Hace años, muchos años, cada adaptación cinematográfica de Marvel era una decepción absoluta. Partiendo de la doctrina de Marvel Productions de «podemos hacer vuestros personajes mejor que vuestros cómics» cuando directamente no se inventaban otros personajes y pasaban directamente de los originales, cada adaptación de un personaje de Marvel era menos fiel, más cutre, más lamentable. Y teníamos que conformarnos con aquel sucedáneo. Pasó con el Doctor Extraño de los 70, pasó con el Doctor Extraño de Derrickson, pasó con el Caballero Luna de un director de documentales que estaba más preocupado por contar sus movidas que las de Marc Spector. Por eso el que venga Sam Raimi al Doctor Extraño ya era una buena noticia, pero el estreno de este Multiverso de la Locura lo es aún más. Y a partir de aquí, spoilers. Porque no se me ocurre otra forma de hablar de esto sin spoilers…
El Doctor Extraño de Scott Derrickson cambió tantas cosas del personaje y se dejó tantas que acabó sabiendo a poco, a pesar de que la película tenía sus fans. Algunos de los cambios eran profundamente descorazonadores, como el hecho de que su magia era completamente distinta al cómic y ni siquiera sus hechizos más icónicos como las bandas carmesí de cyttorak hacían acto de presencia, en su lugar mostraron una especie de jaula «contextual» horrenda que solo a posteriori me enteré de que se suponía que eran las bandas no carmesí de cyttorak. Para cuando acababa una película que de por sí funcionaba -no era una mala película- te daba la sensación de que haber estado en un banquete de boda en el que solo te habían servido el pan y el agua. Sí, el pan estaba bueno, pero tú no has venido aquí para una degustación de pan, tú has venido para la comilona, y de eso lo único que te han enseñado es una foto del menú. Un asco, pero la promesa constante de que era un Doctor Extraño en constante aprendizaje, que iba a ir más allá, te daba fe en una siguiente película, ya con menos complejos; acababas cayendo en la misma trampa que en aquellas pelis horrendas de los 80, en las que valía más la idea de una película sobre tus personajes favoritos que la película en sí. Y entonces llegó Sam Raimi.
Lo que ha hecho Sam Raimi con esta película ha sido agarrar lo que había y decir «vale, no voy a escupirle en la cara a los que hicieron la anterior, de acuerdo, pero yo lo quiero a mi manera». Raimi es el de Evil Dead, sí, el de Darkman, también, el de las películas de Spiderman que molaban cuando nadie creía que se pudiera hacer una gran película de Spiderman, por supuesto, pero también es el de las telarañas orgánicas y el Duende Verde Power Ranger. Tanto Derrickson como Raimi presumían de ser muy fans de Ditko, pero curiosamente nos los creemos más de Raimi porque sus dos películas y media de Spiderman acabaron siendo todo un poema de amor a la obra de Steve Ditko. Y entonces nos encontramos con que la película de Raimi es una persecución en la que el monstruo es la Bruja Escarlata -si ya os he dicho yo que es un peligro público, pero no me hacéis caso- tratando de evitar que la monstruosa sokoviana se cargue a América Chávez para robarle sus poderes y así viajar a otro universo para robarle sus hijos a otra Wanda. Dicho así, me da hasta dolor de cabeza, pero Raimi es tan bueno que cuando te lo suelta en la película es que ni te enteras, hasta el punto de que estoy convencido de que hasta los mayores defensores de que Wanda es una pobre moza incomprendida podrán disfrutar de la película. En serio, sin acritud. Sin mucha. Sin demasiada. Bueno, en realidad bastante, que no veas la paliza que me ha dado M’Rabo todo este tiempo y lo que me descojoné yo a lo largo de toda la película imaginándome la cara de M’Rabo cuando se de cuenta de que el monstruo/demonio/horror abismal que está destrozando el universo y se dedica a liquidar todo lo que pilla por delante es su queridísima brujita…
Pero no seamos tan bajos, tan ruines, tan perversos como para echarle la culpa a Raimi de demonizar a la pobre Wanda Maximoff (que ojo, puede que ni siquiera yo esté de acuerdo en el tratamiento que se le da al personaje, pero para explicar mi postura necesitaría escribir un libro entero) porque al final al hombre le llamaron con el motor en marcha y le dijeron «tienes que hacer una historia con América Chávez y con Wanda haciendo de mala, y todo esto para ayer». Y supuestamente esta película iba a venir antes de No Way Home, con lo que habría tenido sentido que quien rompiera las barreras entre universos fuera Wanda -que es mala- y no Stephen porque le estaba molestando Peter. Lo que es más, en «Mutiverso…» se habla de que la única que puede viajar entre universo es América, mientras que en No Way Home se traen a dos Spidermanes y parte de su galería de villanos… Vamos, que Wanda perfectamente podría haber tirado de Stephen en vez de lanzarse a cazar a la pobre muchacha por todo el multiverso, aunque la película eso lo justifica dejando claro que quien le robe los poderes a América probablemente los podrá controlar con muchísima más precisión.
Sin embargo, cuando miramos más hacia Stephen que a todo lo que ocurre a su alrededor, en realidad estamos hablando de una película sobre soltar lastre emocional. Sobre cómo Stephen acaba renunciando a la novia que le inventaron para la primera película, la tal Christine, para acabar encontrándose al amor de su vida en la postcréditos -no, no es Illyana Rasputin como alguno se pensó, ¡leed un tebeo, so cabestros!- y cómo consigue dejar atrás el pasado para, paradójicamente, acercarse más al pasado real del personaje, al de los cómics. A tener un ojo en la frente -aunque más cthónico que de Agamotto, todo hay que decirlo- y a que deje de ser el irresponsable de los sacrificios por un bien mayor que veíamos en Infinity War y demás; de hecho, una de las cosas más sorprendentes del guión de Michael Waldron es lo bien que se han trabajado su continuidad con Infinity War, al incorporar por completo la historia de Thanos y mostrarnos a un Extraño que todavía tiene remordimientos por haberle dado al Titán Loco la gema del tiempo a pesar de que había visto el «millon y pico» de futuros posibles que le había dejado claro que ésa era la única forma de «ganar». Y así es como la película arrastra a Stephen por la tentación del «camino fácil del sacrificio ajeno» hasta casi el final, cuando toma la decisión correcta y acaba transformándose en un Doctor Extraño mejor.
De esta forma eso se nota mucho en la «identidad visual» del personaje, en como Raimi no ha pasado por encima del trabajo de Derrickson si no que lo ha reconducido, llevando al personaje desde aquella magia sosa de armas místicas que poco tenía que ver con el original a una más basada en escudos -¿de Serafín?- y discos místicos, de que la magia de Stephen sea distinta a la de Wong -más basada en armas, más parecida a la de la primera película- y, aunque no te muestre tal cual los hechizos del cómic, sí que se parezca más a ellos. Y todo esto por no hablar del duelo «musical» entre él y su versión alternativa, que al final es lo que nos debería haber traído el audiovisual al personaje, la capacidad de mezclar sonido, forma en movimiento y tiempo con los conceptos que ya habíamos visto en el cómic. Es, en definitiva, una evolución del trabajo de Derrickson, no lo desprecia en ningún momento, pero sí que lo arregla, lo mejora (aunque, un inciso, a estas alturas no deberíamos estar alegrándonos de estos «pasitos de bebé», porque ya sería hora de que el personaje llegara a su ser, digo yo), y le introduce el ADN Sam Raimi que hace que la película rebose de la identidad y del carácter que les ha faltado a casi todas las películas de Marvel desde que empezó la pandemia.
Y sí, que sale Reed Richards. Y aparece teleportándose con la máquina del tiempo del Doctor Muerte, y la multitud enloqueció al ver a Patrick Stewart con la música de la serie de animación de X-Men de los 90, vale, y todos estamos encantados con Hayley Atwell de Capitana, y hasta sale el pobre Anson Mount disfrazado de supositorio y aun así es mejor traje que el de la serie horrenda aquella de Inhumanos. Y luego todos mueren de forma horrible, claro que sí, pero de verdad, de verdad, no importa una mierda. Porque no creo que ninguno repita -bueno, la Capitana igual sí- porque de los 4 Fantásticos ahora mismo no hay ni director y todos estos eran versiones alternativas que, repito, mueren de forma horrible asesinados por la cabraloca de la Bruja Escarlata. Que ya que estamos, nadie se puede enfadar porque lo de la Wanda poseída por Cthon ya se hizo a finales de los 70 y es una historia clásica de los Vengadores y es caballito blanco, así que ajo y agua y jódete M’Rabo porque sigues sin tener a tus Young Avengers por mucho que te hayan presentado ya a América Chávez. Que, ya que estamos, a mi me preocupa mucho más cierto detalle…
Porque sabemos que Wanda se ha sacrificado para acabar con el Darkhold -aunque tanto el uno como la otra volverán, de eso podemos estar seguros-, pero en esta película también se han cargado el Libro de los Vishanti, ese libro en el que está toda la magia del Doctor Extraño, todos esos hechizos guays que queremos ver en el cine. Y se ha quemado de la forma más chorra, hasta el punto que cuando vi aquella escena di por hecho que luego harían algo para compensarlo (esos poderes de América salidos de la nada, el que el libro hable de ella y muestren una estrella de cinco puntas «limpia» justo cuando se quema) pero luego parece que se han olvidado por completo. Que lo de Raimi al final de la película con ese tercer ojo doloroso viene simplemente de que le encanta dar ese «susto final», que ha metido el Ojo de Agamotto más por sobresaltar al personal que otra cosa… Pero luego en la postcréditos deja claro que el ojo de marras ha venido para quedarse. Bueno, si es el caso espero que en un futuro tratarán de «homologarlo» de una forma más vishantiana y menos cthonica, diciendo que al quemar el libro del Vishanti algo se le ha quedado y poco a poco vamos a ir viendo sus características pegarse a Stephen o algo. No sé, son preguntas que quedan en el aire en la película de cara a una segunda parte, pero si la siguiente la hace otro que no sea Raimi lo mismo decide pasar del tema y a otra cosa. Pero tampoco seamos tan ansiosos como M’Rabo, que hay que saber apreciar lo que se tiene y disfrutar con ello. Y sí, Doctor Extraño en el Multiverso de la Locura -¿qué demonios es eso de Strange? ¿Hemos vuelto a los tiempos de la Bruguera o qué?- es una película que, como diría M’Rabo, merece mucho la pena.