He leído esta historia demasiadas veces y sé que volveré a leerla un montón de veces más. Cada vez me da más pereza, cada vez me da más asco y cada vez me da más la impresión de que no merece la pena volver sobre ella, darle más vueltas. Para un guionista puede ser interesante explorar una idea llevada al extremo, tomar a los personajes y colocarlos fuera de su zona de confort, pero a estas alturas de la película todo esto es absolutamente normal. Hasta Old Man Logan, que era supuestamente un homenaje al Sin Perdón de Clint Eastwood, apestaba por los cuatro costados al Return of the Dark Knight de Frank Miller. No nos engañemos, Avengers Twilight es exactamente éso y nada más.
Y sí, todos nos hacemos viejos. Y todos descubrimos tarde o temprano que ya no podemos hacer lo que hacíamos antes, lo asumimos o luchamos contra ello, y la vida sigue. Porque la vida sigue, copón ya, dejad de llorarme. Hoy en día cuesta encontrarse un cómic de Marvel que sea «optimista», un cómic vital. Un cómic en el que haya algo de fe en el género humano y que no nos cuente que todo está fatal y que el destino nos va a llevar a algo peor. Están haciendo historias que hacen optimista al Dark Knight de Miller, ¡algo que en su día era el colmo de lo distópico junto a Watchmen! Y mientras tanto en el cine hemos visto a Indiana Jones Viejo, Han Solo Viejo y hasta Rick Deckard Viejo. Es un nuevo filón, sí, y por eso hemos visto Rambo Viejo, Rocky Viejo y hasta Terminator Viejo. Solo falta que nos saquen un Robocop Viejo o un Daniel el Travieso Viejo; ¿podéis hacerme un favor? ¡Dejad de decirme que todos los personajes que me gustan van a hacerse viejos o peor todavía, morir enfrentados a villanos de medio pelo que me dan hasta grima!
En el tiempo que ha pasado entre Watchmen y El Retorno del Señor de la Noche -casi cuarenta años, sí- me he cansado ya de ver versiones viejas de los Vengadores a cargo de Warren Ellis, otras veces Mark Waid cargándose a la JLA con Kingdom Come y hasta Marvel llegó a hacer aquellos cómics de «The End» en los que se contaban la última historia de muchos de sus personajes. Y sí, algunas de ellas mostraban a los personajes en la tercera edad, acabados y luchando por última vez para acabar hechos trizas en una cuneta. Por favor, basta. Basta. Sé que hay gente que llega nueva y a la que le impresionan estas historias, pero a estas alturas hay tantas -Spiderman ya ni sé las veces que se ha hecho viejo- que llega un momento en el que tenemos que darnos cuenta de que ésto ya no es algo «nuevo» ni «diferente» si no más de lo mismo y encima con morbo y un efectismo sensacionalismo que va de solemne pero es de un tontorrón insoportable. Y sí, éste cabreo me lo ha provocado Avengers Twilight, un cómic de Chip Zdarsky y Daniel Acuña que no es precisamente un mal cómic, yo diría que es más que correcto, pero que me está contando por enésima vez la misma historia de siempre, una historia que a estas alturas sí que me creo que pudiera escribir una inteligencia artificial sumando retales de todas las anteriores. Y no quiero seguir leyendo ésto otros cuarenta años más.
Desengañáos, no soy ningún cínico. Ahora mismo hay multitud de cómics que merecen la pena -¿os he hablado del Posion Ivy de G Willow Wilson? ¡Leedlo, maldita sea!- pero parece que todo el mundo está obsesionado con la miseria.
Ahora mismo Ryan North está haciendo una buena serie de los 4 Fantásticos, contando historias más o menos autoconclusivas con tramas a largo plazo. Un minimalismo narrativo la mar de inteligente, centrado en contar historias protagonizados más o menos cada vez por uno de los personajes y enfrentándolos a dilemas científicos, porque vaya, a alguien se le ha ocurrido otra vez la misma idea que a Joseph Campbell en los años treinta, que tal vez sería buena idea que las historias de ciencia ficción las escriba gente que sabe algo de ciencia y de ficción. North muestra historias que van entre las peleas superhéroicas y el puzzle científico, dándonos un cómic que sabe diferente y es condenadamente entretenido, sin más aspiración que hacer que El Mejor Cómic del Mundo haga honor a su nombre. Y para ello no recurre a matar a personajes, ni mostrarlos envejecidos ni rompiendo sus propias reglas morales, simplemente los muestra como son y reaccionando como deben a las situaciones a las que se enfrentan. Reed Richards es condenadamente humano y los personajes se quieren como no se habían querido en años, la sensación de estar leyendo un cómic que explora los confines del universo vuelve a estar presente -a pesar de que, hasta donde yo recuerdo ahora mismo, no han salido de la Tierra en un solo número- y se demuestra que el milagro es enteramente posible. Y con Tom Brevoort editando la serie, sí.
Así que voy a tener que pediros que me perdonéis todos los cínicos que venían pensando que la conclusión del artículo iba a ser lo de «ya todo está inventado», porque no es así. Existen tebeos de superhéroes estupendos y se pueden seguir haciendo. Los ladrillos están, las posibilidades siguen siendo tan infinitas como siempre, y aunque los personajes a veces parece que están gastadísimos y parecen tan viejos como sus versiones «apocalípticas», solo hay que ponerle ganas. Porque a estas alturas el efectismo de vender 40 portadas ha quedado retratado como pan para hoy y hambre para mañana, porque en un mundo de paperbacks lo que va a vender más van a ser las buenas historias, esas mismas buenas historias que más tarde podremos ver adaptadas de formas tan extravagantes en la gran pantalla.
Que no nos engañemos, ése es el objetivo final, y visto el percal… Las buenas historias les hacen buena falta.