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Sigourney no está en Cazafantasmas

No sé hasta que punto se sabe lo que supone Sigourney Weaver para unas cuantas generaciones. Tenemos a Jamie Lee Curtis, a Linda Hamilton y hasta a Dolly Parton, pero Weaver siempre fue alguien especial, fue la que le plantó cara al xenomorfo. Michael Myers podía parecer un asesino sobrenatural invencible, pero en realidad era un asesino en serie de tantos, era mortal, mientras que el Alien era… Pues eso, algo de otro planeta, algo completamente desconocido, una fuerza de la naturaleza en toda regla. Alien es la película que nos dice claramente que ese espacio que supuestamente dominábamos -porque estaba vacío- no era un lugar lleno de aventuras y diversión, si no un lugar frío lleno de lugares desconocidos que te mataban. Y allí donde los duros de siempre fracasaban -porque el alienígena era invencible- Sigourney lo conseguía. En bragas. Con un gato en brazos.

¿Se puede decir claramente que esta señora es a lo que hay que aspirar en la vida?

No creo que a estas alturas le vaya a descubrir a nadie las virtudes de Alien (con el subtítulo de El Octavo Pasajero por estos lares, que siempre me hizo gracia) pero con el paso del tiempo puede que muchos no entiendan el verdadero significado de la película. La subversión del tópico, el de que el héroe es un señor fuerte que acaba con el malo al final en defensa de la dama desvalida, ya la había realizado John Carpenter un año antes con la ya mencionada Halloween y de la misma prácticamente inventó el slasher, con lo que Alien en el fondo no inventaba nada… Pero a la vez fueron espabilados, porque Weaver era una perfecta desconocida y el peso principal de la promoción de la película lo llevó Tom Skerrit, un tipo duro de la época que ya para entonces era un veterano de cine y televisión, habiendo aparecido en varios westerns y en la película original de MASH. Todo apuntaba a que Skerrit sería quien acabara con el Alien y la desconocida Weaver interpretara a la víctima número tres o algo así, pero el bicho se pasa la película merendándose a todo el mundo y Ellen Ripley, la camionera espacial que pedía prudencia, resulta que acaba siendo la última superviviente junto al dichoso gato. La Nostromo se va a al carajo y oye, ha nacido una estrella.

Una entre tantos, ya ves.

Pero tampoco es que la cosa fuera instantánea, porque aunque sus siguientes papeles fueron con directores como Peter Weir o William Friedkin, el único en el que la vimos en su registro combativo fue en El Ojo Mentiroso (Eyewitness) con Peter Yates, aunque su película más famosa de este periodo seguramente sea la que mencionaba de Peter Weir, El año que vivimos peligrosamente, junto a otra estrella en alza con película importante en 1979, nada más y nada menos que el Mel Gibson de Mad Max que se llevaba el protagonista de la cinta. ¿Había sido Ripley un espejismo? Lo cierto es que así lo parecía, porque la siguiente película de Weaver era una comedia de Chevy Chase dirigida por Friedkin en la que se mostraba más combativa pero un tanto inestable. Su siguiente papel no hacía presagiar algo mucho mejor, porque interpretaba a la propietaria de un apartamento a la que un antiguo dios sumerio quería transformar en una especie de mastín infernal y convertirla en la heraldo de su reencarnación en este plano, un papel de víctima en toda regla que Weaver aceptó seguramente porque era… Divertidísimo.

Ésta es la cara que se te queda cuando la nevera empieza a escupir toda la compra, ¡que cuesta un dinero oye!

Su papel de Dana Barret en Cazafantasmas era el de «la chica», y como tal llamaba a los cómicos de Saturday Night Live para que le salvaran el cuello. La película, que originalmente iba a contar con cuatro estrellas del programa como protagonistas -el papel de Ernie Hudson, Winston Zeddemore, originalmente estaba pensado para Eddie Murphy, que prefirió tomar todo el protagonismo con Superdetective en Hollywood/Beverly Hills Cop- no muestra a Dana Barrett tanto como una víctima indefensa como a la única cuerda en un mundo de locos. Al final es cierto que la locura la acaba consumiendo a ella también cuando se transforma en la «guardiana de la puerta», pero estoy convencido de que acabó divirtiéndose de lo lindo con esa película, porque años más tarde repetiría con una secuela en la que su papel era mucho menos interesante, a pesar de que para entonces ya estaba más que consagrada y le llovían las nominaciones a los oscar. Por supuesto, de por medio tuvo el regreso de los dichosos bichos asesinos espaciales…

-Un rifle como este quería haber tenido yo en la Nostromo…

James Cameron había saltado a la fama con una película sobre una camarera que terminaba salvando el mundo de un apocalipsis cibernético -o por lo menos lo retrasaba- con lo que era lógico que su guión para la secuela de Alien girara alrededor de la propia Ripley, en un papel mucho más proactivo que en la original. La película, mucho más volcada en la acción que en el terror de la original, nos mostraba a una Ripley más guerrera que nunca y resentida con la corporación que la mandó a morir contra el asesino intergaláctico. Lo interesante de esta nueva encarnación de Ripley estribaba en la revelación de que ella volvía de cerca de medio siglo de hibernación y se encontraba con que su hija Amanda había muerto un par de años antes, con lo que ella mantenía un más que comprensible sentimiento de pérdida que la llevaba directamente al conflicto principal del film, el enfrentamiento entre las dos madres que son ella misma y la reina del nido xenomorfo. La fuerza de la reinterpretación del personaje en esta secuela es tal que la imagen de la Teniente Ripley que tenemos hoy en día es precisamente la de Aliens, y la convirtieron en un icono del cine de acción de la época…. Que más allá de la serie Alien, no tuvo mucha continuidad.

¡Si es que estaba hecho!

Por eso era lógico pensar que, si se recuperaban a los Cazafantasmas cuarenta años después, si Bill Murray y Dan Aykroid y Ernie Hudson volvían a llevar el mono de trabajo y cargarse sus mochilas de protones al hombro, si Janine Melnitz -Annie Potts, la secretaria de las películas originales- se enfundaba también el mono y la película acababa teniendo una decena de cazafantasmas entre los protagonistas de la original y los de la nueva, Afterlife, Cazafantasmas: El Imperio de Hielo tenía que ser la película en la que Weaver se uniera al negocio familiar. Que narices, aparecía en Afterlife en la postcréditos, nos decían que Dana estaba casada con Peter Venkman, el personaje de Bill Murray y hasta él, que durante años había sido la principal oposición a una secuela, había vuelto… Y nos quedamos con un palmo de narices.

¡Ellos no lo eran todo!

Porque Dana Barrett no aparece en la película y nos quedamos sin verla. Sus razones tendrían sí, pero teniendo en cuenta que parece casi seguro que no vamos a tener más Ripley -su personaje murió y fue clonado sí, pero ahora parece que los tiros van en otra dirección- lo suyo habría sido hacer que Dana diera un paso adelante. Si Winston, un currito de tantos, podía ser cazafantasmas, Dana también. Que no nos engañemos, Weaver será más recordada por Ripley que por Barrett, de hecho y aunque duela creo que todos podemos reconocer que Cazafantasmas ha envejecido más que Alien, y las nuevas generaciones no acaban de cogerle el gusto, con lo que para desesperación de Sony las secuelas se van estrellando en taquilla porque la chavalería no parece muy interesada, a pesar de que en la antigua Columbia siguen seguros de que es una de sus franquicias principales que debería estar imprimiendo dinero al nivel de Spiderman. Cuando en realidad, no nos engañemos, fue una comedia que tuvo muchísimo éxito porque tocó las fibras adecuadas en el momento exacto. Pero volvamos a Weaver…

Sí, éste es el último papel de Sigourney Weaver, aunque ese mismo año hizo dos películas más.

Con todas las críticas que haya podido recibir El Imperio de Hielo, lo cierto es que pone en el personaje de McKenna Grace, la nieta de Egon Spengler, y absolutamente ningún personaje parece «entenderla» durante toda la película. Y sí, la gracia del guión está precisamente en eso, porque no deja de ser una película sobre la adolescencia, pero yo no dejaba de esperar que apareciera Dana Barrett en el último momento «full Ripley» y le enseñara a Phoebe Spengler la parte de ser un Cazafantasmas que su abuelo no había podido enseñarle desde el más allá simplemente porque Egon… Era Egon. No lo cambiaríamos por nadie, pero hay que reconocer que el hombre era como era y por eso se le quiere. Y seguramente éso sea lo que más me ha dolido de El Imperio de Hielo, el que pudiendo haber completado el viaje de la protagonista de una forma tan rotunda, terminan entregándonos un final vacío que hasta duele. Los actores originales de Cazafantasmas tienen una edad y la discreta taquilla de esta última entrega me hacen dudar de que haya una posible secuela, con lo que me da que ésta era la última oportunidad… Y la hemos perdido.

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