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Sospechosos no tan habituales: El Spiderman de Christopher Priest (V)

La saga del Comepecados busca dar la sensación de que los asesinatos están provocando una conmoción social, y para ello desde el arranque tratan de mostrar el conflicto desde distintos puntos de vista. Es eso, o que simplemente todo sea una treta de los autores para enredar el misterio y que no quede tan claro quién es el asesino.

Es como leer El Caso pero con superhéroes.

El primer falso culpable es Emil Gregg, el vecino enfermo mental del verdadero asesino que se pasaba las noches oyendo a través de la pared los planes del tarado en cuestión. Y en vez de llamar a la policía y explicarles la situación, el bueno de Emil demostró que andaba también fatal de lo suyo pensándose que aquello eran voces que había dentro de su cabeza, una especie de fuerza mística que le decía a quién y cómo debía matar. En un principio se resistió y no salió a matar a nadie, pero cuando vió en las noticias como habían asesinado a DeWolff, dio por hecho que la había matado el mismo en una mala noche y se plantó a confesar al crimen al cura de su barrio. Y ojo, salvo una breve aparición para volver a confesarse, el personaje no vuelve a aparecer hasta dos números después cuando pierde la cabeza del todo y asalta el Daily Bugle emperrado en cargarse a J Jonah Jameson.

Posteriormente Michelinie contaría que Gregg se lió a mandarle cartas a Eddie Brock a lo Jack el Destripador, provocando que cuando se descubriera que era inocente Eddie fuera despedido y le cogiera un poquito de manía a Spiderman.

El otro es el reverendo Jackson Tolliver, que aparece por primera vez en una escena la mar de incómoda en la que se sorprende de que Jameson se preocupara por los asesinatos de varios niños negros en Atlanta, a lo que Jonah responde un «¿Por qué le extraña, es que es usted racista?» En el siguiente número asomaría en el funeral de Jean DeWolff para ser entrevistado por Joy Mercado, la periodista del Bugle que salía en Caballero Luna y que Priest acabaría «adoptando» para Spiderman, y el reverendo seguiría con su campaña en contra de la incompetencia y racismo de la policia. Y con esa cantinela seguiría en su última aparición en el tercer número de la saga, cuando tras el asesinato del confesor de Gregg el reverendo aparecería en televisión quejándose del poco éxito policial y preguntándose si el hecho de que la última víctima sea negra no provocará que la policía pierda interés en el caso, mostrándonos una viñeta del propio Tolliver viéndose en la televisión con los pies encima de la mesa, una sonrisa de oreja a oreja y brindando con cerveza por su ocurrencia. Fuera de ser una pista falsa que pone encima de la mesa temas como el Black Lives Matter treinta años antes, lo cierto es que Tolliver es retratado como un tipo bastante oportunista y hasta antipático, y su presencia, fuera de añadir ciertas pinceladas del sentir público, es completamente irrelevante. Que por cierto, la siguiente y única aparición de Tolliver sería entre los números 41 y 43 de Web of Spider-Man unos tres años después, con Peter David y Alex Saviuk contando una historia de sectas que el tiempo hizo bien en olvidar, con lo que Tolliver… Tolliver es un personaje bastante olvidable.

Tolliver se mola a si mismo.

Y finalmente tenemos al último personaje creado para la ocasión y verdadero culpable, Stan Carter. Carter está caracterizado como el viejo policía veterano, y su diálogo parece extraído directamente de -va por ustedes- series de la época de Steven Bochco como Canción Triste de Hill Street. Reservado y con un punto de cinismo, Carter tiene muchísimo más diálogo y viñetas que cualquier otro de los sospechosos, con lo que no es de extrañar que acabe siendo el culpable. Su relación con Spiderman, si no llega a ser cordial, es una de comprensión mutua y tolerancia, aunque no por ello deja de vacilarle cuando el Comepecados se le escapa en su jeta o aprovecha a darle lecciones sobre lo que culturalmente es un «comepecados». Aparte de esto, también se establece que fue miembro de SHIELD y que hasta conoce personalmente a Nick Furia. Eso sí, «misteriosamente» desaparece de la serie tras el arranque del tercer número y ya no vuelve a asomar hasta el último, cuando se descubre todo el pastel y Spiderman pierde los papeles.

Stan Carter, el policía entrañable. Aunque su cara me suena de algo…

Finalmente tenemos a Daredevil, que por contextualizar os diré que para cuando acaba la saga de Comepecados se publicará el primer número de Born Again y la novela gráfica de Miller y Sienkiewicz «Love & War». Es un Daredevil más violento y que cruza alguna que otra línea, y por eso sorprende en parte su papel en la saga del Comepecados, a pesar de que el propio Priest ya hizo algún fill in de Daredevil que se publicó justamente en esta época. Tras dos páginas de presentación, Matt va al juicio de los matones del principio del cómic como abogado defensor, consiguiendo que no los condenen por ser primera infracción de todos ellos. Peter se enfada con Matt porque está dejando que esa «basura» salga a la calle mientras Matt viene a decir que aunque el sistema no sea perfecto su labor es la de hacer que la ley se cumpla, civilización o barbarie y tal, cosa de la que toma buena nota el Comepecados cuando poco más tarde trata de matarlo mientras el abogado estaba hablando con el juez -que es un exprofesor y amigo suyo, hablando de conflictos de intereses- pero con esto de que Matt es Daredevil, el Comepecados es incapaz de acertarle y por eso se carga al juez, porque al fin y al cabo no deja de ser el que ha sentenciado que esos matones se vayan de rositas.

Que Matt se podía haber tropezado con la alfombra o algo, o también podía haber revelado su identidad secreta y así haber salvado a su amigo. Digo yo.

No queriendo comprometer su identidad secreta, Matt deja escapar al Comepecados, que corre a la calle escopeta en mano y aterroriza a todos los viandantes cuando intenta darles un sermón sobre el pecado y los culpables, terminando todo en un penoso enfrentamiento con Spiderman durante el que se descubre que el susodicho tiene una fuerza y resistencia sobrehumana. Aparte de esto y durante la confusión, Spiderman no alcanza a tapar con telaraña los cañones de su oponente y, al esquivar uno de sus disparos, acaba dejando que el asesino alcance a otro viandante y se lo cargue en la vía pública. Si lo piensas bien es una licencia un tanto forzada, porque no en absoluto la primera vez en la que Spiderman se enfrenta a un loco con armas, pero si la primera en la que al esquivar una bala acaba incrustada en el cuerpo de alguien. Lo cierto es que solo después de esto alcanza Spiderman a tapar el cañón del asesino con su telaraña, solo para que el tipo acabe huyendo a pie solo porque durante el tumulto la tía May se ha caído al suelo y Peter está muy preocupado (al tipo que le alcanzó un balazo que le zurzan). Y a todo esto, Daredevil llega tardísimo y para entonces el Comepecados ya se ha subido a un autobús con el pasamontañas puesto y sin que nadie le diga nada.

El tipo de la última viñeta parece estar diciendo «¡hostia, el comepecados!».

En cualquier caso y antes de que la semana que viene ya nos metamos en harina con la pelea entre Daredevil y Spiderman, tengo que decir que aunque en aquel momento Miller ya había dejado sobradamente demostrado en su serie que Daredevil no era precisamente un ser humano perfecto, Peter David sigue utilizando a Matt Murdock como brújula moral de la historia, como contrapunto a un Spiderman más afectado, pasional. Y ésto es la mar de curioso de ver, sobre todo porque no dejamos de estar hablando de un personaje que había llegado todo lo lejos que podía llegar un superhéroe de Marvel en aquel momento, hasta aquel momento. No, no había hecho la de Hank Pym, pero la violencia en Daredevil era bastante brutal, y justo en el mes en el que Hombre Sin Miedo sujeta el puño de Peter se había publicado en su propia serie una historia que termina con Matt vapuleando al Buitre en el suelo. No lo ha dejado herido ni pretende matarlo, pero hay un claro ensañamiento. Con esto no quiero decir que Daredevil hubiera debido de jalear los excesos de Spiderman, si no más bien que no era el personaje más indicado en aquel momento y que la brújula moral de Peter Parker estaba mucho más equilibrada.

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