta de la amenaza que suponía McCarthy y acabaron censurando tanto al senador como al propio Cohn, que volvió a su Nueva York natal para trabajar como abogado de mafiosos y empresarios sin escrúpulos como él, especializándose en saltarse trabas legales con sus habilidades no muy legales. Y es en ese momento en el que empieza la película de The Apprentice, cuando Cohn conoce a La Criatura y se convierte en su pupilo.

El título también le viene al pelo, porque no deja de ser el periodo de aprendizaje de supervillano de la Criatura.

La Criatura está interpretada por un Sebastian Stan irreconocible, que dista mucho de su aspecto saludable de sus interpretaciones marvelianas y que en todo momento manifiesta los tics y modos del monstruo original. Su adaptación es gradual, empezando por una Criatura titubeante que conoce a Cohn siendo ambicioso pero inexperto, con todas sus famosas inseguridades que irían siendo compensadas por las enseñanzas perversas de Cohn; cuando se conocen a mediados de los 70, la Criatura todavía trabaja para la empresa de su padre y está desesperado por la demanda por discriminación a los inquilinos negros que les ha puesto el gobierno de EEUU; todo el mundo sabe que son culpables, todo el mundo sabe que van a perder el juicio y está claro que no tiene sentido que cobren el doble a los negros y que les pongan siempre los últimos en la lista de espera para recibir un nuevo piso, con lo que una Criatura aterrorizada acude a Cohn para evitar la más que probable multa y que le obliguen a descender el valor de sus edificios obligándolo a crear alquileres sociales o algo peor. Cohn no tarda en arreglar el problema con sus peores artes, y lo toma como pupilo enseñándole tres reglas que acabarán dirigiendo el resto de su vida: Atacar siempre, la verdad es algo subjetivo y no reconocer jamás una derrota por aplastante que sea.

Un consejo: no os metáis en la familia de un narcisista.

La película, dirigida por el director iraní Ali Abbasi está rodada con un estilo documental lleno de movimientos de cámara al hombro, con desencuadres en momentos concretos y un montaje a ratos brusco que salta de una época a otra o de un momento concreto de una escena a otra sin molestarse en que el espectador siga las miguitas de pan, con lo que acaba teniendo un ritmo bastante rápido a pesar de que en su mayoría lo que se cuenta a lo largo de la película es gente hablando y gritándose de vez en cuando, pero no deja de ser un retrato bastante claro y creo que sincero de cómo su relación con Cohn acabó forjando el carácter de la Criatura. De como la era de Ronald Reagan y sus recortes de impuestos y regulaciones soltó a los monstruos que hoy en día habitan el mundo, y de como esos demonios han acabado transformando nuestra sociedad de maneras que horrorizarían hasta a la mismísima Margaret Thatcher. La Criatura no lee, la Criatura no necesita ser inteligente ni mostrar sus sentimientos, la Criatura necesita en todo momento controlar el relato y dar la apariencia de ser irrompible, aunque todos vean que se está cayendo en pedazos. Ésto, que ya lo hemos visto en las noticias durante todos estos turbulentos años, casi llueve sobre mojado cuando te lo muestran en la gran pantalla -en 4:3 y con textura de TV de tubo, dicho sea de paso- pero es la forma en la que evoluciona la relación con el Roy Cohn interpretado por Jeremy Strong lo que de verdad hace que nos interesemos por la película, más allá de cómo evoluciona el matrimonio de la Criatura con la Ivana interpretada por Maria Bakalova. No hablamos aquí del retrato de los ricos y los famosos, si no de sus cadáveres en el armario, de la creación del monstruo y de cómo se va devorando a si mismo hasta quedar solo el personaje, la criatura, y nada de la persona que podía haber sido.

En la época le tenían bastante calado, pero… No todo el mundo lo hizo.

El problema de la Criatura, del personaje, es que siguió existiendo tras el final de la película y corrompiendo todo a su paso, a pesar de que Cohn hace ya muchos años que murió. Su legado, el de McCarthy y el de todos los que aplicaron una doctrina que soltaba todas las cadenas de los demonios para que vagaran a sus anchas por el mundo tenemos que padecerlo todos hoy en día, y éso no hace otra cosa que darnos una sensación tremendamente deprimente al terminar de ver la película. Si por lo menos la Criatura hubiera sido derrotada de nuevo y pudieramos respirar tranquilos de habernos librado, por lo menos, de ella… Pero no. Ha vuelto, aupada por criaturas más estrafalarias que él mismo y dispuesto a vengarse del mundo. Nunca había visto una película sintiéndome como si estuviera viviendo en directo su segunda o tercera parte, pero de verdad, no necesito ver una secuela de una película que, aunque me ha gustado y se merece todos los premios, no deja de ser la cosa más bajonera del mundo porque… Es real.

Puaj.

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