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Human Target de Tom King y Greg Smallwood: Viejos terrores

Si las cuentas no me fallan, hoy sale a la venta el último número del Human Target de Tom King y Greg Smallwood. Ha sido una buena serie, con un apartado artístico soberbio y un King que ha sabido reinterpretar a buena parte de la Liga de la Justicia Internacional, dándole un sabor amargo a todo el relato porque, dejando de lado que el protagonista ha sufrido un envenenamiento y eso suele dejarte perjudicado, es un cómic bastante crepuscular para personajes que, esencialmente, han sido criaturas de la comedia, del BWA HAH HAH HAH. Podría decir que me cabrea que me recuerden constantemente lo viejo que soy, si no fuera porque en este caso no nos enseñan a los personajes ancianos y decrépitos, simplemente los hacen «más realistas». Y éso es una auténtica barbaridad.

Sí, es Hielo de la JLI. Ella y Christopher Chance son los protagonistas de la serie.

No os engañéis, no estoy diciendo que sea un mal cómic ni mucho menos. Es un gran cómic siguiendo sus reglas, pero si algo ha demostrado King a la hora de reinterpretar a sus personajes favoritos es que no es capaz de contar una historia sobre ellos que no corte. Sí, la pastelada de Batman y Catwoman era todo felicidad y ellos eran jodidamente invulnerables, Heroes In Crisis no dejaba de ser King imolándose para poder salvar a Wally West -no lo olvidemos, la idea original de DiDio era convertir a Wally en un asesino psicópata peor que el Profesor Zoom- pero el resto de trabajos de King han llevado a seres optimistas y felices como Adam Strange o Mister Miracle a literalmente querer cortarse las venas. Es, lo que solía decir Alan Moore, repetir una y otra vez los cómics de los cinco años centrales de la década de los ochenta, «matar la diversión» como decía Frank Miller.

Sí, la cosa pintaba que iba por donde pintaba, porque al final Black Label suele significar lo mismo que Elseworlds o What If, todo va de mal en peor hasta acabar como el rosario de la aurora.

El truco en realidad es espantósamente sencillo y reconocido por todos: seleccionas un personaje de un género y cuentas con él una historia completamente distinto. Lo fácil es ir a los contrastes fuertes, elegir el personaje más inocente y sencillo e introducirlo en una novela de Joh LeCarré, llena de falsas apariencias y engaños constantes. Es lo más fácil del mundo, sobre todo para un ex-analista de la CIA, pero si no te andas con cuidado así te acaban saliendo animaladas como Winnie The Pooh: Blood and Honey, que aunque no la he visto las primeras impresiones son terribles. El viaje suele hacerse solo en un sentido, de la inocencia y/o el idealismo hacia lo tenebroso y deprimente, y digo suele porque ahora mismo me cuesta recordar el ejemplo contrario, pero seguramente los haya. Que puede que Mark Millar consiga ir de Némesis a Huck, pero Némesis no va a ir de Ireedemable a Superman (aunque lo intentase). Es lo que decía el viejo Yoda, cuando empiezas a caminar por el sendero tenebroso, tu destino para siempre dominará y te consumirá como hizo con el discípulo de Obi-Wan. No hay historias de redención que te lleven a ser Superman, y todos los que lo han intentado se han llevado una amplia resistencia por parte de un gran sector de los lectores, con lo que para redimir a un héroe caído como Hal Jordan se tuvo que convencer a todo el mundo de que no fue cosa suya, que «alguien» le obligo. Entendiendo alguien por Paul Levitz, Mike Carlin y, en última instancia, Ron Marz, aunque diera la cara por todos ellos y lo hiciera lo suficientemente mal como para años después el quitar de en medio a Kyle Rayner no fuera mayor perjuicio. Pero estábamos hablando de Human Target.

Es otro enfoque de la JLI, no demasiado distinto -aunque estemos curados de espantos, no lo suficiente- pero si lo suficiente.

Hay algo de hartazgo, sí, porque entiendo que la chavalería que es el público objetivo de estos cómics y ellos tienden a buscar historias trascendentales y definitivas de los personajes y no hay nada más definitivo que el sufrimiento y la muerte, el fin absoluto. Y así es como lo que los editores tienden a aprobar historias que vayan por estas coordenadas, porque su trabajo no es tanto buscar buenas historias como grandes éxitos, con lo que a falta de que King y Smallwood se nos destapen en el último número con mariposas y un arcoiris, podemos dar por hecho que esto acabará mal. Los chavales seguirán encumbrando a lo más alto animangas como Attack on Titan o Tokyo Revengers (cuidao con ese que tiene trampa) pero si nos fijamos un poco mejor en ese mismo sector hay mucho margen para la esperanza, porque ahora mismo es un mercado que está siendo desbordado por un éxito que va en un sentido abiertamente contrario, el BL. El BL no solo son niños besándose, una de sus diferencias fundamentales respecto al yaoi seinen de antaño es que ya no tiene almas torturadas, tiene a gente que sonríe y es feliz de descubrir el mundo y a si mismos.

Yo, metiendo viñetas de BL. ¡Para que veáis que voy en son de paz!

Ya, ya sé que a alguno le chocará que una supuesta reseña de Human Target acabe convertida en una apología del manga BL, pero es que en los últimos años hemos tenido una explosión de manga optimista que ojalá tenga una gran influencia porque nos hace buena falta; Doctor Stone tiene mucho de lo que le viene faltando a Los 4 Fantásticos desde hace mucho, Spy x Family, Urusei Yatsura y hasta Cosplay Doll muestran mundos que van desde la comedia pura y dura o la parodia hasta la historia de aventuras con el optimismo puesto en el centro de todo. Si el manga pudo salir de los «tebeos de sufrir» DC Comics puede salir de ello, y seguramente de las dos grandes sea la editorial con más puntos para hacerlo, porque no deja de ser la que se ha recuperado mejor de la crisis creativa de 2020 aunque solo sea porque cualquier cosa después de Dan DiDio parece una mejora.

¡Mucho Black Label pero luego todo esto acaba siendo canon y lloramos!

Que nadie se engañe, Human Target es un gran cómic. Greg Smallwood es un prodigio que mezcla lo mejor de la ilustración rockwelliana con Eyvind Earl y Alex Toth, uno de esos autores con identidad propia pese a lo mucho que levanta de otros -¿y quién no lo hace?- y King sigue sabiendo construir el relato a través del diálogo como pocos lo hacen hoy en día, construyendo personajes viñeta a viñeta. Es un pedazo de cómic, sí, pero estoy cansado. Ojalá me equivoque y termine el último número de Human Target con una sonrisa en los labios, pero los precedentes me hacen temer lo peor. Veremos.

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