Pregúntale a cualquiera cuál es su etapa favorita de Vengadores, la que considera que es la quintaesencia del grupo, y seguramente se repitan algunos nombres. Roy Thomas. John Buscema. Neal Adams. Steve Englehart. George Pérez. Jim Shooter. David Michelinie. John Byrne. Rog… Un momento, ¿hemos dicho David Michelinie? Mejor nos miramos eso…
Vamos a ser claros, no creo que nadie considere a David Michelinie como un gran guionista, por lo menos no uno a la altura de Roy Thomas, que de por sí ya tiene una trayectoria controvertida. Cuenta en su haber «etapas seminales» en Iron Man o Spiderman que han marcado a muchos lectores por diversas razones -por ser su primer cómic, porque se presentaba tal o cual personaje, porque Tony Stark iba borracho…- pero a la hora de la verdad su trabajo destacaba más por «sus asociados» que por lo prodigioso de sus textos. Porque no nos engañemos, como decíamos en nuestra última entrega hace casi diez años (cómo me molo a mi mismo) a mediados de 1978 DC implosionó, cerrando multitud de títulos y dejando a un montón de empleados en el paro, que en gran parte tuvieron que acabar firmando el dichoso contrato que Neal Adams les había aconsejado no firmar. Pero antes de todo esto, en los meses anteriores a la implosión que había empezado con la llegada de Jim Shooter al cargo de Editor in Chief, Marvel había sufrido una desbandada de talento que se había ido a otras editoriales, sobre todo a DC, provocando que Shooter tuviera que sacar planes de contingencia y recurrir a perfiles profesionales menos consagrados. Entre esos perfiles estaba el de gente como Bob Layton y el de, efectivamente, David Michelinie.
Michelinie se había formado para el cine y había entrado en DC en un programa de formación, pero allí ya había escrito algunas historias, destacando su creación junto a Ernie Chan de un clon de Conan llamado Claw the Unconquered (1975) y su relanzamiento de Aquaman, siendo en ese personaje en el que realizará una de las historias más «intensitas» de la década, un material bastante fuerte cuando lo más extremo que se hacía en aquellos tiempos era matarse de forma idiota contra los anihombres o que Speedy sorprendentemente resulte ser un yonqui; en Adventure Comics 452 Black Manta, tras revelar por primera vez que lo de «Black» de su nombre viene por su color de piel, fuerza a Aquaman y Aqualad a enfrentarse en un duelo a muerte con la vida de Aquababy en juego. Y sí, Aquababy era el hijo de Aquaman, así de originales eran.
La cuestión es que Aquaman intenta realmente matar a Aqualad en vez de fingir «porque la vida de mi hijo está en juego», algo muy poco heroico en una escena en la que los héroes suelen fingir en busca de una salida alternativa y que de hecho ése será el desenlace final del conflicto, pero lamentablemente Black Manta es un cabrón y mata a Aquababy igualmente, dejando a Arthur enfadadísimo y a Aqualad mandándolo a la mierda por subnormal. Éra una historia impactante y con esos galones llega Michelinie a Marvel, teniendo la reputación de ser un escritor que hace «historias adultas» que seguirá demostrando en su trabajo en Marvel, empezando por los diálogos de Avengers 173 -con argumento del propio Shooter- con la historia del Coleccionista. Es una época muy bien recordada de la serie pero que está escrita al alimón, con Shooter figurando como argumentista en muchas ocasiones pero con diálogos de otros guionistas y hasta números enteros a cargo de otros como Bill Mantlo o Tom DeFalco. Para entendernos, casi todos los números empezaban con Shooter hablando con el dibujante sobre de qué va el cómic, el dibujante entregando semanas después y Shooter escribiéndola si tenía tiempo o pasándosela a alguien del bullpen que tuviera tiempo libre. Shooter o uno de sus editores de confianza luego la pulían un poco si hacía falta y en paz. Ésto, sumado a que dibujantes como John Byrne o a que el propio editor Roger Stern también metían mano en los guiones, provocaba que el concepto de «acreditar» la autoría de estos cómics se convierta en una tarea casi imposible.
Aun así, Michelinie no obtendría un crédito como guionista completo de la serie hasta enero de 1979 con el número 181 de la serie, ése en el que Gyrich les hacía la alineación del grupo y les colaba al Halcón. Para entonces, Michelinie ya se había reunido con su antiguo colaborador de DC Bob Layton para coescribir Iron Man, con entintado del propio Layton y dibujos de John Romita Jr. Layton se había ganado una reputación como entintador efectivo y cumplidor, y su condición de viejo amigo del editor Roger Stern desde sus tiempos como semiprofesional había contribuido a darle al nuevo equipo creativo la suficiente libertad en un personaje que nunca había destacado gran cosa, a pesar de ser uno de los pilares de los Vengadores. La nueva etapa vendrá marcada por el alcoholismo del personaje y el enfrentamiento contra Justin Hammer, un nuevo villano y rival comercial de Tony Stark que manipularía su armadura para provocar que matase a un embajador delante de las cámaras, además de presentar nuevos personajes como Bethany Cabe o Jim Rhodes.
Son cómics que, dejando de lado su efectismo, funcionan y acaban teniendo un gran éxito comercial y hasta de crítica, empezando a crear un «círculo de confianza» entre Michelinie, Layton, Stern, Shooter e incluso John Byrne que vendrían a constituir uno de los principales pilares de la nueva Marvel de Jim Shooter, metiendo la cuchara unos en el trabajo de los otros indiscriminadamente y llegando incluso a provocar conflictos con otros autores debido a esa política. Aun así, supusieron la consolidación del nuevo orden y la editorial empezó a bascular sus principales vías de financiación de licencias como Star Wars a series editadas por Stern como estos mismos Vengadores o Uncanny X-Men. Sin embargo, y volviendo a David Michelinie, hay que decir que una de sus historias más controvertidas de este lado del Avengers 200 sería la que empezaría en Avengers 185, con argumento de Steven Grant y Bill Mantlo -yo ya digo, aquí metía el cazo todo dios- guión del propio Michelinie y dibujo de John Byrne; la historia en la que se revela el pasado de Wanda y Pietro Maximoff y la Bruja Escarlata acaba tomando su primer contacto con Cthon…
Ya, ya sé, no tengo visión comercial. Esto habría tenido muchas más visitas llamándolo «el verdadero origen de Wanda Maximoff» o «¿Véis como sí que está loca y es MALA?» pero uno es como es, yo que sé. El caso es que esta historia, escrita a pachas y de tan ¿buen? recuerdo, nos viene a contar el primer contacto de Wanda Maximoff con Cthon y el Darkhold, contándonos como Cthon aprovechó el nacimiento de ella en la susodicha montaña para imbuir parte de su magia en ella de cara a convertirla en un futuro en un soporte para su regreso a este plano mortal, poseyéndola y convirtiéndola en la «primera encarnación» de la Bruja Escarlata Oscura. La cuestión es que -y aquí viene lo interesante- esta historia editada por Stern y dibujada por Byrne es publicada simultaneamente a otra editada también por Stern y dibujada también por Byrne, una en la que un tal Jason Wyngarde empezaba a encontrarse casualmente con Jean Grey y a corromperla hasta convertirla en Fénix Oscura, en otro caso claro del Bullpen trabajando en base a una sinergia de vasos comunicantes.
Pero que nadie se lleve a engaño, la posesión de Wanda por parte de Cthon es una historia puntual que a priori no tenía consecuencias, a pesar de que años después Byrne con toda seguridad se basara en ella para crear su propia versión oscura del personaje. Lo que es más, probablemente las diferencias de Byrne y Stern con el guionista oficial de Uncanny X-Men Chris Claremont respecto al concepto de Fénix Oscura vengan directamente de que ambos veían la historia de Jean como una evolución del «embrión narrativo» de Wanda y Claremont quería contar su propia historia. Para entendernos, aunque a Byrne todavía no se le había ocurrido que Fénix y Jean fueran personas distintas, para él Jean está completamente loca y es malvada, con lo que en el momento en el que le sugieren en un futuro que Jean y Fénix son distintas personas, abraza la idea incondicionalmente porque para colmo de males se adapta perfectamente a lo que hizo con Wanda… Y le permite poco después contar una historia en la que Wanda sufre una crisis nerviosa y acaba convertida en otro monstruo.
En cualquier caso y volviendo a David Michelinie, el guionista seguiría participando en el contubernio creativo de la serie durante los años posteriores, llegando incluso a coescribir el número 193 con el «Pittsburgh Comix Club» que no, no era ningún seudónimo del ¿pittsburgiano? Jim Shooter, si no un club de fans real que había por la época en la ciudad natal del editor jefe y que solía invitarlos a una conferencia anual. Por supuesto, y en medio de semejante colaboración creativa, el que la infame historia que empieza en el 197 de la serie y culmina en el especial del 200 no sea reconocida por ninguno de sus autores no es nada sorprendente, porque aquellos cómics se hacían tan a pachas que es difícil atribuir nada a nadie. Hablamos, por supuesto, del rapto, violación, embarazo y parto «mágico» de Carol Danvers, un personaje introducido en la serie por comité cosa de un año antes y al que Michelinie le sobraba, por lo que decidió sacárselo de en medio y la excusa que se les ocurrió fue tremendamente atroz.
Y aunque ya provocó bastante polémica en su época, lo cierto es que Shooter barrió el asunto bajo la alfombra y a día de hoy no reconoce su participación en el asunto, a pesar de que el cómic lo acredita claramente como uno de los guionistas. Es más, algo de controvertido debió de tener antes de su publicación al venir su argumento firmado por Shooter, Pérez, Layton y Michelinie, a pesar de que los dos números anteriores y que establecían esta trama sean de los pocos cómics de la serie que por aquella época estaban firmados por un único guionista, David Michelinie. Los que probablemente no tengan ninguna culpa -por una vez- son John Byrne y el editor Roger Stern, que había dejado la serie durante el año anterior, en 1979.
Lo cierto es que, con todas sus luces y sombras, esta etapa de Shooter «supervisando» los Vengadores no terminaría con la marcha de Michelinie con el 205, y Shooter continuaría combinando autores y escribiéndola el mismo y otros guionistas -hasta con el regreso puntual del propio Michelinie- hasta el arranque de la etapa de Roger Stern como guionista de la serie con el número 227 en 1983. Más allá de ser «la serie» de Jim Shooter durante su etapa como editor jefe, estos tres primeros años entre el 77 y el 80 se caracterizarán por ser una de las etapas más brillantes del grupo y por ser uno de los grandes hitos de los cómics realizados «estilo Marvel» en aquellos tiempos. Pronto se verían eclipsados por el trabajo de autores como Frank Miller, Walter Simonson, el propio John Byrne o lo que fuera que estuviera haciendo Chris Claremont, pero el «cortijo» de Jim Shooter creado en aquellos años acabaría marcando el resto de su administración… Para bien y para mal.