Allá por los 70 y principios de los 80, la Canon produjo varias películas protagonizadas por Charles Bronson en las que el arquitecto Paul Kersey perdía a su familia de forma violenta y, al no ver satisfecha su sed de justicia, la emprendía a tiros con todos los bajos fondos de Nueva York. Y sí, fue una de las principales inspiraciones de El Castigador.
Así, mientras que la primera película mantenía un fondo filosófico sobre el cíclo de la violencia y el círculo vicioso en el que acaba metiéndole a uno, las siguientes tenían una vocación más festiva y jaranera en las que el personaje de Bronson directamente era un sádico sin contemplaciones, un psicópatas que disfrutaba asesinando criminales de la forma más truculenta posible; ésto se vio reflejado en sus «víctimas», que pasaron de ser yonquis marginales y hasta mafiosos a ser los típicos macarras con un pañuelo atado a la cabeza que disfrutaban aterrando ancianos. La violencia se volvió tan absurda que aquello se convirtió en una película de los Looney Tunes, pero para cuando asomaban los créditos y dejabas de reirte te dabas cuenta de que te habían largado un publirreportaje del maniqueismo que nos aseguraba que los malos nacen malos -los de ciertas razas más- y que seguirán siendo malos hasta la tumba, por lo que los hombres buenos se ven perfectamente justificados para hacer el mal y matarlos. Y sí, éso acabó siendo la serie Death Wish/Yo Soy la Justicia.
La propiedad privada por encima de la vida humana, todo correcto.
Y en ese caldo de cultivo se crió el Daredevil de Miller, más heredero de una mezcla del cine negro y el gusto de Denny O’Neil por lo japonés que del ya mencionado Paul Kershey. No nos engañemos, el Daredevil de Miller no es ni mucho menos perfecto y se ve claramente un proceso de aprendizaje en el autor, pero la visión de Miller de la violencia es una de causas y consecuencias, nunca un fin en si mismo; más allá de por lo bien que está contada, por eso la muerte de Elektra es tan memorable, porque fue telegrafiada al lector, porque sabía que tarde o temprano iba a ocurrir y que Matt iba a perder pasara lo que pasase. La historia era tan buena que te iba a encantar aunque no entendieras ni la mitad de lo que estás leyendo; yo mismo sigo encontrándome cosas nuevas cada vez que releo esos cómics. No es de extrañar entonces que dicha etapa se convirtiera en uno de los principales referentes de los guionistas de los 80 y 90, editores como Christopher Priest incluídos.
No creo que Peter David tuviera ganas de escribir la historia del Comepecados, simplemente quería escribir Spiderman como fuera y tuvo que tragar con esta historia y con las demás que le proponía Priest. Eran historias de «asedio personal», en las que los personajes sufrían asaltos callejeros, allanamientos de morada y todo tipo de vejaciones, haciéndose hincapié en la misma inseguridad ciudadana de la que hablaban las películas de Charles Bronson. Allí donde en el Daredevil de Miller la Cocina del Infierno era un lugar deprimido por la opresiva figura de Kingpin y en el de Nocenti veías una comunidad que aun así conseguía hasta ser feliz a pesar de todo, en estos cómics de Spiderman lo que se ve directamente es pánico, miedo. Una auténtica historia de terror que aun así está basada en la misma Nueva York de los 80 vista a través de distintos cristales.
Y es que este muchacho que protagoniza el número 107 de Spectacular Spider-Man no es mi Peter Parker, que me lo han cambiado. Es un contraste tremendo ver el número anterior con la historia de la Avispa, más marveliana, más luminosa y con un Spiderman «normal», a pesar de que el propio cómic tampoco sea gran cosa, y luego encontrarse a Peter en el número siguiente, con el mismo guionista, completamente fuera de sí y en el disparadero desde el principio de la historia. Sí, es el tono que Priest quiere darle a esta serie en concreto para darle cierta personalidad respecto a Amazing y Web, pero eso no justifica que el personaje no sea «tu amistoso vecino Spiderman» en las segundas y poco menos que un sádico que disfruta apaleando criminales en la primera. Hablando en plata, no es solo es un cambio tonal, si no que también en la caracterización, algo que muchos guionistas -y editores- novatos no entienden y que es completamente vital para entender por qué lo de Miller funciona y lo de Priest en este caso no. Que ojo, en Pantera Negra si funciona precisamente porque en ese caso sí que lo entienden, los que no lo entienden son gente como Brian Michael Bendis, pero eso ya es tema para otro día. Pero hablemos de Jean DeWolff, copón.
Jean DeWolff no era un personaje vital de Spiderman ni tampoco era precisamente popular, yo hasta diría que era arquetípico y hasta un tanto esperpento con esas pintas de Bonnie & Clyde. Sin embargo, los guionistas de Spiderman la habían estado usando durante los últimos cinco años como su enlace con la policía, y hasta la habían ido configurando como una posible «love interest» al mostrar varias veces que Jean tenía debilidad por Spiderman, aunque solo fuera para contrastar la otra gran chiflada por Spiderman y no por Peter Parker, la Gata Negra; el personaje estaba más en uso que otros supuestamente más importantes como yo que sé, Betty Brandt, con lo que su muerte sí que era impactante por lo que suponía en aquel momento, la primera muerte de un personaje secundario de la serie desde Gwen Stacy.
No quiero que nadie se cabree porque sé que para muchos esta historia está la mar de bien considerada, pero su planteamiento es tremendamente chapucero. Rich Buckler hace un montaje sobre la vida de Jean DeWolff bastante majo, pero el trasfondo que se inventan para ella es tremendamente simplón y machista. Viene a decir que ella siempre quiso ser policía por un complejo de electra de nada, que nunca se sintió a la altura y que le rompió el corazón a su madre porque en realidad prefería cumplirle el gusto a su padrastro a ella. Más tarde en la historia aparecerá el padrastro, pero la madre no porque supongo que estaba demasiado ocupada encerrándose en el baño para llorar. Para cuando llegamos a la tercera página nos damos cuenta de que lo que vemos es aquello de que al muerto se le pasa toda su vida por delante de los ojos jusnto antes de morir, y así es como la policía se encuentra su cadáver con el pecho reventado en plan Alien. Y en la página siguiente tenemos directamente esto:
Es un recurso que se usaba mucho en el cine de acción de la época y años posteriores, meter escenas de extremada violencia y cortar a señoras en tetas; así apabullas sensorialmente al espectador y traga con todo. Por supuesto, el problema que tiene esta técnica es que no funciona con gente a la que no le atraigan las tetas, y por eso estaba tan complicado buscar película en los 80 porque eran un pelín subnormales y provocaban esa contraproducente segregación de público. Aun así, lo dicho, la señora en tetas suele ser una pausa para la siguiente escena de acción, que llega cuando Peter se encuentra con uno de los huéspedes de la Tía May, que está volviendo del banco de sacar la pensión, y es atracado y apaleado con ensañamiento por parte de un grupo de macarras, pese a tener a todo un superhéroe a menos de diez metros.
A ver, sobre el papel no me parece mal que haya ensañamiento de los agresores, perfectamente pueden ser gentuza de la peor calaña y el pobre señor mayor contempla la escena horrorizado porque no es precisamente la forma en la que quieres pasar un lunes por la mañana en el que acabas de cobrar la pensión. Tampoco me molesta que Spiderman tarde en llegar o que se enfade, lo que me molesta -y esto es de Peter David y Rich Buckler, no de Priest- es la ejecución. Priest puede ser el máximo responsable, pero la ejecución es pésima; absolutamente todo lo que puede salir mal en la escena sale mal, la distancia entre el anciano y Peter es muy escasa, al pobre hombre no le da tiempo a decirles que se lleven el dinero pero que no le hagan daño y cuando Peter alcanza la escena para socorrerle, hay honrados ciudadanos que le señalan como el agresor… ¡Pero éso no va a ningún lado, porque Peter les dice que no, que llamen a una ambulancia y sale corriendo sin dar más explicaciones, haciendo bastante más plausible la idea de que es el agresor!
Lo siguiente es Spiderman dándoles caza y zurrándoles, vacilándoles y tal, visiblemente encabronado -repito, algo perfectamente lógico- y cuando uno de ellos, el más sádico, se rinde, Spiderman opta por arrearle un puñetazo que lo manda volando y le parte el labio, dejándolo tirado en el suelo y pidiéndo que no le peguen más… Que es exactamente la misma frase que dijo el anciano, «no more…». Puede que David intentara crear un paralelismo entre las dos escenas, que la venganza es mala y el sadismo más o yo que sé, y en el marco general de la historia, el que Peter se ensañe a puñetazos con Stan Carter y luego con Daredevil cuando éste trata de detenerle probablemente intentaban mandar ese mensaje… Desde un tratamiento de la historia general, desde la sinopsis. Pero es tan chapucero en su desarrollo general y el diálogo es tan extremo, que solo vemos a Spiderman con una actitud totalmente desquiciada desde un primer momento hasta el final de la historia, actitud que, como decía, no se ve por ningún lado en ninguna de sus otras series y es totalmente espontánea.
No nos engañemos, tanto David como Priest son novatos en lo suyo, con lo que es completamente normal que tengan estos problemas. Esta escena inicial no deja de ser el marco emocional de Spiderman para el momento en el que los policías le cuentan que Jean ha sido asesinada, lo cual es natural que lo desquicie un poco, pero tras esta escena casi parece que simplemente llueva sobre mojado… Y aun así, el retrato de los criminales como auténticos sádicos miserables no deja de hacer referencia al propio Comepecados, que no deja de poner sobre la mesa el mismo debate de Frank Castle, si el sistema realmente funciona y blablabla… Pero de eso ya hablaremos la semana que viene.