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Thor, Rick Leonardi y la fe mal entendida: El día en que Frank Miller salvó Marvel (III)

A la hora de tomar estas «instantáneas» en el tiempo a veces te da la sensación de que no eres justo cuando te toca, como en el caso del Thor 303, hablar de un número de relleno, de lo que se llamaba en aquellos tiempos un «fill-in». Thor era una serie que hasta hacía bien poco había sido el cortijo personal de Roy Thomas, pero que tras su espantada a DC sin que Jim Shooter se lo explicara muy bien (aunque él no lo reconozca, le vino bien librarse de todos los gallos del gallinero) había quedado en las manos de los editores Mark Gruenwald y Ralph Macchio. Y aun así todo esto nos da igual porque repito, hablamos de un número de relleno.

Ojo que esta escena sale tal cual en el cómic, ¡no engañan a nadie!

«El Milagro de las Tormentas» es un cómic de relleno, sí, pero creo que también nos vale para entender la imagen que se tenía de Thor en aquel momento y la conciencia social que están tomando los cómics en ese momento. La Marvel de los 70 había sido la de los hippies, la de autores que eran conscientes del mundo que les rodeaba y que trataban de plasmarlo en su trabajo, y en este cómic de Doug Moench y un enmascaradísimo Rick Leonardi por Chic Stone (que no figura como entintador, si no como codibujante) lo vemos bien claro; un magnate de la propiedad quiere hacerse con los terrenos de una iglesia para derribarla y construir apartamentos que vender y/o alquilar por una fortuna, lo que es la gentrificación de toda la vida. Thor tratará de ayudar al párroco de la iglesia y ayudar a sus cada vez más pobres y escasos feligreses, porque los ricos cuando van a misa supongo que van al Valle de los Caídos o algo así. Yo que sé.

Sí, éste es el primer trabajo publicado de Rick Leonardi.

Lo importante del cómic no es tanto la historia que cuenta o cómo se cuenta (aunque de eso algo hablaremos, sí) como la forma en la que se trata al personaje de Thor. Tenemos que ser conscientes de que Thor es uno de los personajes más kirbyanos de todos, uno de esos que como secundario en los Vengadores funcionaba bien, pero como personaje principal de su propia serie pocos autores habían conseguido hacerlo funcionar. Creado en origen como la contrapartida de Superman de Marvel, su serie era por mucho la peor de la primera hornada de Marvel (tanto en guión como en dibujo, por algo será) hasta que unos años más tarde Kirby se hace con ella y la convierte en la épica mitológica que definirá al personaje durante los años posteriores. Tras la marcha de Kirby y como decíamos más arriba, sería Roy Thomas el gran sucesor y el que lo enfrentaría a amenazas colosales y lo «conanizaría», versionando historias de la mitología nórdica y del propio Kirby en otras series para enfrentarlo a relatos más grandes que la vida y blablabla. El resultado que tenía la serie era la de un personaje cuya caracterización se basaba en algunos de los peores tics de Stan Lee, con un personaje insoportablemente pedante largando terribles monólogos supuestamente shakesperianos completamente vacíos en la mayor parte de los casos.

Y Byrne se quejaba de la verborrea de Claremont…

Thor ya estaba en línea descendente con Roy Thomas, pero con Macchio y Gruenwald va más para abajo, y la cosa iba peor todavía si teníamos en cuenta que por la época estaba dependiendo periódicamente de números de relleno a cargo de un Doug Moench completamente desinteresado -le interesa más la gentrificación que Thor, y eso se nota mucho- o Bill Mantlo, que para no variar aceptaba cualquier encargo que le pasara por delante y a otra cosa. Y así es como teníamos épica cósmica pedante e insoportable mezclada con supuestas historias cotidianas como la presente que se podrían contar con Spiderman o con Superman, pero que en este caso supuestamente Thor aportaba un plus porque él es un dios y se está hablando de la religión y la fe… De la forma más superflua del mundo. Porque a ver.

A ver si lo que te va a faltar no es la fe, si no un mínimo de decencia humana…

Fuera del asunto de los matones y la gentrificación, el cómic nos cuenta una crisis de fe en toda regla. El Padre Coza -ojo que su nombre no aparece hasta la página 11 del cómic, lo cual manda narices teniendo en cuenta la rigidez con la que manejaba estas cosas Jim Shooter en aquellos tiempos- está cansado de soportar el acoso de los mafiosos de Simoni, el típico señor gordito y con bigote que debe de ser muy fan de Caruso o uno de esos, y por eso está a punto de rendirse, vender la iglesia y hasta colgar los hábitos. Thor, no sin falta de interés porque él mismo al principio del cómic viene a decir que como dios él no es nada sin la fe de los humanos, dice a eso no y procede a apalizar a todos los matones hasta que el padre Coza ve a Thor como un mensaje de Dios, una herramienta de su voluntad divina y decide continuar con su vida de servicio al prójimo… Y ahí es donde te das cuenta de que la historia está completamente descuajaringada, porque la fe es precisamente lo contrario a «recibir señales del cielo», la fe es una convicción que no necesita empujoncitos. Si Coza hubiera aprendido que él mismo es una herramienta del divino que tiene que luchar por los suyos igual que lo hace Thor, la cosa habría quedado bastante mejor, pero tal y como lo cuenta el cómic el cura en cuestión se habría rendido si no hubiera visto un milagro nórdico. Y eso por no hablar de la señora que le pide consejo porque está de cuatro meses y no tiene dinero para alimentar al churumbel, y aun así el párroco le viene a decir que un hijo siempre es alegría y esas mamarrachadas; ¡o le das de comer al niño o déjale abortar a la señora, pedazo de cabrón! ¡Que a tí lo único que te importa es tu fe de boquilla, ojalá te hubieran derruido tu iglesia de los cojones, que para los consejos de mierda que das era mejor que te hubieras dedicado al diseño gráfico!

¡Que no te crees ni tú la mierda que le estás soltando!

Y bueno, sí, es un Rick Leonardi novato al que Chic Stone esconde como puede, por la época hace algunos números de relleno más para Thor o Spiderman que dejan claro que Marvel no tiene demasiada confianza en él -es cierto que está verde- pero que bajo disntintos «embellecedores» el resultado que se intuye por debajo puede que no sea tan «académico», pero si que es bastante más interesante que sus enmascaradores. En resumidas cuentas, Thor es un cómic anclado por una imitación a un pasado mal entendido que está en la cuesta abajo, y solo cuando los editores de Marvel se desesperen y decidan darle carta blanca a un joven talento de creatividad desbocada, como pasó con Daredevil, la serie llegará a desplegar todo su potencial.

¡Ojo!

La semana que viene vamos a ver un clásico que no está al nivel de Shakespeare para el gran público pero para nosotros vaya que si lo está, la adaptación de El Imperio Contraataca a cargo de Archie Goodwin y el mismísimo Al Williamson. Y no, ya no se hacen tebeos como estos.

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