Lo malo de tener tres películas pendientes de estreno cuando anuncias una remodelación total y absoluta de tu universo cinematográfico, un reinicio en toda regla, es que las tienes que seguir estrenando a riesgo de perder mucho dinero. Probablemente la más complicada de todo el paquete es Flash, a pesar de que sus cameos parecen haber sido capaces de convencer a bastante gente de ver una película protagonizada por un tipo con serios problemas de delincuencia. Que ya sé que algunos son muy partidarios de separar obra y autor, pero todos somos incapaces de hacer eso cuando nos tocan las narices.
Shazam: La Furia de los Dioses era seguramente la película que lo tenía más fácil para escapar de la quema, porque a diferencia de la ya mencionada Flash y Aquaman 2 no cuentan entre su reparto a gente con problemas con la ley o, directamente, el infausto recuerdo de Zack Snyder. Shazam, la primera película, estaba enfocada hacia un público completamente distinto al intensitoverso y buscaba una audiencia más familiar, más generalista. El experimento, realizado con la mitad de presupuesto que una de las superproducciones principales de la WB, salió más o menos bien y resultó bastante rentable, con lo que Warner no tardó en dar luz verde a una secuela y así es como acabamos con que Shazam tenía otra película y el Hombre de Acero no (si es que no contamos a Batman v Superman como secuela de Man of Steel, que yo la contaría pero algunos vete tú a saber por qué dicen que nones, cosas másraras hacen estos…). Esta secuela cuenta con algo más de presupuesto (tampoco mucho más, no nos engañemos) pero con el handicap de que los niños protagonistas han pegado el estirón y ya no parecen tan entrañables, porque perdemos al niño que se transforma en gigante y lo que nos encontramos es a un chaval a meses de cumplir los 18 que casi es tan alto como su contrapartida adulta, Zachary Levi. Y éso acaba siendo un problema mayor de lo que uno podría pensarse en un principio.
Porque esta segunda parte es más familiar todavía y lleva el centro de la trama a la necesidad de Billy Batson de hacerse mayor, de madurar, cosa que a él le aterra y por lo que prefiere mantenerse todo el santo día convertido en el Capitán Marvel y prohíbir a todos sus hermanos -convertidos en la Marvel Family tras el final de la película anterior- realizar actividades superhéroicas de forma independiente. Esto le resulta particularmente difícil a Freddy Freeman, que realiza escapadas de vez en cuando para luchar contra el crimen y hasta hace algunos usos egoistas de sus poderes. No es un conflicto, el de Billy y Freddy, el que se lleve muy lejos en la película y se usa más para ilustrar la incapacidad de Billy para conseguir que se paren los cambios, pero a la vez -y ahí viene el gran problema- nos damos cuenta de que Billy Batson ya es demasiado mayor para ser tan niñato, tan imbécil. El Billy de la primera parte tenía doce o trece años, era más creíble, pero cuando se tienen dieciocho años y estás soltando frases como «zas en toda la boca!» como que tienes un problema muy serio. Y no, no me refiero exactamente a la referencia a Big Bang Theory, si no al hecho de que Billy es un perfecto imbécil que se pasa toda la película metiendo la pata mientras el resto de sus hermanos son testigos mudos de su estúpidez. Que bueno, por lo menos Mary Marvel debería decir algo. Y lo dice, pero muy poco.
En el frente contrario tenemos a las villanas, unas hermanas que tratan de vengar la muerte de los «viejos dioses» y reconstruir su panteón. No son personajes muy desarrollados y la mayor parte del tiempo se las ve más empeñadas en romper cosas que en demostrar que tienen un plan claro, pero hay que reconocer que el contraste entre gente que se toma tan en serio con los verdaderos cabestros de la familia Marvel es algo que funciona bastante bien. Que no nos engañemos, por mucho que Billy ahora sea «mayor», sale tan poco en la película que a ratos hasta puedes imaginarte que sigue siendo un crío y así el personaje tiene mucho más sentido; en el fondo no dejamos de estar ante una película sobre Billy y uno o dos de sus hermanos -el resto están para hacer bulto y se nota mucho- con lo que para cuando acaba la película no tenemos la sensación de que nos han contado una historia que nos haya dejado a medias o algo parecido, porque no deja de tener unas partes definidas. Y aun así…
Han saltado los de siempre con lo de la «fatiga superhéroica». Y sí, tanto Ant-Man 3 como Shazam 2 han hecho menos taquilla de lo esperado y la crítica no ha sido favorable con ellos. Podríamos pensar que esto se debe a que la gente ya se ha acostumbrado a los personajes rompiendo cosas y los espectáculos en mundos CGI, pero habría que ser muy inocente o idiota para creerse eso. La gente va a seguir viendo estas extravagancias cinematográficas, y el verdadero problema de Shazam 2 viene de la sensación que tuvieron muchos espectadores de que esta película «no contaba», ejemplarizado perfectamente por el cameo en falso de Superman en ella… Cameo que en el guión original iba a ser completamente verdadero y con la cabeza en su sitio, por lo que la propia secuela no deja de hacer alguna broma con el asunto y dejar claro el malestar de los autores. Y es una pena que los ignorase hasta la propia Warner, porque quieras que no no dejaba de ser la mejor película del DCEU y seguramente de lo poco que merecía la pena rescatar. En fin, otro problema menos para Gunn y Safran a la hora de pulsar el botón de reinicio…