Terminator es una de esas películas «seminales» que dicen los pedantes cuando lo que quieren decir en realidad es que inspiró un montón de copias. Lo curioso de todo esto es que, en realidad, es una película que a su vez fue denunciada por copiar, por plagio, y acabó teniendo que reconocerlo por miedo a ir a juicio y tener que pagar un precio mayor. Pero no nos adelantemos, estamos en 1982 y James Cameron tiene dolor de barriga…
Cameron era un camionero adicto a la ciencia ficción que un día vió La Guerra de las Galaxias (Star Wars, la original del 77) y se dió cuenta de que en realidad éso era lo que quería hacer con su vida. A Cameron no le había interesado el cine hasta el momento en que se dio cuenta de que eso que leía en sus revistas de ciencia ficción se podía hacer en película. Que le podía haber dado por los cómics -algunos ya sabéis de sobra que pujó por hacer una película de X-Men en plenos ochenta, pero el malvado Stan Lee le convenció para hacer Spiderman en plena jeta de Chris Claremont y el resto es historia- pero no, se puso con el camión hasta que tuvo la revelación via Lucasfilm y se puso a estudiar cine. Y tras esos estudios tuvo su bautismo de fuego en una de las escuelas más sacrificadas, en la productora de Roger Corman, para la que trabajó en los efectos especiales de Los Siete Magníficos del Espacio, que venía a ser una versión low cost de Star Wars que era exactamente lo que decía el título, todo explotación. Años después y según acababa de estrenar su primera película como director, Piraña 2 -por una de esas carambolas de la vida en la que despidieron al anterior director y había prisa por estrenar- James Cameron tenía dolor de barriga y se le ocurrió la idea de Terminator.
Según cuenta tuvo un sueño en el que un ser tecnológico, un robot que lo perseguía de forma implacable, trataba de asesinarlo de la forma más terrible posible. El típico sueño de la persecución del ser terrible que no se puede derrotar y cuando te alcanza te despiertas, pero con el agravante de tener fiebre y unas tripas revueltas por una intoxicación alimentaria. Pero el bueno de James supo sacar provecho de todo aquello y sacó el tratamiento de guión de su primera película «de autor», The Terminator: un robot con piel humana que se infiltra entre la población para acabar con la humanidad, un cyborg que viaja en el tiempo para acabar con la madre del líder de la rebelión contra las máquinas y evitar que estos ganen su guerra contra una inteligencia artificial que ha cobrado vida propia y cree que la única forma de garantizar su existencia es matar a todo el mundo. Una película absurdamente cara que nadie iba a financiarle porque pedía efectos especiales imposibles, y aun así Cameron había trabajado en efectos especiales y juraba y perjuraba que eso que pedía era posible, y más barato todavía de lo que se planteaba. En aquel momento la idea era simple, hacer un slasher igual que John Carpenter había hecho Halloween, pero aun con el éxito que había tenido esa película le costaba vender la idea por lo ya mencionado. Y entonces apareció Gale Anne Hurd.
Gale Anne Hurd era una de las secretarias de producción de Roger Corman que ahora trataba de abrirse camino de forma independiente, con lo que conociendo como conocía a Cameron supo que apostar por él era una buena idea, y así es como aceptó comprarle el guión por un solo dólar con la promesa de que solo él y solo él sería el director de la película. Con Hurd de su lado la cosa tampoco fue precisamente coser y cantar, porque aunque ambos tenían ciertas conexiones en algunas productoras no iban a conseguir vender la película automáticamente… Hasta que toparon con Orion Pictures, que contaba con algunos veteranos de Corman que aceptaron darle una oportunidad al proyecto si y solo sí le aseguraban la financiación. Cameron sabía que la única forma de conseguir el dinero ante los posibles inversores era jugárselo todo a la baza de la espectacularidad y decidió montar una auténtica performance ante los inversores, pidiéndole a su amigo Lance Henriksson -al cual había dirigido en Piraña 2- que se disfrazara de Terminator y entrara en la sala de reuniones dando una patada en la puerta, tras lo que al poco entraría el propio Cameron con un millón de dibujos de producción y trataría de defender la película; era uno de esos despliegues que lo amas o lo odias, y afortunadamente para Cameron y Hurd los inversores le vieron la gracia a la macarrada y consiguieron la financiación.
Y entonces si, llegó Arnold Schwarzenegger. Interpretando a Kyle Reese, una idea que Cameron detestaba pero Orion consideraba que era de lo más necesario para la película porque el austriaco no dejaba de ser un actor de franquicia que ya había triunfado en Conan el Bárbaro y estaba preparando la secuela. Ni Arnold ni Cameron estaban de acuerdo en la idea, y mientras Orion intentaba convencer a ambos, Cameron se puso a buscar a su Terminator, un tipo que según su propio guión tenía ser capaz de camuflarse entre la población para poder matar a cualquiera, un tipo insiginificante pero implacable que… Acabó siendo la masa de músculos del antiguo Mister Universo. Y todo fue porque Orion los forzó a hablar entre los dos y los dos llegaron a la conclusión de que Arnold como Kyle Reese era una mala idea, pero se cayeron bien y claro, una cosa lleva a la otra y Arnold empezó a hablarle del Terminator, de cómo creía que debía ser y de repente Cameron se dio cuenta de que vale, Schwarzenegger puede que destaque lo más grande, pero no deja de parecer la personificación de un bulldozer, no deja de ser una fuerza irresistible y un objeto inamovible a la vez.
Arnold era un pedazo de Terminator sí, pero el propio Arnold no quería un personaje con solo diecisiete líneas de guión que debían ser pronunciadas con entonación nula. Para colmo de males Orion era un subestudio de la Metro Goldwyn Meyer dedicada fundamentalmente a alimentar videoclubs, películas de serie B, mientras que Arnold era Conan, ya era una estrella. Y aun así la idea de interpretar una máquina con lenguaje de máquina debió de seducirlo lo suficiente como para aceptar, aun cuando sus compromisos con Conan provocaron que tuviera que paralizarse el rodaje durante cosa de un año que Cameron aprovecho para perfilar el proyecto y empezar a trabajar en otros proyectos como Aliens o hacer el guión de Rambo 2; puede que Cameron fuera solo el director de Piraña 2, pero el proyecto Terminator había empezado a despertar el interés de gente que sabía de cine. Estaba por ver si iba a ser un éxito o no, pero estaba claro que el chaval tenía potencial. Y vaya si lo tenía…
El Schwarzenegger que vuelve de Conan el Destructor ya no es el mismo que se fue del rodaje de Terminator; el primer Conan de John Milius era una obra maestra, el de Fleischer es un encargo, un producto industrial. El cabreo de De Laurentiis ha convertido la franquicia principal de Schwarzenegger en algo mucho menos artístico, y aunque Arnold en sus biografías hable de que cuando volvió al rodaje de Terminator tuvo una revelación y se dio cuenta de que aquello era algo muy especial -que lo era, y estoy convencido de que lo vio así porque siempre se llevó bien con Cameron- hay que tener en cuenta que durante el rodaje de Conan el Destructor no hizo ningún aprecio de Terminator y hasta habló de ella en tono despectivo. El regreso al set low cost de Terminator debía de ser un bajonazo para él, pero tras el rodaje desangelado de una película que le había decepcionado aquello casi debio de ser una fiesta entre amigos, con Cameron y Stan Winston ideando nuevos efectos especiales y Schwarzenegger creando un personaje que le dejaba ser todo lo mecánico que quisiera, precisamente la crítica principal que había recibido en Conan usada en su propio beneficio; hasta su marcado acento austriaco, con la entonación átona del cyborg, le daba una textura especial al habla del personaje.