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Auge y caída de los videoclubs: Historia del video (II)

Decíamos ayer que la introducción de los dos estándares de video en el mercado no solo tuvo un campo de batalla en la venta de cintas vírgenes y en la de películas, si no que tuvo su enfrentamiento más encarnizado en las tiendas de alquiler de películas, que se veían obligadas a marcar un territorio para el Betamax y otro para el VHS. Sin embargo, el videoclub acabaría siendo mucho más que un simple escenario para este enfrentamiento…

El videoclub como herramienta para marcar la pertenencia de una escena a un periodo histórico en Captain Marvel (2018).

Porque el videoclub no solo alquilaba películas, si no también videojuegos, música y hasta vendía chucherías. Se convertía en un centro neurálgico de los barrios donde se socializaba, se discutía sobre cine y películas y, si se entraba en ciertas zonas, hasta uno aprendía educación sexual de aquella manera. La aparición de la nueva forma de consumir cine no iba a estar exenta de polémica, porque desde un primer momento Hollywood tuvo una actitud hostil ante el nuevo formato para, una vez perdidos los juicios correspondientes, correr a abrazarlo de lleno, creando sus propias redes de distribución de sus películas e intentando hincarle el diente al mercado de alquiler creando copias específicas para el mismo. Las películas, que antes de la irrupción del nuevo aparato habían disfrutado de una explotación en cartel durante meses y restrenos periódicos durante años, de repente se encontraban ventanas entre el estreno en cines y su edición en video cada vez más corta; para entendernos, si a principios de los 80 veíamos como En Busca del Arca Perdida tardaba tres años en salir en VHS, para finales de la década pocas eran las películas que tardaban más de seis meses en salir en video, y con el tiempo esa distancia se reduciría aun más.

Indiana Jones empezó la era del videoclyb… Y bueno, en cierto modo la terminó con La Calavera de Cristal.

Y es que ya a mediados de los 80 empezaríamos a encontrarnos con cintas como Terminator o Gremlins que disfrutarían de mayor éxito en videoclubes que en el propio cine, con lo que su periodo de explotación en cine fue bastante corto y se convirtieron en verdaderas estrellas de los videoclubes. Productoras como Carolco, Orion o clásicos de la explotación como Cannon se volcarían principalmente en el videoclub, con productoras completamente independientes como Troma haciendo del estreno en cine algo testimonial y convirtiendo el video en el centro de su negocio; y es que el nuevo formato permitía que algunos géneros minoritarios como el terror y el gore experimentaran una subida de popularidad tremenda en un formato que le permitía explayarse a gusto con producciones baratas que habría sido muchísimo más complicado estrenarlas en cines.

Hubo auténticas piruetas comerciales en la distribución de algunas películas, por decirlo suavemente.

Paralelamente a todo esto surgieron formatos como el ya mencionado Laserdisc o el VideoCD, pero ninguno de ellos consiguió el arraigo suficiente como para sustituir al VHS; se solía decir por la época que solo un formato de mayor calidad que permitiera la grabación de programas podría matar a las viejas cintas de video, pero lo cierto es que el sistema que acabó sustituyéndolo sería el DVD, aparecido a mediados de los 90 y que ni por asomo tenía la facilidad para grabar y regrabar del VHS. La implantación del nuevo formato, impulsada sobre todo por Sony a través del caballo de troya que supuso su PlayStation 2, acabó llevándose a cabo con la entrada del nuevo siglo, pero no duró tanto como el VHS porque el Blu-ray, tambien de Sony, acabaría haciendo acto de presencia hacia 2006, llegando a implantarse definitivamente en 2010. Para entonces el VHS prácticamente había desaparecido, pero el Blu-ray tampoco tendría el éxito de sus antecesores porque los videoclubes habían empezado a desaparecer; con la introducción de conexiones a internet cada vez más rápidas, el consumidor había conseguido un sistema mucho más rápido para conseguir películas en su casa de forma rápida y gratuita, con lo que pasarse por el videoclub ya no se veía como algo rápido y barato si no como algo caro y engorroso.

No, no eran muy distintos los anuncios del VHS de los del DVD.

Si sumamos a todo esto la aparición de los primeros servicios de video bajo demanda como Itunes o de streaming como Netflix, las ediciones de películas en formato físico comenzaron a ser cada vez más raras en paises de habla no inglesa, con lo que de la noche a la mañana las secciones de cine de los grandes almacenes empezaron a disminuir de tamaño cada vez más rápido y dejaron de tener interés hasta como objeto de regalo. El cine ya era algo que veías por internet o por televisión, ya no se vendía ni el DVD de la última de Disney. Y en realidad, tampoco se puede decir que estemos mejor que antes. Porque aunque en un principio solo teníamos una sola plataforma de streaming que más o menos disponía de todo, Netflix, a día de hoy tenemos multitud de ellas que monopolizan su contenido y lo retiran a placer, con lo que así nos encontramos como HBO max retira parte de su contenido solo para pagar menos royalties, haciéndolo inaccesible para el consumidor.

Los servicios de streaming solo le dan prioridad a las novedades.

De la misma forma, y porque el contenido que ponen en su plataforma sigue teniendo que pagar derechos de autor, se niegan a colocar series o películas que conlleven pagar derechos de discográficas de la competencia, y así es como tenemos series como Aquellos Maravillosos Años mutiladas con canciones distintas a las originales o, en el peor de los casos, series de éxito de los 80 como Luz de Luna completamente desaparecidas porque también tenían un montón de canciones. Y eso por no hablar del espinoso tema de los derechos de doblaje, que provocó que HBO no pusiera la serie de animación de Batman -doblada por Mediaset- o Disney ponga en su plataforma series que sí están en EEUU como MASH.

Si es que ya dan hasta pereza…

La desaparición del formato físico y la tiranía de los servicios de streaming nos ha convertido en auténticos diógenes digitales (heh), y lo que en los tiempos de ruido y furia de la piratería provocaba que miraras con extrañeza a esos amigos que tenían miles y miles de cds de películas pirateadas en un armario, ahora es hasta algo justificado, porque son precisamente aquellos locos de la piratería los que hacen que se pueda disponer en las vías alternativas de internet de copias de series y productos que de otra forma nos resultarían completamente inaccesibles. Pero qué le vamos a hacer, si nos han dejado hasta sin los videoclubes…

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