Vamos a ser claros desde el principio: el planteamiento de Dominio Público, la serie de Chip Zdarsky para Image que se publica esta semana por estos lares, es el de un cómic sobre Jack Kirby y su lucha contra Marvel, sobre Jerry Siegel y Joe Shuster peleándose con DC, sobre la familia de Bill Finger plantando cara a las abusivas cláusulas del contrato que firmó otro. Los nombres pueden estar cambiados, los personajes pueden ser distintos, el discurrir de todo puede ser diferente a la realidad… Pero es un cómic sobre los creadores de cómics de superhéroes, la lucha de un autor por reivindicar su obra y mucha gente interesada en mantenerla fuera de su alcance.
Syd Dallas (nuestro Jack Kirby) creó hace años el superhéroe The Domain para la editorial Singular (Marvel) junto al editor Jerry Jasper (Stan Lee). Dallas sacrificó buena parte de su carrera profesional y personal en el personaje, tratando de mantener a su familia. Años después, ya jubilado, The Domain se ha convertido en una franquicia multimillonaria de más de seis películas en la que los cómics se mencionan lo menos posible -hoy en día en el logo de Marvel Studios los cómics prácticamente son invisibles-, por lo que todo queda patas arriba en el momento en el que sale a la luz un contrato que deja claro que la propiedad de los personajes ha vuelto a manos de Syd Dallas. Syd ya ha pasado página, está cansado de pelear, pero la realidad de darse cuenta de que el personaje vuelve a ser suyo, contrastada con el hecho de que actualmente Singular publica unos tebeos en los que The Domain es una fantasia fascistoide hiperviolenta, hacen que se cuestione realmente lo que está haciendo. Que Syd, y sus hijos, se reconcilien con su padre y su pasado para hacerlo feliz. Y poco más es el primer volumen de Public Domain.
Es un What If?, un «¿Y si Jerry Siegel hubiera recuperado los derechos de Superman?» en toda regla. Y sí, juega con una idea de un mundo mejor, de un Superman de Siegel y su familia que coexiste con el de DC Comics, uno que recupera sus raíces de protector de los oprimidos, que lucha contra el status quo. Y me seduce la idea sí, pero es tan agridulce que, mezclada como está entre tanto drama familiar, hace que me pregunte si realmente quiero leer este cómic. Zdarsky empezó en los cómics de una forma fulgurante, pero en los últimos tiempos es cierto que ha sido bastante más irregular; su Daredevil fue toda una montaña rusa de emociones que en realidad acabó siendo más de lo mismo, mientras que su último What If? de Los Vengadores con Daniel Acuña pues… Como que ya hablamos de ello la semana pasada y no, no me gustó mucho el resultado.
Public Domain es un cómic sobre gente normal haciendo cosas relativamente normales, plantándole cara a una corporación y descubriendo mucho sobre si mismos, pero a la vez es lo dicho, una fantasía de fan que no hace más que recordarte que el mundo real es mucho más oscuro y triste, y que hasta personajes «libres» como The Spirit acabaron siendo propiedad de DC Comics. Que, como decía Gail Simone, los Vengadores ya no son Marvel’s Avengers si no Disney’s Avengers, que la franquicia de cine independiente más grande de la historia acabó siendo vendida a Disney (sí, hablo de La Guerra de las Galaxias) y de que tarde o temprano Erik Larsen o Todd McFarlane acabarán vendiendo sus personajes a Marvel, DC o a alguien que quiera comprarlos. Y será una historia más feliz que la de todos a los que les robaron sus creaciones con contratos draconianos, pero sigo preguntándome qué es lo que habría sido mejor para los lectores.
Lo he defendido un millón de veces y lo sigo pensando así, el universo compartido es la aportación más grande que ha hecho el género de superhéroes. Encontrarse un mundo paralelo construido a través de tantas series, autores y personajes es algo que muy pocos han podido replicar, y una de las fuentes del éxito de Marvel en cine y DC en televisión. Esa megaestructura narrativa se la podía permitir una editorial de cómics en los años 80, pero no un grupo de autores independientes en los 90. Hubo multitud de intentos de crear un «nuevo universo», pero todos fracasaron por los choques entre autores o porque la consolidación de los universos originales no dejaban más espacio en el mercado. Public Domain no nos habla de universos, nos habla de un personaje en concreto, y precisamente por eso creo que pierde una oportunidad de ir más en profundidad sobre lo que significaría que Superman tuviera su propia vida paralela al margen de DC Comics. Probablemente ésa no sea la historia que Zdarsky tiene en mente, aunque me pregunto si llegaremos a verla, porque el primer volumen de Public Domain se publicó en EEUU en 2022 y ahora el hombre está muy ocupado haciendo Batman; pero aun así en ese ejercicio agridulce que es este cómic me gustaría ver a otros autores diciendo esta boca es mía, tratando de ponerse de acuerdo entre ellos para plantar cara y… En fin, que algo ha debido hacer bien Zdarsky para crearme la necesidad de hacer un ejercicio de «nostalgia ficción» parecido.