Ayer hablábamos de la hickmanada krakoana y de la guerra que Moira McTaggert y Destino llevaban a cabo a lo largo de las diez reencarnaciones -o más bien ocho- de la primera, de como Destino obliga a Moira a trabajar por el bien de los mutantes bajo la amenaza de matarla durante su próxima reencarnación antes de que llegue a desarrollar sus poderes antes de la adolescencia. Pues bien, ¿y si os dijera que la relación entre Moira y Destino viene de lejos? Y, por supuesto, se contradice totalmente con lo contado por Hickman, ¿cómo no iba a hacerlo?
Empecemos por el principio; Destino -menos conocida como Irene Adler, aunque solo si no sois fans de Sherlock Holmes- es una mutante del siglo XIX que descubre su poder de ver el futuro, pero como buena mutante en un principio no sabe ni como controlarlo y las visiones se le apelotonan en la cabeza, por lo que decide escribir todas sus visiones en unos diarios que deben de estar cifrados porque si no tenía una caligrafía tan espantosa que debió de ser lo que la dejó ciega. La cuestión es que Irene era buena gente y decidió usar su poder para proteger a la humanidad, pero una cosa llevó a la otra y acabó reformando la Hermandad de Mutantes Diabólicos junto a su esposa, Mística. Porque claro, en aquellos tiempos todavía se consideraba que los mutantes eran parte de la humanidad, que tener un gen diferente del resto no te hace pertenecer a otra especie, puñeta. Y luego pasaron los años y se murió cinco minutos antes de que Claremont dejara Uncanny X-Men.
La cuestión es que hace unos diez años, allá por los albores de Brainstomping, Greg Pak escribió uno de sus microeventos locos llamado «Chaos War», en el que un dios japonés del caos ponía a dormir a toda la humanidad, soltaba a los muertos del más allá y se ponía a acabar con todo lo que existe, provocando que los únicos que podían enfrentársele fueran precisamente todos los que estaban muertos. Y así es como en uno de los tie-ins de Chaos War, el de X-Men, Ave de Trueno, Jamie Madrox, un par de cucos de Emma Frost, Banshee y Moira MacTaggert resucitan en las ruinas de la mansión con el objetivo de salvar el universo. El cómic venía dibujado por Doug Braithwaite, sí, pero lo más interesante de todo esto estaba, más allá del asunto Moira/Destino, en el hecho de que los guionistas del cómic eran Louise Simonson y Chris Claremont, toma ya.
Que tampoco nos flipemos, esto es una historia corta y simplemente son los dos autores jugueteando con personajes que no pudieron catar mucho; Ave de Trueno es el gran protagonista de la historia y otros como Madrox o Banshee son más bien comparsas, con Moira actuando un poco de guía mientras los dos cucos resucitados aportan el morbo de ser dos creaciones de Morrison escritas por Claremont… Y no se les dan nada mal, los dos le sacan bastante jugo a Sophie y su rivalidad con Esme. Pero más allá de todo esto, lo interesante está en que por aquella época Claremont todavía estaba rumiando una historia que se le quedó cortada en su primer regreso a Marvel, la de los Diarios de Destino y que nunca consiguió terminar de contar (la pudimos ver en Xtreme X-Men, mencionada en X-Men Forever y hasta en su segundo regreso a Uncanny, ese que se truncó cuando a Brubaker le apeteció escribir Uncanny porque también era muy fan de Claremont).
El caso es que Claremont nos recuerda la existencia de esa historia haciendo que Moira encuentre uno de los diarios, provocando que la escocesa entre en «conexión» con Destino y el espiritu de la misma la posea, provocando que las dos acaben ocupando un mismo cuerpo. Si ya un lector de las hickmanadas le chocaría que Moira estuviera muerta -porque recordemos que según Hickman ella fingió su muerte y en ese momento estaba viva- lo realmente terrible es que Moira e Irene, dos enemigas irreconciliables, ocupen el mismo cuerpo y colaboren entre sí. Lo que es más, los famosos diarios de Destino le podrían haber supuesto a la Moira krakoana una herrramienta interesantísima, porque seguramente ella misma debía estar en dichas profecías, aunque solo fuera para saber que sabía exactamente Destino sobre sus vidas anteriores.
Y bueno, sobre Chaos War no puedo deciros mucho más; Claremont y Simonson hacen esta colaboración en un par de números y se las apañan para desarrollar una relación entre James Proudstar y Sophie, una de las cucos, de la que seguramente nadie en absoluto se acuerde; solo hay que ver como en Krakoa han resucitado al propio Ave de Trueno y a nadie se le ha ocurrido escribir una escena en la que Lobezno empiece a entenderse con él (pido perdón si lo han hecho, ojo, que yo todas las series de Krakoa no las he leído porque no hay tiempo ni los millones que me acusa de tener M’Rabo). Aun así hay que reconocer que, aunque estemos hablando de personajes que en su día nunca ocuparon el foco principal, es bonito encontrarse de vez en cuando con uno de estos «oasis» en los que los personajes vuelven a ser ellos mismos.