Hace un par de años reseñe por aquí el Third World War de Pat Mills y Carlos Ezquerra que comenzó su andadura en las paginas de la revista Crisis (perteneciente a Fleetway junto a 2000 A.D.) en 1988 y que retrataba un entonces futuro año 2000 de una forma aterradora y terriblemente familiar leído ahora con la perspectiva que dan los años. Y hoy toca meterse de lleno en el segundo arco argumental de aquella historia, donde seguimos a su protagonista a su regreso a casa tras su primer tour de guerra en Centroamérica y encontrarnos junto con ella una Gran Bretaña de pesadilla que de nuevo parece demasiado profética para nuestro gusto…
Eve ha regresado a casa con un permiso de tres semanas para recuperarse de los horrores que vivió como miembro de Freeaid en Centroamérica. Una experiencia que le ha permitido darse cuenta de que las cosas en su hogar no son tan diferentes de lo que vio allí, las mismas multinacionales controlan absolutamente todo a través de un gobierno títere fascista, la libertad es un espejismo fuera del alcance de todos y aquellos que no encajan en el modelo de sociedad que esos gobiernos/corporaciones han impuesto viven peor que animales. Una situación que llevara a Eve al limite y que la forzara a decidir de que lado quiere estar…
Pat Mills siempre ha sido un escritor muy comprometido y que nunca se caracterizado precisamente por morderse la lengua y callarse sus opiniones sobre temas políticos y sociales, tanto en su día a día como a través de su trabajo y que incluso en sus obras menos políticas siempre se deja ver exactamente lo que piensa, así que con cómics como este Third World War, en los que podía explayarse a gusto es donde mejor podemos apreciarle. Y como sucedía en el primer arco argumental de esta serie, Mills extrapoló la situación del mundo de aquellos años de finales de la década de los ochenta para especular sobre como podría ser ese no muy lejano futuro del año 2000 (pasado para nosotros) y su visión del mismo era aterradora.
Y leyendo este cómic ahora uno se queda con la impresión de que Mills simplemente falló en sus predicciones por unas pocas décadas, ya que en algunos aspectos parece que vamos abocados hacia esa distopia que el, y un puñado de los mejores dibujantes británicos de la época como Carlos Ezquerra, Duncan Fegredo, Sean Philipps y otros, nos mostraron aquí. Multinacionales con mas poder que los gobiernos que nos recuerdan enseguida a todos esos millonarios que están proponiendo ahora crear sus propias ciudades con sus propias leyes, gobiernos fascistas que ya no se molestan en disimular lo que realmente piensan y que oprimen a esos ciudadanos suyos que consideran “diferentes” por su color de piel, sexualidad, lugar de nacimiento, etc y que nos recuerda a lo que esta sucediendo ahora mismo en países como Polonia o Hungría o que podría acabar sucediendo aquí de gobernar cierto partido político voxmitivo.
Unos gobiernos que dan rienda suelta a que tanto desde las fuerzas del orden como desde grupos de literales nazis, se utilice la violencia indiscriminada contra esos “ciudadanos de segunda” a los que se somete a una vigilancia constante y que se comienza a recluir por su propia protección en “zonas seguras” que son poco mas que preludios a campos de concentración. Elementos que de nuevo nuevo recuerdan incómodamente que hay países de nuestro entorno en el que cosas así no parecen tan lejanas ni descabelladas.
Y la respuesta que nos da este cómic a situaciones como la que nos muestra es sencilla, combatir. Obviamente no del mismo modo que vemos aquí, donde sus protagonistas viven en una dictadura en todo menos en nombre y se ven obligados a tomar medidas muy extremas, pero sin llegar a eso no nos queda otra que seguir un poco sus pasos y hacer frente como podamos a todo eso que cómics como este ya presagiaban y que a veces parece que tenemos demasiado cerca. Pero pese a que en una historia como esta hubiese sido muy fácil caer en la tentación de limitarse a contarnos un “buenos contra malos” Mills, Ezquerra, Fegredo, Philips y compañía no caen en el maniqueísmo.
La sociedad que nos encontramos aquí esta tan llena de contrastes como la vida real, y en ella nos podemos encontrar a personajes tristemente familiares que se convierten en ciudadanos complacientes, agarrándose al privilegio que les da el dinero o la fama o el simple servilismo para escapar como pueden al odio que cosas como su color de piel inspira en esos gobernantes que les desprecian. Pero también nos encontramos a otros que han renunciado a esos privilegios para luchar por lo que es justo pese a que podrían vivir una vida relativamente tranquila si optasen por mirar hacia otro lado. E incluso entre estos, quienes se oponen a esa horrible dictadura de facto que oprime Gran Bretaña, también hallamos personajes muy dispares, desde gente que de verdad persigue un mundo mas justo, otros que solo persiguen sus propios intereses personales, la gloria o quienes luchan porque no saben hacer otra cosa y no saben vivir sin la violencia.
Por todo ello este Third World War, tanto su primer volumen como este segundo que reseñamos hoy, no son solo cómics increíbles que merece la pena descubrir, sino también la respuesta perfecta a ese argumento absurdo que circula periódicamente por ahí de que los cómics de ahora se han vuelto demasiado políticos y que eso antes no pasaba. Porque todos estos temas siempre han estado ahí desde que el cómic es cómic, no en todos y cada uno, pero si en la mayoría de una forma u de otra y el cómic, y la ficción en general, son mejores por ello.