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Descubriendo los orígenes de un clásico con “El Génesis de Superlópez” de Jan

Hoy quiero hablar de un clásico con mayúsculas del cómic español, o quizás sería más apropiado decir que de la historieta, el Superlópez de Jan. Un personaje con algo más de medio siglo de historia a sus espaldas y que a estas alturas no debería necesitar presentación. Pero tras leerme estos días (más vale tarde que nunca y todo eso) el recopilatorio titulado “El Génesis de Superlópez”, donde se recogen algunas de las primerísimas historias del personaje, quiero compartir con los lectores del blog esta visión primigenia del personaje que he descubierto aquí, tan diferente en algunos aspectos y tan familiar en otros al entrañable héroe que todos conocemos.

Eso es algo así como el Superlopez de Tierra-2

Seguro que no soy el único que descubrió a Superlópez a través de sus aventuras largas hechas a medias entre Jan (Juan López Fernández) y Francisco Pérez Navarro a finales de la década de los setenta, con clásicos memorables como fueron entre otros los Cabecicubos, el Señor de los Chupetes, la Caja de Pandora o esa Gran Superproducción que sigue siendo uno de los cómics más divertidos que he leído nunca. Pero antes de todo aquello existió una época que yo durante mucho tiempo desconocí, de la que más tarde solo supe de ella más que detalles superficiales y que hasta antes de ayer como quien dice no descubrí en condiciones, encontrándome con un Superlópez y un Jan en muchos aspectos desconocidos.

Esto sigue siendo una obra maestra

Estas primeras historias surgieron cuando Jan recibió en 1973 el encargo por parte de Antonio Martín, por aquel entonces Director Editorial de la sección de cómics de Euredit, de realizar una serie de historias cortas, mudas y en blanco y negro, en las que se parodiase a Superman. Y aunque Jan no se sentía muy capacitado para ser un humorista sacó adelante el proyecto. Aquel Superlópez parecía más a menudo un señor aburrido que escapaba de su realidad imaginándose ser un superhéroe que otra cosa, protagonizando una serie de historias tan cortas y sin continuidad entre sí que no permitían desarrollo alguno y que simplemente consistían en una sucesión de gags con más o menos gracia que trataban de hacer humor parodiando las habilidades del hombre de acero.

Aunque resulta muy fácil sentirse identificado

El Jan que nos encontramos aquí estaba aún a años luz del que conoceríamos más tarde, mostrando un estilo de dibujo muchísimo más simplificado y casi esquemático, en el que no encontramos apenas rastro de ese cariño suyo por el detallismo, esa habilidad para hacer de la saturación de elementos un arte o los gags en segundo plano. Pero pese a ello aquí ya se dejaba entrever que Jan, a pesar de lo que creyese él mismo, estaba más que dotado para el humor. Las limitaciones del formato, solo cuatro viñetas por historieta y sin diálogos, le obligaron a recurrir al humor puramente visual, a la comedia física, ese slapstick que dirían los anglosajones y que tanto se explotó en la era del cine mudo a la que tanto le debe esta etapa del personaje.

Jan ya apuntaba maneras

Tras esta etapa y un año más tarde Jan se llevó a su personaje a Bruguera, editorial que registró el personaje a su nombre arrebatándoselo, pero con quienes Jan siguió trabajando porque con algo había que pagar las facturas. Esta es una etapa de la que el autor no guarda un buen recuerdo y leyendo las historias no le podemos culpar. Las imposiciones de la editorial consistían básicamente en convertir a Superlópez en un personaje más de la casa, uno que cargase con todos los tópicos y fórmulas agotadas de Bruguera. Esto provocó que Jan se negase a escribir las historias y que la editorial tuviese que improvisar guiones apresurados y genéricos elaborados por parte del personal de la editorial con poco interés en los mismos, negándose incluso a firmarlos estos con sus propios nombres.

Incluso en su época debían ser ya anticuados

El resultado de esto son unas historias, más extensas y con diálogos, que pese a haberse publicado en 1974 parecen provenir de una o dos décadas atrás. Unas historias en las que Superlópez ya es un superhéroe de verdad (aunque aquí es el traje el que le da poderes, adelantándose unos años al televisivo Gran Héroe Americano) y no las ensoñaciones de un oficinista, pero uno muy mundano y costumbrista que compagina sus labores heroicas con una vida matrimonial muy estereotípica del humor de la época, con una esposa mandona y agresiva a quien a menudo teme. Y pese a que en algunas de estas historias Jan ya llegó a colaborar con Francisco Pérez Navarro, de cuyos guiones de esta etapa Jan llegó a decir que eran menos bobos, resulta evidente el descontento del autor por esta etapa. Como señalaba más arriba las historias parecen mucho más antiguas de lo que realmente son, y aunque aquí y allá hay algún momento divertido en general resultan demasiado simples y tópicas (incluso para tratarse de cómics infantiles).

Gags dignos de las matrimoniadas

Pero visualmente esta etapa ya es otra cosa. Aquí podemos apreciar una notable evolución gráfica en el estilo de Jan, especialmente teniendo en cuenta el poco tiempo que había transcurrido entre esta etapa en Bruguera y la anterior en Euredit. El esquematismo de aquellas primeras historias había quedado atrás y nos encontrábamos con un Jan que ya estaba comenzando a consolidar su estilo propio, pese a que aún arrastraba una fortísima influencia del “estilo Bruguera”. Aun así ya tenemos aquí a un Jan mucho más “reconocible”, los personajes ya parecen más suyos y comenzamos a encontrar esos pequeños elementos que ahora inevitablemente identificamos con su estilo, como unos decorados cada vez más llenos de detalles o las primeras apariciones de acciones que suceden en segundo plano.

Esto ya iba siendo mas familiar

Y en 1979, tras esta etapa en cierto modo formativa, y tras unos cuantos cambios en la directiva de la editorial, Jan, en compañía de aquel Francisco Pérez Navarro que había conseguido hacerle más llevadera su etapa anterior, retomaron de nuevo al personaje en las páginas de la revista Mortadelo Especial. Allí el personaje, tras protagonizar una serie de historias cortas, aunque más extensas que en las etapas anteriores, pasó a protagonizar esas historias largas que se han convertido por derecho propio en parte de la historia de la historieta en España, con unos autores inspiradísimos que llevaron a Superlópez a unos niveles de genialidad admirables tanto por los divertidísimos guiones de FPN como por un Jan que evolucionó gráficamente de una forma espectacular. Una etapa a la que siguió otra en la que Jan, ya en solitario, comenzó a utilizar a este peculiar héroe para plasmar a través suyo todas sus inquietudes sociales mientras evolucionaba, pero eso ya será historia para otro día.

Por desgracia estas historias siguen siendo muy actuales

Por todo ello este álbum recopilatorio se convierte en algo imprescindible para todos los admiradores de Jan y de su más famoso personaje. Un álbum que nos permite no solo asistir a la evolución de uno de nuestros autores más importantes y queridos, sino también como un triste recordatorio de algunos de esos puntos oscuros y prácticas editoriales poco éticas de la industria del cómic que por desgracia no son precisamente cosa del pasado. Pero también un testimonio de cómo el auténtico talento puede brillar incluso a pesar de todo ello, aunque ojalá no hubiese hecho falta que Jan y tantísimos otros autores tuviesen que sufrirlo. Y aunque Jan anunció en 2022 que su álbum “Sueños Frikis” sería el último que realizaría del personaje, tenemos que agradecerle no solo el inmenso legado que nos ha dejado, sino también que a sus años (85 ya) siga decidido a contarnos historias, como él mismo dice mientras el cuerpo aguante, habiendo publicado en los últimos dos años los álbumes «Deikoon» y «Kondojiro», donde sigue dando rienda suelta a sus inquietudes sociales y políticas.

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