El año pasado se estrenaron las dos primeras películas de Marvel que no me interesaban, Shan Chi y Los Eternos. Sí, seguramente me habría interesado menos todavía una película sobre la tostadora esa que tanto le gusta a M’Rabo, pero entonces estaríamos hablando de una película del Hasbroverso y no de Marvel, ¡dónde va a parar! Y así acabaron estando las cosas, con una película de Shang Chi más parecida a Puño de Hierro que a Shang Chi y los Eternos… Los Eternos… Buf, a ver cómo me explico:
A Jack Kirby le gustaban las «diosadas». Héroes enfrentados a divinidades, divinidades que eran héroes, gente así muy cósmica que escapaba al entendimiento humano y todo eso. Ya en sus cómics sobre monstruos se aproximó al tema con sus alienígenas insondables, pero no fue hasta la llegada de Galactus cuando Kirby mostró realmente una de esas criaturas imponentes, aún más lejana de la humanidad que el misterioso Vigilante. Paralelamente a todo esto y cuando se encarga por completo de Thor, empieza a trabajar sobre la idea de un crepúsculo de los dioses, el cual le podría dar la posibilidad de crear su propia mitología, un nuevo panteón con el que sustituir al viejo y que acabaría llevando a cabo ya en DC con sus New Gods, elaborando una historia a largo plazo que se vería truncada por las ventas y que no podría rematar hasta mucho más tarde. Quemado por la situación, Kirby volvería a Marvel en 1976 y allí exploraría temas como el origen de la vida y la vida artificial con el cómic de 2001: Una Odisea del Espacio y creando dioses cósmicos en los dichosos Eternals, con unos Celestiales que venían a ser poco menos que dioses de dioses y que tenían un tufillo magufo que es superior a mis fuerzas, a ver cómo os cuento…
A mediados del siglo pasado todavía coleaba la superchería y la «arqueología especulativa» -dicho esto como un eufemismo insultante para cualquier arqueólogo, mil perdones- por lo que un farsante y estafador profesional suizo llamado Erich Von Däniken escribió durante una estancia en la cárcel (provocada por gajes del oficio, por supuesto) un libro sobre el supuesto contacto de extraterrestres con ciertas culturas de la antigüedad, posibilitando que estas desarrollaran la tecnología suficiente como para construir pirámides y cosas de esas que no debería construir nadie que no fuera blanco y europeo (ario). Dejando de lado que la novela no dejaba de ser un gazpacho de influencias de los mitos de Cthulu y que el 2001 de Clarke y Kubrick contaron esa misma historia mucho mejor, lo cierto es que como aficionado a la historia su desprecio a todas las culturas de la antigüedad me parece tan repulsivo que a día de hoy sufro de una alergia casi patológica a toda historia que tenga que ver con seres superiores mangoneándole a la humanidad sus logros, a negarle sus méritos a todas aquellas mentes maravillosas que nos sacaron del fango usando palos y cuerdas. Se suele decir que los muertos merecen un respeto, pero parece que cuando pillan tan lejos es más divertido ningunearlos, mentir y se acabó. Que es cierto que muchas culturas primitivas y no tan primitivas corrieron a decir que el fuego se lo había dado el dios fulanito o que las cuerdas las inventó menganito, pero esto no es nada de extrañar en logros anteriores a la palabra escrita, cuando tu abuelo fallecido el año pasado parecía ya tan real como cualquier dios imaginario. Y los Eternos comparten inspiración con toda esa superchería.
Que Jack Kirby no era tonto, vió una moda y se montó una historia sobre ella, a camino entre lo que le interesaba contar a él y lo que parecía estar triunfando en aquel momento. No, no soy imparcial, nunca lo seré respecto a estas cosas y me alegro de no serlo, por eso me corto bastante de hablar de los Eternos, el único cómic de Jack Kirby que me aburre y que no soporto, un cómic que para colmo de males no fue concebido como parte del Universo Marvel y que supone todo un pegote cuya incorporación a posteriori a cargo de Roy Thomas no hizo otra cosa que hacer de dicho universo un lugar mucho más pequeño. A priori esta adaptación cinematográfica prescinde de algunas de las características más controvertidas del cómic -la más clara, que la humanidad fue creada/evolucionada por los Celestiales y que tanto desviantes como eternos son subrazas creadas a raíz de dicho experimento- dándonos una historia en la que los Eternos son herramientas inmortales con una devoción religiosa hacia los Celestiales y que se dedican a viajar de planeta en planeta erradicando a los Desviantes, criaturas sin mente cuya única función es la de alimentarse de vida inteligente, en el caso de nuestro planeta, de la humanidad.
Y así es como la película insinúa -se corta mucho en decirlo directamente, pero a buen entendedor pocas palabras bastan- que la revolución neolítica que inició la civilización en Mesopotamia hace cosa de diez mil y pico años la transformaron ellos en civilización con su llegada en el cinco mil antes de cristo y poco menos dice que ellos se inventaron la civilización sumeria. Que te digo yo que si se hubieran buscado un director iraquí o iraní esto habría cambiado bastante, porque esto es como decirle a los ingleses que eso de beber agua con hojas a las cinco de la tarde se lo inventó un francés porque no tenían a mano ingredientes de la poción mágica. El caso es que los Eternos estos llegan con su nave espacial, matando desviantes, pegando hostias como panes y tirando rayos y cosas de esas y al poco transforman aquel desierto de cañas y barro en la zona más fertil del planeta (gracias a Sersi) y lo convierten en la jodida Babilonia, con sus jardines colgantes y todo que seguramente construyó Ikaris un día que estaba aburrido. Sí, me cargan mucho estas mierdas, me sacan mucho de quicio.
Y aun así, abstrayéndome de todo esto, la película comete muchas torpezas. Mismamente en la escena de Babilonia tenemos a Phastos planteando el darle a la humanidad el motor a vapor dos mil doscientos y pico años antes de su invención, a lo que Sprite le responde que no están preparados para ello, que «los iba a asustar»; mi querida Kristen Dunst de Entrevista con el Vampiro -si es que hasta es pelirroja por Odín-, la humanidad ya se asustó al ver una nave volando por el cielo y a los desviantes xenomorfos esos comiéndose a la abuela, no creo que les cueste mucho acostumbrarse a barcos y carros que se mueven solos. Y si no pregúntale a los del japón feudal del XIX lo que tardaron en acostumbrarse al motor de vapor, que en menos de cien años estaban haciendo unos aviones estupendos. Cuestionado por sus «hermanos», Phastos decide regalarle a la humanidad algo más simple, el arado. Arado que, dicho sea de paso, la humanidad ya había inventado ella solita dos mil o tres mil años antes. Pero vamos, que lo peor viene luego, cuando Sprite se inventa ella sola la épica de Gilgamesh y Enkidú -la primera que se tiene registro de toda la historia de la humanidad- y nos roba hasta la invención de una de las mayores virtudes de nuestra especie, la capacidad de inventarnos historias. Vamos, que la humanidad es idiota y sobramos, no pasa nada.
Y así es como transcurre la película, entre flashbacks a los Eternos guiando a la humanidad y protegiéndola intercalados con escenas de Sersi -la protagonista interpretada por Gemma Chan y que nada tiene que ver con la femme fatale original de Kirby- tratando de enfrentarse a una nueva y misteriosa invasión desviante, los cuales supuestamente habían desaparecido quinientos años antes pero que ahora han vuelto con más ganas que nunca de destruir a los Eternos, que no tanto a los humanos porque ahora ya tienen tantos o más poderes que los propios Eternos (¡jodeos hijos de puta!). Y sí, Chloe Zhao busca contar una historia sobre la inmortalidad, lo que le supone a una persona el tener tantos recuerdos en la cabeza, pero aun así los personajes no muestran esa edad, no existe esa evolución. Sersi es la misma Sersi de hace siete mil años y lo mismo son los demás, algo que tendrá su explicación dentro de la propia historia pero que a la vez socava por completo toda la primera hora de película, porque al final los Celestiales tratan a los Eternos como niños, los Eternos tratan a la humanidad como niños y la propia película nos trata como si fueramos niños idiotas.
Que esto no quiere decir que la película no tenga virtudes, que las tiene; gran parte de las emociones de los personajes se transmiten a un nivel visual, sin recurrir a monstruosidades digitales, la puesta en escena es la que en la mayor parte de los casos nos crea el estado emocional que demanda la película en cada momento, pero el problema es que manejar tanto personaje y dedicarle tan poco tiempo a cada uno es lo que acaba dándonos esos personajes tan simplones, que evolucionan tan poco a pesar de que tienen su propio equipaje emocional, sus propias contradicciones y sufrimiento. Sí, hay giros dramáticos y muchas cosas no son como parecen, y la película en ciertos momentos redime muchas de las críticas que le hago aquí mismo, pero lo hace después de hacerte soportar una hora y media de tedio, después de que te hayas desenganchado por completo de ella y el viaje haya descarrilado del todo. Y es una pena, porque misteriosamente han conseguido que, aún así, me interese por ver una secuela.
Y es que una vez se nos pasa el susto del insulto inicial a toda la humanidad (que sigo diciendo que está muy feo) y se revela que los Eternos no son más que tostadoras glorificadas y que lo único que provoque su rebelión para salvarnos sea el hecho de que los Vengadores salvaron medio universo (de nada, hijos de puta), tengo que reconocer que la llegada de Arishem en plan Galactus anunciando el inminente juicio de los Celestiales hace que se me pongan todos los pelos de punta. Porque sí, eso de ver gigantes cósmicos kirbyanos siempre es un placer, pero lo que me escama es que los celestiales no dejan de ser una evolución de la idea de Galactus, algo que en el cine solo debería haber aparecido después de que el MCU mostrara su propia versión del devorador de mundos; por eso creo que esta película, si tenía que existir, solo debería haber aparecido después de Galactus, después de los 4 Fantásticos, de los Inhumanos y de demás elementos «compartidos». Pero está la cosa como está, y supongo que tenemos que darnos con un canto en los dientes, porque quieras que no ese Arishem gigantesco delante de la Tierra -hay que ver que grande que se nos ha puesto- da gloria verlo, aunque por supuesto me entra cierto pánico al pensar que Feige pueda estar pensando en convertir a Galactus en «un celestial más», el celestial tragaldabas o algo parecido.
Pero bueno, poco más que deciros, más allá de que esto seguramente tenga su continuación en Guardianes de la Galaxia III -ese Pip en la escena postcréditos lo dice todo- y que creo que una segunda parte de los Eternos enmendaría muchos de los problemas de la primera al no tener que presentar 7000 años de historia de la humanidad intercalados con la presentación de tanto Eterno y tanto Dane Whitman que al final no hace prácticamente nada en toda la película. En fin, que mi conclusión es que Eternos era una película de aprendizaje para Chloé Zhao y que Marvel Studios debería haber tenido un poco más de cabeza a la hora de guiarla en estos menesteres, pero supongo que la experiencia con Taika Waititi había salido tan bien que decidieron tener manga ancha, a pesar de que los mayores problemas de la película vienen de que trata de abarcar demasiado y de que el material original y la reinterpretación del mismo no acaban de funcionar; sus mayores triunfos están en escenas concretos, en pequeñas ventanas de «humanidad» en los personajes que podrían haber sido mejor exploradas si la película hubiera decidido optar por contar con menos personajes, con historias más pequeñas antes de forzarnos a salvar el mundo; el ejemplo más claro es la historia del desviante «inteligente» cuya historia plantea algunos interrogantes que no solo no se llegan a resolver en la propia película si no que quedan truncados en una resolución apresurada y hasta chapucera, porque para entonces parece que a la película le sobra el personaje.
Aun así pues oye, a mi me gustaría que Zhao nos diera una secuela, ahora que ya nos hemos deshecho del lastre (vamos, de los Eternos del demonio) y podemos, si nos da la gana, hasta contar la Saga de Proctor y por fin hacer algo con la relación entre Sersi y el Caballero Negro…