The Batman es una película adulta y realista, una película en la que la textura y el sabor de Gotham City se siente en cada plano, en el que la propia ciudad es un personaje, un torbellino en el que el Hombre Murciélago se sumerge a través del dolor y el sufrimiento para emerger como, en estos tiempos tan oscuros, el héroe que tal vez no sea el que necesitamos pero sí el que nos merecemos.
The Batman está protagonizada por Robert Pattinson, con Jeffrey Wright en el papel de Jim Gordon, Andy Serkis como Alfred y Zoe Kravitz siendo la Catwoman ideal para esta nueva Gotham. Pattinson nos muestra a un Bruce Wayne traumatizado, dolorido, para el que cada paso es una agonía en una ciudad al borde del colapso, que afronta cada paso con la certeza de que tal vez sea el último. Tras la trilogía del Caballero Oscuro de Christopher Nolan y las películas de Zack Snyder, daba la impresión de que el personaje iba a quedar completamente marcado por estos autores, pero el nuevo director, Matt Reeves lleva al personaje a un mundo más adulto, oscuro, realista y violento que va mucho más allá del thriller nolaniano. Este Batman no es que viva entre las sombras, es que él mismo es una sombra, una criatura que agoniza en una esquina esperando algo de luz, un murciélago protector de una humanidad de la que nunca volverá a sentirse parte.
Todo esto debido, por supuesto, al trabajo de un Matt Reeves que viene después de relanzar de forma magistral El Planeta de los Simios, con una trilogía que mostró una versión del clásico más realista y oscura en la que se entrelazaban la naturaleza primaria de los protagonistas con las sombras del ser humano y los simios. Reeves toma toda esa experiencia y la vierte en tres horas de Gotham devorándose a si misma, en un thriller detectivesco sucio y vilento en el que vibramos con el suspense de qué es lo que puede haber detrás de cada esquina; para ello, Matt Reeves toma el ejemplo de clásicos del género como Seven, Nightcrawler o Zodiac -todas ellas de Fincher o que por lo menos intentan serlo- para darnos una historia que recuerda mucho a estas porque no necesita su propia identidad, necesita evocar la oscuridad e iconicidad de Batman y Gotham City como nunca antes la habíamos visto.
La turbia atmósfera de una Gotham de por si ya legendaria y que en este film es totalmente descarnada, llena de codicia y una tensión agresiva como nunca se habían visto jamás en una película que no fuera de David Fincher o de todos los imitadores de Fincher de los últimos veintipico años, esa fotografía oscura como una coca cola mezclada con café solo, elevan a la película a un aura de intelectualidad a través de un relato idéntico a lo que ya se había contado otras veces pero con tres horas por delante, con villanos más implacables, más escalofriantes, con el héroe más torturado que nunca. Es un Batman mitológico, bíblico, que es propiedad de la noche, que te hace sentir la suciedad de las calles, la textura fecal del alma de una gotham totalmente devorada por el crimen. Es prodigiosa la habilidad de Matt Reeves para tomar un personaje que tiene más de ochenta años de historia y tejer con él una nueva película con las mismas situaciones, con los mismos escenarios e ir más allá, tomando elementos de otros directores hasta conseguir darnos algo que nos creemos que es algo completamente nuevo pero no lo es, porque es un fragmento de oscuridad del alma humana destilado en forma cinematográfica.
Porque Bruce Wayne somos todos nosotros, somos nuestros miedos, nuestros fantasmas, nuestras noches en vela ante la incertidumbre; allí donde el Joker de Todd Phillips nos decía que la única solución para los problemas de nuestra sociedad era el caos y la locura, en el Batman de Matt Reeves se hace una apología de la resistencia, de soportar el dolor, de tapar nuestras heridas no tanto para esconderlas como para hacer que cicatricen, de supervivencia a través de todas las herramientas de las que dispone un heredero multimillonario propietario de la contabilidad más creativa del mundo. Somos nosotros al enamorarnos de una Selina Kyle espectacular, somos nosotros al poner nuestro deber por encima de todo, luchando por un mañana mejor en el que por lo menos, haya algo de luz después del amanecer.
Por eso, The Batman es, por todos estos motivos y más, una película apasionante para los fans que hemos crecido leyendo los cómics sin entenderlos, los que creemos que el personaje solo puede ser de una forma, los que pensamos que tienen que contarnos la misma historia de mil formas parecidas, los que pensamos que David Fincher es solo buen director porque sus películas parecen sucias y decimos que La Red Social era buena porque es de Fincher y no entendemos absolutamente la diferencia entre un telefilme de Antena 3 y Gone Girl.
No he visto la película, y tampoco tengo prisa en verla. Juzgar una película sin verla está feo y aunque creo que he dejado claro que esto no es una crítica a la peli alguno todavía se pensará que lo es y creerá que me estoy columpiando de forma tremenda porque la película es la releche y algo totalmente nuevo, pero entendedme, no paro de ver críticas hablando de lo oscura y realista que es una película sobre un millonario que va por ahí colgándose de un gancho que debería descoyuntarle los hombros constantemente. Y aunque algunas de las cosas que he leído sobre la película me han gustado, lo que no me gusta en absoluto es el tratamiento que la crítica está haciendo de la misma, hablando de Batman como si fuera un personaje en el que parece que ya no vale absolutamente nada que no sea reversionar las películas de Christopher Nolan, como si anteriormente no hubieramos visto lo errado de basar todas las interpretaciones en ciertas facetas de Frank Miller como si no existiera ningún otro autor para el personaje.
Lo dicho, perdonadme si queríais una crítica de la película y no una crítica a las críticas.