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La vida después de Claremont: La Patrulla X en Australia (XV)

A veces, por no perder el norte, tienes que hacer de tripas corazón y no incluir algunos materiales la mar de jugosos en la serie de artículos que estás escribiendo. Me ha pasado mucho con estos posts australianos, sobre todo cuando te encuentras con entrevistas a Marc Silvestri diciendo que no ha pisado en su vida Australia y que todo lo que sale en el cómic se basa en guías de viaje que se compró al lado de su casa (no se notó ná). Otros casos son más sangrantes, como la entrevista en la que le preguntaron a Bob Harras al poco de pillar el cargo de editor que haría si Chris Claremont dejara la serie:

Sigh…

«Es una pregunta poco realista, ni siquiera contemplo a Chris haciendo eso. Creo que si lo hiciera tendría una crisis nerviosa (…) ¡Estaría en shock! Supongo que le pediría a Weezie (Louise) Simonson que escribiera Uncanny, a decir verdad. Pero eso suena tan… Bueno, tal vez debería prepararme a mi mismo para esa posibilidad. Me impactaría pero luego empezaría a buscar por ahí para encontrar a alguien que pudera continuar la tradición de Chris (…) creo que Chris sería dificil de sustituir, vaya que sí. Cuando Frank (Miller) dejó Daredevil la primera vez les costó mucho encontrar a alguien que siguiera con la serie, porque todos se preocupaban de que los compararan con él. Ya sabes, lo hagas bien o lo hagas mal te van a comprar, así que los nervios están ahí. Así que si Chris dejara X-Men habría un montón de gente que querría cogerla, pero estarían muy muy nerviosos. Quiero decir, estás siguiendo una docena de años de la creatividad de un solo autor… (…) Pero creo que Weezie sería mi primera opción, porque tampoco creo que nadie se pusiera a aporrear mi puerta pidiendo la serie.»

SIGH…

«(…)Byrne tiene mucho cariño por la Patrulla X original, así que va a hacer un fill in con ellos (…) de hecho casi estuvo de acuerdo en dibujar portadas para Classic X-Men cuando Arthur Adams lo dejó, pero entonces empezó con Vengadores Costa Oeste y tuvo que dejarlo (…) John sería más que bienvenido, si tiene algunas ideas y funcionan, ya sabes. Hey, ¡me gusta su trabajo! (…) Tanto Chris como Weezie son entusiastas con su trabajo. Para Chris, por supuesto, son sus personajes, son sus niños. Y creo que eso es muy importante, eso hace que la serie destaque sobre, ya sabes, una en la que sigue la corriente de número a número. (…) Disfruto mucho con mi trabajo, disfruto con Marvel, pero me deprimiría pensar que voy a estar haciendo esto el resto de mi vida, no es mi forma de ser. Llevo aquí ya seis años, cosa que me asombra, pero ahora estoy bien y podría estar un poco más. Pero no lo veo como para quedarme para siempre, que esto es a lo más alto a lo que puedo llegar; ¡no quiero que éste sea mi limite!». Sobran las palabras.

El MAL.

Aunque a los lectores no parece que les llamara mucho la atención, la raíz de todos los problemas posteriores no estaba exclusivamente en individuos como Harras, Portaccio o Jim Lee, ni siquiera en el editor jefe Tom DeFalco, si no mucho más arriba; Cadence había vendido Marvel en 1986 a New World Pictures, que si bien mantenía la estrategia de Cadence de «disneyficar» la editorial, no tardaría en venderla a un fondo de inversión propiedad de Ronald Perelman. Tanto la estrategia de New World como la de Perelman fue la de despersonalizar por completo la estructura de mando, primero despidiendo fulminantemente al editor jefe y vicepresidente Jim Shooter, ascendiendo a la jefa de ventas Carol Kalish a un papel más «discreto» y, en general, crear una red de mandos intermedios preferentemente novatos y dóciles, incapaces de discutir con las exigencias de los de «arriba». Los de arriba, que no habían leído un cómic en su vida, solo miraban cifras de ventas y encuestas de popularidad, por lo que así es como New World en el 88 exigió la creación de una nueva serie de X-Men -Excalibur- y no aceptó un no por respuesta para crear una serie regular de Lobezno, a pesar de que hasta entonces Claremont se las había arreglado para hacerle creer a todos sus superiores que era mejor el hacer series limitadas de vez en cuando que fueran vistas como un «evento» y así vendieran más.

«Ahora Chris tiene historias que contar de Lobezno en solitario, algo para lo que anteriormente siempre fue un pelín reticente.»

A finales de los 80 Bob Harras era un editor novato de unos treinta años que ni siquiera sabía que iba a hacer con su vida, y de repente el buen hacer de sus antecesoras y una burbuja de especulación provoca que la serie que está editando genere muchísimo más dinero que cualquier otra de la editorial; no en vano Marc Silvestri en 1987 ya comentaba como sus cómics de Conan Rey le generaban en torno a 600 dólares al mes y sus primeros números de Uncanny le estaban «haciendo rico». La política editorial de Marvel se vuelve cada vez más agresiva, con subidas de precio constantes, primero 1 dólar, luego 1.25, luego 1.50 y así año tras año porque los cómics se siguen vendiendo igual; los crossovers ya son a final de año y veraniegos, y cada vez que Tom DeFalco recibe una palmadita en la espalda por los resultados del año anterior, le piden que los supere el año siguiente.

Cada vez que sacaban un número uno vendía más que el anterior, pero querían MÁS.

Por eso es tan difícil que el fracaso creativo de Bob Harras al prácticamente despedir a Chris Claremont fuera respondido con el despido fulminante que hubiera merecido. Se diga lo que se diga, Uncanny X-Men durante los diecisiete años de Claremont mantuvo un nivel de calidad muy por encima de la media de la editorial, dándole un prestigio y un nivel de ventas enormes, pero la salida de Claremont se produce en un momento en el que el cómic vende al margen de lo que se publique en él; aunque Tom DeFalco hubiera sido consciente del fracaso de Harras al no conseguir la cooperación de Claremont y lo hubiera despedido, habría sido muy difícil para él justificar el despido ante sus superiores justo cuando Harras acababa de sacarse de la chistera ocho millones de ventas del número 1 de X-men, con los números posteriores vendiendo bastante bien. Y aunque echaras a Harras de comer a los perros, eso no iba a hacer que Claremont volviera, porque el vínculo de confianza con la editorial se había roto del todo; aunque Harras hubiera hecho de tripas corazón a la marcha de Jim Lee y hubiera contactado con él para que retomara la serie, Claremont se habría negado porque daba por hecho que las condiciones en las que iba a escribir la serie iban a ser muy distintas a las que él quería, con mucha mayor intervención editorial de la que había tenido hasta en los tiempos de Jim Lee.

No por sacar a centinelas vas a recuperar «los viejos tiempos», mangarrán.

Pero si Claremont tal vez había pecado de inocente al no ver lo que se le venía encima, John Byrne lo fue aún más; entrevistado poco después de que le ofrecieran el trabajo de Claremont (llega dos números después de su marcha, en el 281), Byrne da por hecho que esto de hacer los diálogos de Lee y Portaccio es algo transitorio, que los chavales tienen unos cuantos números ya pensados pero que pronto le dejarán hacer lo que le venga en gana «la primera historia que estoy tratando de introducir es una en la hagamos mucha limpieza, vamos a hacer una masacre mutante de verdad; Vamos a reventar un 85% de la población mutante del mundo, porque ya hay demasiados. Vamos a volver a la casilla de salida: Tienes mutantes buenos y mutantes malos, y de vez en cuando aparece un nuevo mutante y empieza una carrera para llegar a él antes de que lleguen los malos (..) Mi versión de Magneto es que es un tipo horrible, malvado y corrupto – me da igual lo que diga Chris. Es de los malos.»

No mucho después y con los retrasos de Lee y Portaccio en entregar sus páginas, Harras le pidió a Byrne que hiciera los diálogos en una noche. Cuando Byrne le dijo que no podía con ello, Harras contestó que «nos encargaremos de ello» y así salió Byrne de X-Men y entró Scott Lobdell.

En definitiva, a Claremont lo creó Marvel y lo echó su propio éxito. Claremont no habría llegado a ser quién es sin haber sido entrenado por Stan Lee, Roy Thomas o Len Wein, sin sus constantes peleas con John Byrne, sus largas charlas con Louise Simonson o Ann Nocenti, sus conversaciones telefónicas con tantos dibujantes… Claremont era (es) un jugador de equipo, y aunque durante la etapa Harras luchó a brazo partido por colaborar con él, llegados a cierto punto el equipo ya no solo quería contar con él, llegaron a ser tan sobrados como para pensar que les estaba lastrando, que sus ideas sobraban. El regreso a «las esencias» que Harras y Jim Lee pretendían contar no fue tal, primero porque ninguno de ellos entendía la serie en lo más mínimo (que pedazo de editor) y segundo porque les gustaban tanto las explosiones y las poses dramáticas que la serie se volvió muchísimo más oscura de lo que fue la etapa australiana; con constantes masacres, destrucción por todas partes y gente haciendo cosas «impensables» para mantener la atención del lector como si fueran adolescentes emborrachándose y estrellando el coche de su padre. Lo que es peor, empezaron a competir entre Lee/Portaccio y Liefeld, con lo que las series de mutantes se habían convertido en un «y tú más» en el que entre X-Force y las series de X-Men luchaban por ver quién era más cafre, y doy gracias de que llegara la espantada de Image porque vete a saber lo que habrían acabado haciendo estos cabestros.

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