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Gente que siempre saludaba (I): Jacques-Louis David

Ayer… Pues cosas. A propósito de Barry Windsor-Smith y los prerrafaelitas hablábamos el otro día en los comentarios sobre lo dañino que había sido el romanticismo en muchos ámbitos de la historia de la humanidad, y uno de los casos más claros que tenemos está en el saludo romano, un gesto que todos hemos crecido pensando que era la forma en la que se saludaban en la Antigua Roma pero que la arqueología y las fuentes históricas no han hecho otra cosa que demostrarnos que no, que no era así. Que los romanos se saludaban de otra forma, y que lo que nosotros conocemos como saludo romano ni es romano ni casi lo llamaría saludo… Aunque éso último admito que es más discutible. Veamos.

«Hombreeeee, ¿que tal chavales? Vamos a tomarnos por aquí unas cañas, ¿nos matamos luego?» Que digo yo que si los neoclásicos reinterpretaban Roma como les venía en gana, yo puedo reinterpretarlos como me de la gana a mi. Amosdigoyo.

Lo primero de todo es dejar claro que los romanos se saludaban de una forma normal y no necesitaban enseñarte el sobaco para nada. De hecho, se consideraba que el saludo militar actual desciende del salutatio militaris romano, que es el signo de respeto que tenían unos soldados con otros. Cuando el rango era igual, se saludaban sujetándose el antebrazo mutuamente, y cuando el rango era muy superior llegaban a arrodillarse y besarse el anillo, gestos todos ellos que de una manera u otra ha llegado a nuestros tiempos (si has tenido que besar un anillo mis condolencias, sigue pareciéndome algo muy feo). Por supuesto, la Antigua Roma duró cosa de mil años -dos mil añazos, si le sumas al pack el Imperio Bizantino- y durante ese tiempo hubo muchas evoluciones de los usos y costumbres romanas, así que tampoco voy yo ahora a decir que ésto era así a rajatabla, que si algo tiene esto de la ciencia es que cualquier día me tengo que comer mis palabras porque igual encontramos un fresco en Herculano que te pone a un señor saludando a la pata coja y una inscripción que diga «por si a alguien del futuro le da por decir que nos saludábamos como si estuvieramos haciendo demostraciones de desodorante, que sepas que nos saludábamos a lo Karate Kid para dejar claro que no nos olían los pies». No.

El saludo GRULLANO. Dios, tengo que dejar de hablar con M’Rabo…

Claro, ésto nos deja en una mala posición. Porque nadie nos dice que algún romano no fuera presumiendo de desodorante, pero no hay prueba por ningún lado de romanos que lo hagan, excepto estatuas como el Augusto de Prima Porta, que muestra al primer emperador de Roma -que no, que no fue Julio César- haciendo el gesto adlocutio, que algún avispado igual confunde con el saludo falsamente romano, pero que no, que éso es un adlocutio o lo que es lo mismo, un gesto en el que se levanta la mano y se dobla el codo, a diferencia del otro que es tener el brazo tieso. Se suponía que era un gesto de autoridad y para dar la brasa al respetable con un discurso, supongo que es como levantar el dedo para pedir la palabra o esos tipos a los que les gusta tanto recalcar sus ideas mientras hablan levantando el dedito. No son tan exasperantes como los que van señalando a todo el mundo y hasta te tocan con el dedito la pantalla de tu monitor dejando toda la huellaza -como odio esa gente- pero andan parecidos. La cuestión es que en Roma no se vendía desodorante de esa forma, y que el saludo norromano es una invención completamente posterior que, con toda probabilidad, sea derivada de una lectura equivocada de textos romanos o de gestos como el propio adlocutio. O, muy probablemente, una invención del flipado de Jacques-Louis David.

Mira, esa forma en la que levanta el brazo Napoleón es muy adlocutio.

A ver, que yo con la ilustración estoy a tope, a topísimo. De verdad, creedme, a mi me encanta lo del método científico, lo de que la gente se ponga a alfabetizar a la gente, lo de que se inventen los periódicos y hasta los tebeos. Nunca me metería con la ilustración, excepto una cosa muy muy pequeñíta que se les fue un poco de las manos. Veréis, en su empeño de llevar la luz del conocimiento a todo el mundo, se empeñaron en que absolutamente todo fuera lo que los yanquis llamarían en el siglo XX EDUTAINMENT. El EDUTAINMENT era básicamente una idea que sobre el papel está bien, crear entretenimiento que a la vez educara a la población, igual que las vidrieras de las catedrales te contaban media biblia, ellos iban a hacer cuadros que te iban a contar historias mitológicas, transmitir valores y demás. Así que el arte neoclásico, que como buen hijo bastardo del renacimiento se creía la milonga de que Grecia y Roma eran lo más de lo más y que los mil años tras la caida de estos últimos la humanidad estuvo zurciendo mierdas y no inventando ni la imprenta -que sí, chavales, que se inventó al final de la edad media y es más importante que Mehmet II se explotara un grano en Constantinopla o que Cristobal Colón evitara por poco que lo colgaron del palo del que se merecía haber sido colgado- decidió usar como tema principal contarnos historias mitológicas mezcladas con historia de Grecia y Roma. Ellos fueron los primeros en fliparse con los 300 de las Termópilas mucho antes que Frank Miller, y uno de ellos era Jacques-Louis David, que acabaría siendo el pintor lamesuelas de Napoleón pero que en 1784 estaba a tope con Louis XVI y Maria Antonieta, hasta el punto de que se pegó un buen viajecito a Roma y Pompeya (que se acababan de descubrir las ruinas) a costa de las arcas reales. El tipo se lo tenía tan creído que decía que «solo puedo pintar romanos en Roma», y éso hizo en el año ya mencionado cuando pintó El Juramento de los Horacios, en el que tres hermanos saludan a su padre de forma peculiar:

«-Papá dame la espada que es mía. -Que no hijos. -Dame la espada que tengo que ir a matarme papá. -¡Que no seais gilipollas niños, que os cortais!».

Podría hablaros de que esta historia es la cosa más tóxica que se le pueda echar uno a la cara, pero cualquiera que se meta en el agujero de conejo de la mitología ya sabe lo que se va a encontrar. La cuestión es que los niñatos estos saludan con el brazo estirado demostrando su desodorante, palma hacia abajo y todos tiesos. Y sí, ése es el primer saludo romano documentado. Del siglo XVIII, de uno que hacía edutainment reescribiendo la historia. Pues si este era el señor riguroso que se documentaba en las fuentes originales y por eso pedía viajecitos pagados por el estado (Louis XVI, que por algo el estado era él), no quiero ni imaginarme como debían de ser los románticos que vinieron después… Lo importante es que David lo petó de tal manera con su cuadro que a partir de ese momento se empezó a creer por todos lados que ése era el saludo original de los romanos, y hasta se extendió la idea de que el gesto completo exigía un movimiento extra, empezando por ponerse el puño en el pecho y luego extendiendo el brazo hasta casi descoyuntarlo, algo bastante incómodo para un centurión romano completamente pertrechado, pero supongo que alguien que va a la guerra dispuesto a morir acaba haciendo cosas bastante más incómodas.

Mañana seguiremos hablando de gente que necesita desesperadamente un buen desodorante o mejor todavía, un baño de ácido sulfúrico.

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