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JLA/Avengers: El día en que la música murió

Parte de la gracia de escribir estos artículos reside precisamente en que te relees cómics que leíste en su día con el monóculo puesto. Te pones a mirarlos de arriba a abajo, a analizarlos como buenamente puedes, y sacas conclusiones que te hacen verlos de otra manera. A veces serán correctas, otras completamente equivocadas, pero a la hora de la verdad pues oye, acabas mirándolos con otra luz. Y precisamente éso me ha pasado hace bien poco con el JLA/Avengers (o Avengers/JLA, depende de lo que os apetezca).

Por lo menos Pérez se quedó a gusto.

Aparecido allá por 2004 en EEUU después de más de veinte largos años de culebroneo con el runrun de que era el proyecto más deseado por George Pérez que finalmente pudo llevar a cabo tras el fiasco de principios de los 80 -unos dicen que fue culpa de Shooter que se volvió loco, Shooter y todos los que trabajaban por el lado de Marvel dicen que el guión de Conway era muy malo… ¡Y hasta el propio George Pérez lo reconocía!- JLA/Avengers es uno de esos cómics imposibles que de una forma aún más imposible todavía no suele tener a nadie descontento… Excepto al editor Tom Brevoort y el editor Kurt Busiek. Que no nos engañemos, no es que no estén contentos con el trabajo realizado, pero ambos lamentaban el otro día en las redes sociales el que el editor que realizó el proyecto por parte de DC -puesto que compartieron el recientemente retirado Mike Carlin y el primo político de Chris Claremont, Dan Raspler- presionó para hacer un cambio en el tercer número que, a juicio de tanto Busiek como Brevoort, hacía de aquel cómic un peor tebeo. Y claro, como urraca cotilla que soy, me lancé a revisar el tebeo a ver si podía adivinar dónde estaba el cambió… Y fracasé. El número consta de una serie de imperceptibles cambios en la realidad que absolutamente nadie nota hasta que el Capitán América y Superman empiezan a notar que algo falla, hasta que todos acaban despertando y terminan el número declarándole la guerra a Krona, el villano principal de la serie. ¿Qué puñetas pasó aquí?

El Capi dudando y Ojo de Halcón a su rollo, como siempre.

Puede que el cambio esté en el desarrollo del cómic. Puede que en la versión original del mismo el único que se diera cuenta del cambio fuera el Capitán América y lo de que Superman se diera cuenta también fuera un pegote de DC, ya que es el despertar del Capi el que está más «cuidado», mientras que el de Superman es bastante más breve y apresurado; no es raro que las editoriales busquen que no se haga «de menos» a sus criaturitas, al fin y al cabo es su trabajo. Eso sí, si el cambio se dió por Superman sería un tanto irónico, porque al fin y al cabo uno de los puntos de fricción del JLA/Avengers original se debió a una escena escrita por Gerry Conway (aquel proyecto lo realizaba en su totalidad DC, Marvel debía dar el visto bueno y poco más) en la que Superman se encontraba Krypton en una lista de planetas que iba a ser devorado por Galactus y lo borraba de la misma… Dejando que el devorador de mundos se zampara el resto de planetas. Algo muy propio del mayor héroe de la historia y que, tal y como cuenta Roger Stern, les dejó patidifusos tanto a él como a Mark Gruenwald, encargado por parte de Marvel de supervisar el proyecto.

El que metió la pata de verdad fue el que le dió luz verde a George Pérez para empezar a dibujar antes de que Marvel hubiera aprobado el guión.

En cualquier caso, es cierto que el tercer número de la serie probablemente sea el más flojo, con lo que también es probable que en vez de añadirse un elemento se sustrajera otro y éso provocó que el argumento se volviera más simplón, pero desde luego no se me ocurre que puede ser. Cansado y derrotado por ser incapaz de descubrir qué es lo que pudo pasar en ese cómic, me di cuenta de otra cosa más triste todavía: JLA/Avengers es el fin de Marvel y DC, su canto del cisne. Pensadlo por un momento, ¿cuándo empezó todo a irse de madre, a volverse tan «intenso»? Por parte de DC buena parte de los 80 y 90 fueron bastante salidos de madre sí, pero el punto de ruptura fue Identity Crisis. El argumento no importaba tanto como que las cosas que pasaran fueran muy impactantes, y cuando tocaba escribir el guión directamente la caracterización brillaba por su ausencia; he escrito bastante ya sobre ese cómic así que mejor me callo, así que me centraré un poco más en el punto de ruptura de Marvel… Que es un pedazo de cómic, un buen cómic. New X-Men.

Bill Jemas, cuánto daño has hecho.

Lo sé, lo sé, algunos os estáis tirando de los pelos y diciendo «¿pero cómo es posible que no digas que el punto de ruptura es Disassembled, con Bendis rompiéndolo todo? ¡Queremos nuestra ración de odio a Bendis!». Ya bueno, pero yo no estoy de acuerdo. El cómic de Bendis llega años después de New X-Men con la consigna de trasladar exactamente lo que Grant Morrison hizo con New X-Men a Los Vengadores. Y Bendis, lejos de saltar directamente a la parte que le interesaba -unos Vengadores compuestos por Spiderman, Lobezno y algunos más- decidió hacer algo que sería muy raro de ver a posteriori que es contar cómo se llegó a ese punto. Y defiendo vuestro derecho a aborrecer Disassembled -de entrada está horriblemente dibujado, cosa que no se puede decir de los interiores de Identity Crisis- pero tenéis que entender que hizo ese trabajo… Y New X-Men no. New X-Men saltó directamente a la parte que le apetecía y lo hizo con toda la intención, porque Morrison creó una ruptura deliberada mediante un salto temporal que en apariencia no se da en Identity Crisis… Aunque lo que hace realmente es coger el estado «temporal» de los personajes que le vino a Brad Meltzer en gana, con lo cual tampoco se puede decir que estuviera respetando mucho el trabajo de los guionistas anteriores; lo importante es que Morrison fue la primera estrella a la que le permitieron carta blanca para cargarse lo que había y lo hizo.

Morrison usó la provocación sobre todo en los primeros números, pero las consecuencias fueron que sus sucesores pensaron que solo con la provocación ya valía, algo que otros guionistas como Warren Ellis ya tenían muy interiorizado de mucho antes.

Que lo del «un año después» ya lo había hecho la etapa prácticamente anterior a New X-Men, sí, pero la forma de escribir a los personajes totalmente distinta e inconsecuente con la caracterización anterior, contradiciendo a menudo lo que esos mismos personajes decían de si mismos ni un año antes y que el público ni pestañeara con ello -peor todavía, estaba encantado con ello- provocó que Marvel viera que tenía carta blanca. Que preocuparse tanto por tener unos personajes regidos por la causalidad no merecía la pena, y que todos valoraban más una buena frasecita que el trabajo de meses y meses de construcción del personaje. Que no nos engañemos, Morrison construyó y deconstruyó buena parte de los personajes, haciéndolos suyos, pero con la tontería le pasó por encima a Lobezno -su Logan es bastante más plano que el original y más parecido a la idea que tenía de él la gente que no había leído un solo número de X-Men, la de un borracho adicto a la violencia que de vez en cuando se pone tierno y hace de figura paterna de alguien- y personajes como Jean Grey, La Bestia o Charles Xavier sufren tremendamente porque Morrison solo tiene ojos para la historia de Cíclope que está contando, que curiosamente sí está enraizada en el hecho de que durante una etapa anterior estuvo poseido por Apocalipsis y se está preguntando qué quiere de la vida. Lo dicho, el cómic es bueno en lo que le importa, pero el mensaje que le dió a la editorial fue nefasto; da igual lo que hagas con los personajes con tal de que pasen cosas gordas de las que hable todo el mundo.

¡Por supuesto que de aquí sacaron la idea para la escena del Capi en Endgame!

Y con eso volvemos a JLA/Avengers, un tebeo de la vieja escuela, retro, rancio, totalmente pasado a ojos de esa «nueva forma de hacer cómics». Pérez llena todas las páginas de millones de personajes hasta ser molesto, Busiek se preocupa más porque los personajes parezcan escritos por autores de hace veinte años que por molar. Y sí, el cómic tiene escenas memorables que todo el mundo repitió en su día, pero curiosamente cuando recordamos la escena de Batman dándole una paliza al Castigador nos olvidamos de que ni siquiera se cuenta en el propio cómic -es un comentario fugaz de un personaje, nada más- y que el valor de la misma reside en que Batman aborrece las armas y el Castigador es un adicto a la violencia que las fetichiza. Y pasa lo mismo cuando vemos a Ojo de Halcón llamar a la Liga de la Justicia «unos malos imitadores del Escuadrón Supremo» o cuando, por supuesto, Superman toma Mjolnir y el escudo del Capitán América. Todas esas escenas funcionan, sobre todo, por el trabajo de años sobre esos personajes, que le dan contenido a esas viñetas concretas y nos llevan a que cuando las leemos ahora nos demos cuenta de que a posteriori se han hecho buenos tebeos de Marvel y DC en los que sus autores han cuidado estos mismos elementos básicos de la escritura, pero no en proyectos de perfil tan alto. JLA/Avengers es, como decía Don McLean, el día en el que la música murió.

Pero si algo hay relativo en el Universo DC y Marvel es precisamente eso, la muerte.

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