El pasado lunes nos decía adiós Miguel Gallardo a los sesenta y seis años. Un autor fundamental en la historia del cómic español a quien tarde mucho en descubrir y que ha dejado un vació enorme pero también un puñado de grandes cómics con lo que recordarle. Por todo ello, y aunque no soy precisamente un profundo conocedor de su obra, quiero rendirle desde aquí un pequeño y merecidísimo homenaje a este grande del cómic, que siempre prefirió considerarse un simple aficionado, y que tantos grandes ratos ha hecho pasar a innumerables lectores a lo largo de varias décadas.
Es difícil, por no decir imposible, hablar del movimiento del cómic underground español y no hablar de Makoki, un personaje del que habíamos oído hablar incluso quienes no pasábamos de leer a bruguera y superhéroes en aquellos años. Nacido en las paginas de la revista musical Disco Exprés, este peculiar personaje huido de un manicomio, inspirado en un relato de Felipe Borrallo y que bebía de fuentes tan dispares como el estadounidense Segar (el creador de Popeye) Robert Crumb y Gilbert Shelton, acabo convirtiéndose en uno de los referentes del cómic alternativo de los 70 y 80. Sus delirantes aventuras pasaron por las revistas Star, Bésame Mucho y el Víbora, ya por aquel entonces trabajando Gallardo junto con el guionista Juanito Mediavilla. La popularidad del personaje fue tal que llego a dar nombre a dos volúmenes de su propia revista (en 1982 y 1986) y numerosos autores contaron nuevas historias sobre el. Pero en 1994 Gallardo decidió acabar con la vida de su mítico personaje y en la revista Viñetas se publico “La Muerte de Makoki” poniendo fin a una era.
Pero Gallardo era un autor muy inquieto que quería probar cosas nuevas, y a lo largo de todos los ochenta y los noventa creo números personajes, a veces en solitario y en ocasiones colaborando con otros autores como su inseparable Juanito Mediavilla o Ignacio Vidal-Folch. De aquella época nacen títulos como Pepito Magefesa, Perro Nick, Perico Carambola, OTAN sí, OTAN no o Roberto España y Manolín entre muchos otros. Cómics en los que tocó el humor mas gamberro, la sátira política y social o la actualidad mas candente, experimentando con su estilo de dibujo y el color, siempre reinventándose a si mismo a la hora de buscar nuevas formas de contar historias.
Una reinvención constante que le llevó a mediados de los noventa a dejar de lado el humor mas gamberro y la sátira para plasmar en cómic la historia de su padre, Francisco Gallardo. Así nació Un Largo Silencio, una novela gráfica en la que Gallardo compartió con sus lectores el proceso que le permitió conocer de verdad a su padre, un militar republicano, tras cuarenta años de silencio guardándose lo que había vivido durante su juventud en la Guerra Civil. Una obra mas madura que en cierto modo marcaría el tono de lo que fue el ultimo tramo de la carrera profesional de Gallardo.
Aunque antes de eso Gallardo, que seguía siendo alguien muy inquieto, hizo un alto en su carrera como historietista para dedicarse durante una temporada a la ilustración. En esa etapa de su carrera ilustro numerosos carteles para todo tipo de festividades y eventos, portadas de libros, colaboraciones para el Herald Tribune, el New York Times y el New Yorker. Trabajos en los que se puede apreciar de un simple vistazo la enorme versatilidad que poseía y que le permitía no solo adaptarse a cualquier encargo, sino a hacer lo que quería.
Pero en las ultimas décadas. de su carrera, mi etapa favorita, Gallardo se dedicó principalmente a convertirse en su propio personaje, dedicándose casi de pleno al genero autobiográfico y compartiendo protagonismo con su hija María. De esa época son el imprescindible María y yo y su secuela María. cumple 20 años, donde con un trazo espontaneo y casi infantil se dedicaba a compartir con sus lectores su vida junto con su hija, realizando un retrato brutalmente honesto y muy emotivo de lo que era vivir con alguien con autismo. Un cómic tuvo un éxito abrumador contando con numerosas reediciones e incluso un documental basado en el mismo, permitiendo descubrir a numerosos lectores (entre los que me incluyo) a este gran autor.
Una etapa autobiográfica de la que uno de sus últimos trabajos fue el “Algo extraño me pasó camino de casa”, publicado por Astiberri en 2020 y de una triste actualidad. En este cómic Gallardo plasmó en sus paginas como descubrió que esos dolores que sentía eran fruto de un tumor cerebral cuya extirpación y posterior tratamiento coincidió con el comienzo de la pandemia y el confinamiento. Unos momentos terribles y confusos que Gallardo quiso convertir en cómic para intentar entender el mismo todo lo que le estaba sucediendo.
Y aunque al final el puto cáncer se lo ha llevado, toca recordar que el no quería melodramas, que tuvo una gran vida, se lo paso muy bien, hizo lo que quiso, viajo por todo el mundo, tuvo una hija a la que adoraba y multitud de lectores que le adoraban a el. Lectores entre los que de nuevo me incluyo y que no admiro simplemente su obra, sino que gracias a que tuve el privilegio de “conocer” en una sesión de firmas hace unos años, encontrándome con un tipo encantador lleno de una alegría y ganas de vivir muy contagiosa y un repertorio de anécdotas impagables, también le admiraba como persona.
Así que aunque sea triste que se nos haya ido Miguel Gallardo lo que nos toca es intentar tomar ejemplo de el, alegrarnos de que haya existido y que nos regalase tan buenos momentos a través de su obra. Una obra que toca leer, releer y recomendar para que nunca se nos vaya del todo y que las próximas generaciones de lectores sepan quien fue este tipo tan grande que hacia lo que le daba la gana y lo hacia la mar de bien.