Hoy es un día tan bueno como cualquier otro para compartir con los lectores del blog lo mucho que me fascina el Juez Dredd y su mundo, y de nuevo la mejor forma de hacerlo es alejarse de las historias épicas que lo cambiaban todo para centrarnos en uno de aquellos pequeños momentos que ayudaban a definir este peculiar y en ocasiones aterrador futuro. Para ello tenemos que retroceder hasta 1982, hasta el segundo de los Anuales del Juez Dredd en el que nos encontramos a dos leyendas vivientes del cómic como son John Wagner (quien firmaba aquí como T.B Grover) y Mike McMahon poniendo el foco en uno de las mayores fuentes del crimen en Mega-City Uno… el aburrimiento.
En una ciudad que por aquel entonces albergaba unos ochocientos millones de habitantes, la tasa de desempleo se encontraba sobre el 87%, pero las necesidades mas básicas de los ciudadanos se encontraban cubiertas, el aburrimiento era uno de los mayores enemigos a los que se enfrentaba aquella sociedad (bueno, y los Jueces Oscuros, los Sovs, invasores de todo tipo…) Un aburrimiento que ha provocado que buena parte de los habitantes de Mega-City Uno se hayan volcado con una pasión desmedida en alguna clase de afición, desde las mas corrientes como la pintura, la escultura, el coleccionismo, el cuidado de plantas o mascotas o algunos mas grotescos como el tratar de ser lo mas feo posible o el actuar como payasos a todas horas.
Bub “Jellybelly” Jones era uno de esos ciudadanos aburridos que había consagrado su vida a una de esas peculiares aficiones y se había convertido en un “Fatty”, personas que dedicaban todo su tiempo y esfuerzo a comer sin parar aspirando a engordar lo máximo posible. Algo que Bub soñaba con llevar hasta el extremo ya que aspiraba a convertirse en la persona mas gorda de toda la ciudad y obtener así el premio de un millón de créditos que conllevaba el ganar ese titulo. Pero pese a su dedicación ese sueño se encontraba muy lejos de su alcance, como no paraba de recordarle su esposa (quien prefería dedicar su extenso tiempo libre a la soldadura) , ya que ni siquiera había conseguido obtener una tripa que tocase el suelo.
Y es que en una sociedad en la que el engordar hasta extremos inhumanos se había convertido en prácticamente un deporte profesional, Bub era considerado un peso ligero, aun podía caminar por si mismo sin ayuda y no necesitaba soportes con ruedas que le ayudasen a soportar su grasa extra. Porque incluso dentro de una actividad como esta aun había clases y un desempleado como el no podía permitirse comprar los mariscamos engordantes artificiales que consumían los “Fatties” profesionales que gracias a ellos eran capaces de alcanzar proporciones inconmensurables.
De esa forma la frustración de ser incapaz de alcanzar su sueño le llevo a convertirse en un criminal sin pretenderlo, algo que en una ciudad en la que incluso las infracciones mas ridículas son consideradas un crimen no es especialmente complicado. Y así, tras romper el escaparate de una tienda, empujar un hombre al suelo y tirar accidentalmente un puesto callejero de rodilleras, el mismísimo Juez Dredd se puso en marcha para capturarle. Una tarea no especialmente difícil cuando tratas con alguien que no es capaz de levantarse por si mismo tras caer al suelo, por lo que tras una breve persecución la efímera carrera criminal de Bub “Jellybelly” Jones llegó a su fin y se paso los nueve meses siguientes encerrado en un Isocubo.
En las escasas seis paginas de las que consta esta historia Wagner y McMahon nos mostraron unos cuantos aspectos tan relevantes como turbadores del delirante funcionamiento de esta sociedad distópica. Lo mas aterrador es sin duda como se pone el énfasis en esa sociedad fascista en la que no parece haber crimen pequeño, en la que unas infracciones tan ridículas como las que comete Bub, que a lo sumo deberían castigarse con una multa, provocan que caigan sobre Bub los avanzados recursos del Departamento de Justicia y se le son castigue con casi un año de encierro. También resulta inquietante comprobar como en este futuro en el que pese a que las necesidades de los ciudadanos están cubiertas y pueden dedicar todo su tiempo libre a sus aficiones (aunque a veces ese exceso de tiempo libre se muestre como algo perjudicial) el capitalismo salvaje siga campando a sus anchas en ese futuro aprovechándose de las necesidades mas enfermizas de la sociedad.
Y obviamente no podemos pasar por alto ese aspecto que quizás peor ha envejecido de estas historias como son los Fatties. Con el paso de las décadas estos personajes han ido teniendo cada vez menos protagonismo, en parte por haber abandonado un poco la serie el foco que ponía a menudo en la sátira social, pero sin duda principalmente por los cambios a mejor en la sociedad que han llevado a los propios autores a darse cuenta de que ridiculizar de esa manera a la gente con sobrepeso estaba feo. Aunque también se echa en falta que en lugar de apartarles a un lado como si nunca hubiesen existido no hayan dedicado alguna que otra historia a mostrar como la ciudad les ha ayudado a alcanzar un peso bastante mas saludable.
Pero dentro de esta pequeña gamberrada que ayuda a caracterizar un poco mejor el universo del Juez Dredd, sin duda lo que mas llama la atención es el trabajo de Mike McMahon. En aquellos años este aun no había desarrollado esa enorme personalidad artística propia que le ha llevado a ser uno de los dibujantes mas interesantes y originales del cómic británico. No hay mas que echar un ojo a estas viñetas para reconocer al instante la enorme influencia que por aquella época seguía ejerciendo en McMahon el trabajo del gran Carlos Ezquerra de quien McMahon fue uno de sus discípulos mas aventajados, tanto a un nivel puramente estético (le copiaba incluso esos contornos “dentados” tan característicos del zaragozano) como a nivel compositivo, pese a que ya podemos apreciar como asomam rasgos del futuro estilo de este.
Y pese al escaso espacio que tiene aquí para soltarse, es una gozada disfrutar de todos los pequeños elementos que introduce McMahon aquí que ayudan a dar personalidad a la historia. Una tecnología tan ajena a nosotros que casi resulta alienígena, los secundarios que aparecen en algunos momentos y que nos ayudan a intuir algunas otras de las aficiones tan extrañas que ayudan a matar el tiempo de los ciudadanos de la ciudad o esa moda grotesca que nos deja claro que esto se encontraba muy alejado tanto de nuestro siglo 21 como del siglo 20 en el que se publico este Anual. Por todo ello, tanto cuando era un clónico de Ezquerra como cuando se convirtió en un artista con mayúsculas, siempre es un placer el disfrutar del talento de Mike McMahon.
Cuatro décadas y pico después estas historias siguen siendo tan divertidas e incluso apasionantes como entonces y son una lectura mas que recomendable. Por suerte ahora vivimos en una época en la que buena parte de ellas resultan bastante accesibles, habiéndose recopilado esta que hoy nos ocupa y el resto de historias de los Anuales y especiales en los tomos que Rebellion ha editado bajo el titulo de “Judge Dredd: The Restricted Files”. Historias que viendo como Dredd y el resto de personajes de 2000 A.D. han regresado con fuerza a nuestro país de la mano de Dolmen, quizás no este tan lejano el día en el que se pueda disfrutar por aquí de una edición traducida de este material que me reitero en que vale bastante la pena.