El caso de Steve Leialoha es uno curioso, porque no deja de ser uno de esos dibujantes/entintadores que trabajó en clásicos como el Warlock de Jim Starlin, Doctor Extraño junto a Roger Stern, los Nuevos Mutantes de Chris Claremont y Bill Sienkiewicz o, más adelante, en series como Fables, siendo el entintador de Mark Buckingham. ¿Ha tenido reconocimiento por su carrera? Sí, desde luego, han llegado a darle algún Eisner y otros premios, pero nunca ha sido algo espectacular. Y aun así, pues oye, no dejaba de ser un dibujante la mar de apañado.
Que recuerdo una carta a los Nuevos Mutantes en la que un lector airado le decía al pobre Profesor Loki lo mucho que odiaba a Leialoha como dibujante, que poco menos que si se lo cruzaba en un salón lo reventaba. Era una época un tanto «salvaje», porque quieras que no era cuando parecía estar de moda vituperar a los dibujantes de Nuevos Mutantes después de que se abriera la veda con el propio Bill Sienkiewicz (algo que en realidad no ha pasado de moda, porque la gente sigue siendo la mar de extrema). Pero donde Leialoha se curtió como dibujante fue en Spider-Woman, la serie sobre la detective Jessica Drew que se creó por una cuestión de protección de marcas y a la que misteriosamente -comillas comillas- muchos autores le cogieron cariño pese que nunca fue un cómic de gran éxito. Que sí, que todo lo que escribiera Claremont por la época era de gran interés para la generación de autores posterior, pero más allá de sus apariciones en Uncanny años más tarde, Jessica Drew hasta fue jubilada como Spiderwoman y fue sustituida por aquella impostora pelirroja de Secret Wars. Que, bien pensado, Secret Wars estaba lleno de sucesoras «por mis ovarios», pero supongo que éso ya es otra historia.
Para cuando se publica Spider-Woman 34 Leialoha ya lleva unos meses en la serie y es el dibujante regular, pero es el primer número de Claremont. El británico llega como el posible gran salvador de la serie, pero en realidad no se quedará más de un año y acabará llevándose a Leialoha a los mutantes, con lo que la pobre Jessica se quedará sin serie para el número 50. Claremont se estrena en la serie recuperando a Yunque y Martillo, dos villanos de lo más garrulo que habían tenido sus roces con Hulk y con Spiderman (a cargo del propio Claremont y con la organización de Moses Magnum, DRC, de por medio) y que no tendrían mucho más recorrido, porque el Azote acabaría limpiándoles el forro. Pero en el cómic que nos ocupa los dos están bastante vivos, y disfrutando del inmenso placer que es reventar un Rolls-Royce (y repito que se llaman Yunque y Martillo y no Hoz y Martillo, ojo).
Spiderwoman acaba hecha unos zorros porque pierde temporalmente sus poderes en media pelea y los dos pillos consiguen su objetivo de secuestrar a una de las tripulantes del vehículo, Amanda Sheridan, abuela a su vez de Samantha Sheridan, que también iba en el coche y comparte su mismo apellido porque… Yo que sé, si los Austrias pueden los Sheridan también. Jess acompaña a Samantha a su casa de Beverly Hills tras descubrir que el cateto de Yunque se ha dejado su carnet de empresa en la escena del crimen, revelando que los dos trabajan para la DRC del fallecido Moses Magnum. DRC que, curiosamente, está intentando una OPA hostil contra la empresa de las Sheridan y por eso la han secuestrado. Tras una pequeña conversación Jess convence a Samantha de que lo mejor para rescatar a su abuela es dejarla hacer, y de la misma pone manos a la obra a todos sus amigos para que le consigan una entrevista de trabajo en el complejo de DRC donde sospechan que está encerrada la abuela. No es que sea el mejor trabajo de detectives del mundo, pero a la hora de la verdad funciona y Spider-Woman acaba infiltrándose en el edificio.
Por el camino nos encontramos con el espinoso asunto de las feromonas; por la época y para poder funcionar en sociedad, Jessica tomaba unas pastillas para suprimir su poder de atracción animal y así poder vivir tranquilamente en sociedad, pero de un tiempo a esta parte su cuerpo ha desarrollado inmunidad a los efectos de las pastillas y ha tenido que empezar a tomar más pastillas, provocando así el efecto secundario de que sus poderes empiecen a fallarle y así es como durante la pelea que arrancó el cómic ella notó esos fallos en sus poderes. Convencida de que va a necesitarlos para la infiltración, decide no tomarlas y de la misma sus feromonas vuelven loco al entrevistador de la empresa, que no tarda en meter fichas y comerle los morros a la primera oportunidad:
Naturalmente, Jess se libra de él en cuanto puede y se patea todo el edificio hasta encontrar a la abuela, que como buen personaje femenino claremontiano no solo había conseguido ella sola escapar de su celda, si no que se había agenciado un mandroide para pasar desapercibida. Jess y la buena señora escapan de allí volando porque el tiempo es oro y la señora tiene que llegar a la junta de accionistas para evitar la venta de su empresa (esta gente siempre está estresada) por lo que los mandroides de DRC empiezan a perseguirlos por medio monte y hasta Yunque y Martillo reaparecen para desempatar, porque Jess ya se los había encontrado dentro del complejo y con sus poderes al 100% había conseguido tirarlos al vacio. Que, si lo piensas, es la mar de práctico eso de que tus enemigos estén unidos por una cadena, porque si tiras a uno el otro no tarda en caer detrás, sobre todo si la cadena que los une hace que todo lo que afecte a uno le afecte al otro también, que se lo digan si no al Azote. Pero estábamos hablando de Spiderwoman.
Porque precisamente lo que hace Spiderwoman para derrotarlos es usar su aguijón bioeléctrico a través de la cadena en cuestión, noqueando a una parejita que no volvería a aparecer hasta… Oh, su muerte a manos del Azote. Vaya. Y no, no los resucitaría nadie en estos cuarenta años, a este paso van a batir el record de Bucky. Jess y Amanda consiguen escapar finalmente y llegar a la junta de accionistas para evitar la venta, pero como había que hacer más dramática la situación uno de los miembros de la junta de Sheridan decide sacar una pistola para matar a Amanda porque… Yo que sé, le apetecía ir a la cárcel. Porque digo yo que si matas a alguien en una junta de accionistas el juez va a considerar que la operación financiera es cuanto menos sospechosa, con lo que no creo que a DRC le beneficiara mucho la situación. El cómic acaba con una bonita escena en la playa de Jessica con su amiga Lindsay McCabe que es interrumpida por Angar el Aullador, otro de los «refugiados» de trabajos anteriores de Claremont…
No es una gran historia de Claremont, es más una toma de contacto con el personaje y el dibujante que otra cosa. Leialoha es bastante efectivo y la historia se lee facilmente, pero narrativamente no pertenece tampoco a la «vieja escuela», que para entonces ya era la de John Buscema. Tenemos que entender que es un periodo de experimentación a muchos niveles y Leialoha no se corta en romper algunas de las reglas académicas para contar la historia, aunque en más de una ocasión las cosas no le salieran de la mejor forma. Lamentablemente, es precisamente éso lo que muchos lectores de la época no le perdonarían, pero a toro pasado éso ya nos da igual. La semana que viene demostraremos a la perfección aquel dicho de «otros vendrán que bueno te harán» y saltaremos a la otra serie que se creó por cuestiones de marca registrada, Savage She-Hulk. No, no va a ser bonito y sí, estamos a un par de semanas de algo peor…