Ya, ya estoy mejor. Al final aquí hablamos de Claremont por mucho que aquí solo hiciera trabajo de fontanería del más ingrato, del de desatascar retretes y alcantarillas, que eso a Jim Lee le gusta mucho. Lo habíamos dejado en que unos mutantes habían robado una nave y una especie de policía de marines espaciales los habían perseguido hasta esmorrarse contra el asteroide de Magneto, que había tenido a bien destrozarles las naves y meterlos en su casa en vez de envolverlos para regalo y devolverlos de la misma a la Tierra. Pero ya que estamos, vamos a detenernos un poco para hablar de los marines esos de SHIELD y de los mutantes locos estos…
La última vez que Claremont se sacó de la manga unos mutantes salidos de la nada y deprisita y corriendo, se inventó a los Merodeadores. Como recordaréis, el grupo tenía un par de miembros que ya habían aparecido en otras series con anterioridad, pero en aquel momento Marc Silvestri se molestó en hacer un diseño para cada uno, Claremont les fue creando un trasfondo y una identidad. Pero en esta ocasión, lamentablemente, el que está al volante es Jim Lee y su editor es un Bob Harras que dice que sí absolutamente a todo, por lo que los futuros acólitos (de los agentes de SHIELD mejor no hablar) son absolutos lienzos en blanco. Vamos a ver como su líder, Fabían Cortez, es un malo plano de manual, pero por lo demás tenemos un grupo totalmente soso de narices del que no se detalla en absoluto nada de su pasado y que lo único que tienen de original es una devoción absoluta por Magneto (aunque alguno no tanto) y que son mutantes racistas, porque hasta tienen un slang racista contra los humanos, «flatscans» -electroplano en la versión de Forum, horrible en ambas versiones- que sorprende hasta el mismísimo inventor del vergonzante «homo superior». Pero sigamos repasando el cómic de los ocho millones de dólares…
Lo malo de meter en tu casa a dos grupos de personas que se estaban pegando es precisamente eso, que se vana seguir pegando. Aquí curiosamente veo una especie de pelea entre el dibujo y el guión, porque Jim Lee dibuja a los mutantes como víctimas y a los humanos más gañanes, con más tendencia a ser verdugos. De hecho, cuando el tal Deke dispara a una acólita (a la que luego Cortez se referirá como su hermana, que aquí hay un lío que tela), Claremont añade el «¡no lo hagas!» para justificar la escena. Sí, Magneto mata al agente a sangre fría y no sé hasta que punto la idea original de Jim Lee era mostrar a los acólitos como los fanáticos sectarios que son, pero como decíamos Claremont carga las tintas lo más grande en su lenguaje con lo de «flatscans» y no permite que haya buenos o malos, no dejando que el lector que tome un bando u otro y colocándolo en el mismo dilema moral del Amo del Magnetismo. Pero desengañémonos, un Magneto en sus cabales ni siquiera se habría retirado al Asteroide M, habría continuado con su trama junto al Club Fuego Infernal y esta escena estaríamos viéndola en las instalaciones del club en una playa de Pernambuco. O algo así.
Y mientras Lee se esfuerza en volarnos la cabeza con la alineación del grupo Azul -cómo se nota que la eligió Jim Lee para dibujar lo que le diera la gana, ¿qué cojones pinta Lobezno con Cíclope y no con Coloso y Tormenta?- llegamos a la chicha del cómic y lo que realmente te parte el corazón. Porque aunque lo escribe Claremont y se esfuerza en hacer que todo sea un malentendido, la actitud de Cíclope sigue estando completamente forzada -insisto, Cíclope estuvo en el juicio de París y de Lobezno ya mejor no hablo- y nos encontramos pues eso, a Magneto sacando a la superficie el Leningrado y llevándose sus misiles nucleares -sí, esos que tenían apuntando hacia su isla y por los que hundió el Leningrado, esos que le atacaron justo por pedir que la gente se deshiciera de sus arsenales nucleares- que yo para entonces no acabo de enterarme para qué se lleva los misiles, porque claro, si antes la cosa se hubiera arreglado con mandar a los okupas a su casa, ahora si te llevas misiles nucleares la gente te va a mirar muy mal. Es más, si te llevas los misiles y te los instalas como «arma disuasoria», ¿en serio te crees que no te van a tirar a Los Vengadores encima? ¿Y para qué instalas el arma disuasoria esa, para mantener protegidos a los gorrones de los acólitos? ¿Qué puñetas se fuma Jim Lee y qué cuernos puede hacer Claremont para solucionar este desaguisado?
Pues… Poca cosa. Claremont se mete en la cabeza de Magnus y lo hace darse cuenta de hasta que punto ha fracasado. De hecho, y mientras saluda a la Patrulla X con el ceño fruncido y los dientes apretados, el texto trata de justificar el cabreo de Lobezno con los misiles nucleares… Misiles que Magneto no debería tener por qué usar, pero que se está llevando igualmente. Y claro, en esto que Cíclope maniobra con el Pájaron Negro por detrás suyo y le tira a la Bestia y a Gambito encima y… Y se lió. Porque Gambito no conoce de nada a Magneto y actua directamente a tortas, Betsy tampoco le conoce gran cosa -apenas convivieron juntos en la mansión- y entonces se mete Lobezno con las garras fuera y Magneto reacciona con un bastante comprensible «¿Es que os habeís vuelto locos?» Huelga decir que, dicho por el propio Claremont, el código de honor del propio Lobezno le impide sacar las garras si la persona a la que se enfrenta no tiene intención de matar, pero esas reglas con Jim Lee ya saltan por la ventana.
Y puede que Lee acierte introduciendo la referencia al holocausto y mostrando a Pícara tratando de razonar con Magneto por última vez, pero la escena es tan chapucera y llega a ser tal despropósito, que ya solo una solución mágica podría justificar el esperpento. Por supuesto el intento de Pícara fracasa cuando es derribada por los cazas de la Comunidad de Estados Independientes, pero si os soy sincero lo interesante de esta página no está en que sea un punto de no retorno -el resto ya lo era- o que Magneto detone uno de los misiles para escapar, no, lo interesante es que Marvel publicó en la siguiente página un anuncio de las dos primeras novelas de Chris Claremont, First Flight y Grounded, novelas que no tuvieron precisamente mucho éxito -a mi mismo se me hicieron bastante bola, que le vamos a hacer- y que se me hace raro que se publicaran justo en este cómic. Vamos, que dentro de todo lo chungo que pasó igual Marvel (Harras) tuvo ese detallito. Sigh.
Y bueno, aquí tenemos otro fragmento digno de tener en cuenta, ese Magneto derrotado preguntándose cómo es posible que Lobezno le atacara con tanta saña, y se pregunta «¿qué ha podido cambiar?» Vamos, que el propio Claremont nos está diciendo que él tampoco se lo explica, que el barco ya va a la deriva y el nuevo capitán no sabe ni por dónde está la proa. Pero bueno, que tanto da, Cortez empieza a usar sus poderes «curativos» con Magneto y la transformación progresiva de toda la banda en gentuza energúmena va a seguir progresando a medida que Cortez va medrando y pudiendo meter la cuchara. Y así es como llegamos a la siguiente escena, con Pícara despertándose en Genosha (anda que no la mandó lejos el bombazo) y los acólitos bajando a «rescatarla», provocando otra bronca de la Patrulla X y que se den cuenta de que uno de los acólitos sospechosamente se apellida igual -y tiene poderes- que uno de los agentes de SHIELD que perseguían a los acólitos de Magneto -y también tienen todos trajes reshulones, sí. Que ya que estamos ya os aviso, no esperéis entender absolutamente nada sobre el Mayor Delgado o el acólito Delgado, ni siquiera treinta años después alguien ha sido capaz de explicar esto, porque a absolutamente nadie -ni a Jim Lee- le importaban una mierda los acólitos, mucho menos los marines de SHIELD que los perseguían (que ojo, los agentes Nance, Deke y Harry Delgado por lo menos tenían todos nombre, los acólitos no tanto). Aquí lo importante es ponerle rayitas a Magneto y que la gente se pegue, ¡que estamos a lo que estamos, puñeta!
Para la siguiente página tenemos a Claremont justificando que Betsy se líe a tortas con un acólito en vez de freírlo telepáticamente -porque le va la marcha, en resumen- y Logan descubre que este Fabian Cortez le huele a algo familiar -os lo spoileo yo mismo, Cortéz es uno de los Arribistas, esos que se cargaron el Club Fuego Infernal y media etapa Claremont porque «eso era volver a los viejos tiempos»-. Y entonces llega Magneto y dice que no tenía ni idea de que los tontos estos hubieran bajado a liarla -no dice nada de lo del agente de SHIELD que se «cayó del caballo», eso sí- y que le da igual, porque a partir de ahora su asteroide va a ser un Estado Soberano -así, con mayúsculas, que la idea en aquel momento todavía parecía algo original- y que todos los mutantes son bienvenidos y que están bajo su protección y patatín y patatán, comenzando la larga tradición -en parte, que en su día ya le pidió a la ONU un terruño para los mutantes- de inventarse Utopías y Krakoas que tarde o temprano acabarán fatal. Ah, y otra cosa…
Que Moira la ha liado. No, que no seáis pesados, que no tiene nada que ver con Jonathan Hickman, aunque ya que estaba en ese momento podía habérselo contado todo a Magneto y nos ahorraba multitud de problemas, con suerte toda la etapa de Lobdell. Pero no, Moira la ha liado porque ella hizo algo terrible, y que es culpa suya. Yo sé lo que ha hecho, vaya que sí, pero no me da la gana de contároslo porque ya lo dicen en el número siguiente. Y que narices, si a ellos esto les sirvió como cliffhanger hace treinta años, pues a mí también.