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Pícara y Magneto, vidas paralelas: 30 años del adiós de Chris Claremont (IV)

Un consejo de amigo: si alguna vez te encuentras con alguien que está muy deseoso de ser tu mejor amigo y es mayor de 6 años, desconfía. Porque si no, corres el riesgo de que te hagan lo que los acólitos a Magneto, enmierdarte y enmierdarte hasta que te saquen todo lo que quieren y largarse con viento fresco. Y de eso va el número 2 de X-Men, de Magneto cagándola aún más todavía, arrastrándose por un cómic que es más parecido a emborracharse uno solo pero sin la anestesia del alcohol, quedándote solo con el rencor y el remordimiento…

Una cosa curiosa que solo me llama la atención a mí, el anuncio de la contraportada es del Wolverine de NES, en el que lleva el traje marrón y se pega contra Dientes de Sable… Y Magneto. Sigh.

Lo habíamos dejado en que Magneto, tan tonto él y tan necesitado de cariño, había decidido declarar su asteroide territorio soberano y darles asilo a los acólitos esos, sin pararse a pensar en que él estaba dándoles mucho y ellos a cambio no le daban ni las gracias. Bueno, las gracias sí, porque pelotas eran un rato, pero este Magneto es tan idiota, tan Byrneano, que aunque los diálogos de Chris Claremont se peguen a patadas en los dientes con los dibujos de Jim Lee, la excusa de que el que Amo del Magnetismo se pegue con la Patrulla porque «a ver quién castiga a los idiotas estos» se me queda un poco coja, y más aún si nos fijamos en el lenguaje corporal de los personajes, que en el caso de Jim Lee siempre es el mismo porque no sabe hacer otra cosa que repetir las mismas poses sin ningún criterio, y con ellas solo sabe expresar cabreo/estreñimiento o posar para la cámara. Y así es como el único personaje que intenta dialogar con Magento, Pícara, es la única que no tiene los dientes apretados. Pero igual no es por caracterización y sí por ser mujer, que Betsy anda en las mismas coordenadas con sus manos manojos de espárragos.

No hablar de academicismos, no hablar de academicismos…

La cuestión es -y esto va de Claremont, lo sé- que para no variar nos volvemos a encontrar la misma situación de la última vez, los personajes están habalndo y la aproximación de un cacharro que vuela provoca que empiece la bronca y la gente se pegue otra vez pero en realidad no querían pegarse y Magneto da un discurso en el que insiste otra vez que no quiere hacer daño a sus antiguos camaradas de armas pero cuando Pícara se le acerca para impedir que se defienda de helicopteros genoshanos diseñados para matarlo, Magneto le mete una turboguantazo magnético -porque a saber lo que es eso- y la manda para Cuenca, igual que en el número anterior le detonó un misil nuclear en la cara y la mando para Genosha. Y Fabian Cortez le mete un morreo energético a Mariposa Mental que le maximiza sus poderes telepáticos hasta dejarla turulata, porque claro, a falta de que Pícara haga algo que no sea recibir, alguien tiene que andar por ahi dando besitos que dejen al personal perjudicado.

¡Eh, pero por lo menos la secuencia funciona!

Y mientras la Bestia hace El Bestia -creo que es la primera vez que lo veo usar su aspecto peludo para aterrorizar al personal, aunque lo haga para defender a Mariposa de una turba genoshana- y Gambito le pega en la cabeza a Cortez, Jim Lee se olvida de contarnos como Magneto ha sometido a Cíclope y Lobezno (que tampoco es un escándalo, peores omisiones ha tenido), porque aparecen así en la segunda viñeta y los diálogos solo dicen «ya he derrotado a vuestros jefazos, rendíos», y entonces -fijáos que diferencia contar una historia de Claremont puro a uno adulterado, pasamos de que los enlaces entre escenas sean consecuencias unos de los otros a «y entonces, y aparece», sigh- vuelve Pícara y otra vez trata de dialogar con Magneto para que de nuevo lo ataquen por la espalda -esta vez una Mariposa turbocargada, se veía venir- y entonces aparece un acólito llamado «Cromo» y los congela a todos ganando la pelea para Magneto. Así, de golpe, porque hasta ese momento había estado ocupado volando por ahí y no le había apetecido ganar la pelea. Algo así no lo salva ni Alan Moore ni Tolstoi resucitado, que desmadre.

Aquí la Bestia, en sus tiempos en los que luchaba contra la injusticia y no para hacer niños mutantes. Sigh.

Antes de seguir con todo esto y seguir aumentando el tamaño de la úlcera que me provocó leer a Tom DeFalco en los 90, creo que conviene detenernos en la escena recurrente de estos cómics, la de Pícara y Magneto por la tragedia que supone. A efectos «jimleenianos», la relación entre Pícara y Magneto es prácticamente romántica, la de la chica que le pide al chico que se apiade de la humanidad, Anakin no mates a esos niños y tal y cual. Pero lo triste para los que tratamos de entender lo que leemos y supongo que también para el propio Claremont es que los paralelismos entre Pícara y Magneto son tremendos, porque los dos eran supervillanos buscados por la ley, que se enfrentaron a los Vengadores y gente parecida, gente que muchos dieron por perdida y a los que Charles Xavier les dió una segunda oportunidad. Y así como la trayectoria en los cómics de Pícara era mucho más escasa nadie puso en duda su paso al «lado luminoso», los John Byrnes de la vida jamás fueron capaces de concebir que Magneto fuera de los buenos. Así, cuando vemos a Pícara intentando razonar con Magneto vemos a dos personas que más o menos se unieron al grupo por la misma época, que solo se han conocido como aliados y amigos (o algo más, aunque ugh) y que tendrías que currarte meses y meses de jugarretas para que los dos se acaben pegando, pero en este caso solo han hecho falta cuatro tarados planos salidos de la nada para que Magneto se vuelva requetemalísimo. Y todo porque Jim Lee quería dibujarlos pegándose con él, claro. En fin, sigo que si no me alargo demasiado.

Menos mal que Claremont se ha acordado de lo de Sean y su accushla, que lo que es Jim Lee…

El caso es que Magneto captura a la Patrulla X y se los lleva a su asteroide, echándole la bronca a Cortez y su gentuza porque no le ha hecho ni pizca de gracia todo esto. Que digo yo que si Magneto hubiera querido hacer las paces con la Patrulla, lo suyo habría sido no hacerlos prisioneros o haberlos dejado con un lacito en el porche del Profesor Xavier, pero no, se los lleva a su asteroide para que Cortez tenga tiempo de revelarle algo terrible sobre su ADN: alguien lo ha manipulado, probablemente alguien que tiene algo que ver con una isla ficticia como Krakoa o la Isla Muir, cosa que le cabrea lo suficiente al Amo del Magnetismo como para bajar a Graymalkin Lane, raptar a Xavier y a una Moira medio borracha y llevárselos también a su asteroide, sin que el resto del grupo pueda hacer nada porque solo estaban de guardia Banshee y Forja.

«-¡Hola, me llamo Malneto y vengo a rubarte el güisqui! -¡Rúbame la desencia pero el güisqui no, que el güisqui pa una escosesa es sagrao! ¡Ioputa!»

Y así por el camino hasta el asteroide y por hablar de algo -que ya sabemos que esto de salir a la estratosfera es aburrido, que se lo digan a Jeff Bezos- mientras Magneto se sirve un vasito de whisky -del de Moira, seguramente- sacan a colación el tema de como en los Defensores de Steve Englehart y Sal Buscema, aquellos del Pocket de Ases de Bruguera, Magneto se fabricó un mutante sintético que era tan poderoso que evolucionó más allá de la humanidad y se largo a buscar su destino en las estrellas, no sin antes «castigar» a su creador transformándolo en un bebé. Bebé que, en los primeros números de Claremont en esta antaño gran serie, fue devuelto a la vida adulta por cortesía de un agente Shi’ar llamado Erik el Rojo, con el único objetivo de entretener a la Patrulla X mientras su Emperador se cargaba el universo y esas cosas. Sin embargo Magneto no hace este repaso al pasado por una cuestión nostálgica, si no porque durante su indisposición lactante estuvo al cuidado de Moira y ella experimentó con su «matriz genética» tratando de encontrar una cura para su hijo Proteo.

«-¡Me vía agarrá tal melopea que via volverme lactante canoso! -¡Canalla, cabrón, malnasío, devuelve el güisqui! ¡Mira como saman puesto los dientes de la rabia!»

Claremont intenta explicar el giro Frankenstein de Moira alegando una solución parecida a la que un año antes había dado John Byrne para Namor; en el primer número de la serie del atlante se explicaba que el el equilibrio electroquímico de su cerebro se veía alterado por su naturaleza humana y atlante, provocando poco menos que le faltara oxígeno al cerebro y acabara haciendo cosas malas. Y con Magneto pasa más o menos lo mismo pero con sus poderes, que son tan sobrados que acaban afectándole a la cabeza y por eso nuestro entrañable cazador de nazis acabó liderando un grupo de gañanes que se hacían llamar la «Hermandad de Mutantes Diabólicos»; Moira dió por hecho que el desequilibrio que se daba en Magneto era el mismo que se daba en Proteo, y antes que experimentar con su propio hijo pues que se joda el supremacista mutante de las narices, oye. Y claro, eso no le hace ni pizca de gracia, porque le recuerda a Mengele y esa gentuza que le amargó la existencia en sus campamentos de verano.

«-Cagonlaputa, que en el espasio no hay güisqui. -¡Porque te loas bebío tú tó, borrachuzo!»

Y es aquí donde uno se rasca la cabeza y ve claramente cómo lo que se dibuja no es lo que se cuenta; porque si bien entiendo que Magneto esté cabreado, Moira en todo momento considera esa manipulación una cura de una enfermedad degenerativa asociada al uso de sus poderes, no una manipulación mental. Así, cuando Magneto le exige que repita el proceso con la Patrulla X para obedecerle a él, esa manipulación no debería funcionar; primero porque ellos no tienen tal desequilibrio y segundo y sobre todo porque esa manipulación no es ningún tipo de control mental, no tiene sentido… A menos que si que lo fuera de verdad, que Moira esté mintiendo. Y entonces le estaríamos dando la razón a Byrne y toda la gentuza. Pero bueno, no nos adelantemos a los acontecimientos que en el número siguiente volveremos a hablar sobre el tema.

«-Nos emos bebío el güisqui de Magneto y ahora somos de los malos. -Pos yo tengo poderes mentales, así que os vuelvo buenos. -Pos no, porque tenemos la matriz genética torcida, ¡danos güisqui!»

Dejando de lado un interludio chorra con Matsuo Tsurayaba que no va a ningún lado -ningún lado interesante, vaya- lo siguiente que vemos es al Patrulla X con el seso jamao por Magneto anunciándole a Xavier que se pasan al bando de los malos, hablando de que «los tiempos han cambiado y ellos tienen que cambiar con ellos», en un reflejo irónico de la presentación del número anterior en el que hablaban también de que los tiempos habían cambiado y que las apuestas eran más altas y blablabla. Y todo esto sin haber leído los X-Men de Bendis, oiga.

El premio -como siempre- va para Tom Orzechowski, por ser capaz de meter tanto texto en tan poco espacio. Y lo peor es que falta hacía, porque si no este cómic habría sido incomprensible.

El número acaba con el Equipo Oro de la Patrulla X preparándose para la batalla contra sus camaradas porque Jean ha debido de notar que algo falla en la química del cerebro de Scott gracias a su enlace telepático -o al menos eso sugiere Claremont, porque Jim Lee como siempre no tiene tiempo para esas menudencias-, pero como son el equipo de Portaccio pues como que no les pueden. Tormenta dice que igual les pueden a los de Jim Lee, a los acolitos fijo y lo mismo hasta a Magneto -miento, en realidad dice que están igualados con los dos primeros y puede que hasta con Magneto- pero justo cuando estaban intentando desarrollarnos un poco el estado emocional de los personajes y darnos algo de chicha ante lo que están sufriendo estos personajes, aparece Nick Furia y les dice que EEUU y Rusia -o la CEI, o como se llamara en ese momento- han declarado la guerra a Magneto y están activando un turbocañón megagordo de plasma rosa que lo va a reventar todo, y que si quieren salvar a su gente ya están corriendo. Y nada, que en el número que viene le tocará brillar a Tormenta. O no, que ya me los conozco.

 

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