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Vinieron del Espacio Exterior – Relatos clásicos que dieron el salto al cine

Hoy toca una de esas recomendaciones literarias por las cuales alguien querrá cagarse en mí por recomendar otro de esos libros descatalogadísimos y difíciles de conseguir, el Vinieron del Espacio Exterior. Se trata de una recopilación de relatos cortos de ciencia ficción, algunos escritos por auténticas leyendas del género, cuyo nexo en común es que todos ellos acabaron siendo adaptados al cine con mayor o menor fortuna (mayor en muchos casos). Y el haberme encontrado con alguna curiosidad que otra que me ha sorprendido, y otras que me han provocado una carcajada, es lo que ha hecho que hoy me apetezca hablar de esta recopilación.

Nostalgia de la buena

Esta recopilación, They Came from Outer Space, se la debemos a Jim Wynorski, un director, productor y guionista de cine de serie B que lleva trabajando en la industria desde comienzos de la década de los ochenta, que ha colaborado con gente como Roger Corman y que llegó a dirigir una adaptación de La Cosa del Pantano (la secuela de la versión de Wes Craven), y que entre película y película tuvo tiempo de elaborar esta recopilación. Y aunque arriba he puesto la portada de la edición estadounidense, dicho libro aquí se dividió en dos dentro de la añorada colección Super Ficción de Martínez Roca: Vinieron del Espacio Exterior, que traducía literalmente el título original, y Vinieron de la Tierra, siendo el primero de ellos en el que me quiero centrar (más que nada porque es el único que me he leído). Un volumen dentro del cual nos encontramos con los relatos que dieron lugar, entre otros, a clásicos como La Cosa, Ultimátum a la Tierra o 2001: Una Odisea Espacial, aunque hay uno de ellos, que desconocía tanto su existencia como la de su adaptación, que es el que más me ha llamado la atención y el que me ha inspirado a escribir este artículo.

La cantidad de joyas que salieron en esta colección y que aun no se han reeditado

El relato que abre el libro es todo un clásico con mayúsculas, el Who Goes There? (¿Quién hay ahí?) de John W. Campbell, Jr. (1938), relato del que surgieron dos clásicos como El Enigma de Otro Mundo y La Cosa. Y aunque ya consideraba que La Cosa era la mejor película de las dos, o al menos mi favorita, con esta lectura he descubierto que es además la adaptación más fiel. Aquí no encontramos a ese vampiro espacial y humanoide que solo buscaba alimentarse de sangre que conocimos en la película que presuntamente dirigió Howard Hawks, sino a la misma criatura informe capaz de adoptar la apariencia de cualquiera.

Tendrían que haberles enseñado que las cosas del suelo no se recogen

En el relato de Campbell también encontramos esa paranoia extrema, muy bien llevada, que va cada vez a más hasta llegar al punto de que nadie confía en nadie en esa aislada base del Ártico. Y tiene mucho mérito cómo, pese a los más de ochenta años transcurridos y a las innumerables variaciones de esta historia que nos hemos encontrado en todas estas décadas, la historia de Campbell sigue siendo capaz de mantenernos en tensión hasta su última página. Algo que me hace lamentar un poco que no dedicase más tiempo a escribir que a editar, porque era realmente bueno, pero teniendo en cuenta lo influyente que llegó a ser como editor, y todo lo que le debe la ciencia ficción, es una queja pequeña.

Yo me quedo con esta versión

Otra historia que me ha llamado la atención de este recopilatorio es la de Farewell to the Master (El Amo ha Muerto) de Harry Bates (1940), que inspiró otro clásico como es The Day the Earth Stood Still (Ultimátum a la Tierra). Un relato que, a diferencia del anterior, no ha contado hasta ahora con una adaptación fiel (ni la clásica de 1951 ni su remake de 2008), siendo lo único que se mantiene del relato original la visita a la Tierra del alien Klaatu y el robot Gort. Este relato me ha recordado muchísimo más a algún episodio de The Twilight Zone, con su premisa fantástica y el girito sorpresa del final, donde estos visitantes llegan a una Tierra futurista dotada de una tecnología muy avanzada y colonias en diversos mundos.

Si sucediese algo así yo ni loco me acercaría

Klaatu es abatido como en ambas películas, pero muere casi al instante y su compañero robot, llamado aquí Gnut, queda desactivado junto a su nave. Los intentos de un reportero fotográfico de descubrir los secretos de estos visitantes, al darse cuenta de que Gnut parece estar moviéndose muy lentamente, pero su investigación acaba revelándole una verdad que no esperaba… Aquí estamos ante uno de esos casos en los que la adaptación (al menos la de 1951, que la otra aún no la he visto) supera al original, ya que aunque el relato de Bates no es malo, es un tanto simple y solo la sorpresa final vale realmente la pena, pero pese a ello ha resultado ser una lectura interesante aunque solo sea por poder comparar en qué se parecen y en qué divergen las diferentes versiones.

Se mantiene lo básico, pero me gusta mas hacia donde va la película

Tras estos encontramos relatos como el agobiante (en el buen sentido) Deadly City (Ciudad Implacable) de Ivar Jorgensen (1953), en el que se basó la película Target Earth, sobre un grupo de supervivientes abandonados a su suerte durante una evacuación provocada por una invasión alienígena y las duras pruebas por las que pasan. También el muchísimo más famoso The Sentinel (El Centinela) de Arthur C. Clarke, que fue el germen de 2001: Una Odisea Espacial, uno de mis libros y películas favoritas del género. Pero el relato que de verdad me dejó a cuadros, el que me motivó a escribir esta reseña aunque fuese solo como excusa para poder hablar de él, es el The Cosmic Frame (El montaje cósmico) de Paul W. Fairman, un escritor que repite en esta recopilación ya que es quien se escondía bajo el seudónimo de Ivar Jorgensen que mencionaba más arriba. Y este relato, que inspiró la película Invasion of the Saucer Men (1957), me ha parecido algo tan delirante que en esta ocasión necesito contar todo lo que sucede en él, pero no creo que a nadie le importe mucho que les reviente un relato corto de hace setenta años.

Debian tener presupuesto nivel Doctor Who

El punto de partida ya se las trae, encontrándonos con una pareja de adolescentes que, cuando regresan a casa por la noche tras una cita, atropellan accidentalmente algo que ha surgido de entre los árboles que rodean la carretera. Tras llamar el joven conductor a su padre pidiéndole ayuda, este acude con un amigo y, esperando encontrarse con una persona muerta, se encuentran con un extraterrestre que debía haber salido de su nave a estirar sus piernas y acabó encontrándose con el parachoques de un coche. Inmediatamente el amigo del padre de ese chico empieza a montarse el cuento de la lechera más absurdo que he visto nunca, soñando con monetizar el cadáver del alien a través de exhibiciones públicas, montar un circo, etc. (como si el gobierno no se lo fuese a quitar de las manos en cuanto supiesen de su existencia).

Menos mal que no era E.T.

Pero antes de poner en marcha esos planes, esconden el cadáver en un congelador en el garaje de uno de los dos hombres para meditar con calma su siguiente paso. Y si hasta ahora la premisa era muy absurda, la cosa se pone peor cuando, en medio de la noche, aparecen más extraterrestres que no solo se llevan el cadáver de su camarada, sino que, utilizando unos extraños artilugios que portan, provocan destrozos en la parte delantera del coche del joven que inició este relato y se marchan. Casi inmediatamente aparece el sheriff buscando a ese joven conductor, ya que ha aparecido un vecino de la zona atropellado en la carretera y varios testigos afirman que vieron su coche circular por allí esa misma noche. Y ahí es donde los protagonistas y lectores nos damos cuenta de lo retorcidos y mezquinos que son esos alienígenas, ya que, para vengar la muerte de su compañero, han atropellado a un señor inocente que pasaba por allí (o han usado sus aparatos para destrozarle de forma que pareciese un atropello) y han provocado los daños en el coche para que el joven acabe siendo castigado por una muerte que no ha provocado, en venganza por la que provocó.

Entiendo su cabreo, pero vaya forma de vengarse mas rebuscada

No acabo de tener claro si el relato tenía una intención humorística o si ese tono fue algo accidental, pero lo que sí tengo clarísimo es que me reí muchísimo cuando llegué al final del mismo. Y ese es uno de los motivos por los que me gusta tanto la ciencia ficción, porque uno puede encontrar de todo, desde relatos que, casi noventa años después de ser escritos, siguen siendo tan claustrofóbicos y cautivadores como entonces, que cuestionan los límites de la moral humana, que nos hacen maravillarnos con lo que puede que exista ahí fuera o que nos hacen reírnos con esos extraterrestres que no parecen tan diferentes de nosotros.

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