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Tormenta se morrea con un señor mayor: La Patrulla X en Australia (VIII)

Lo primero de todo es dejar claro que La Caída de los Mutantes no es un crossover, es lo que Simonson, Nocenti y Claremont se sacaron de la manga cuando Jim Shooter les miró con ojos golosones tras ver las cifras de ventas de la Masacre Mutante y les pidió hacer otro crossover al año siguiente. Tanto Simonson en X-Factor (y ahora en New Mutants) como el propio Claremont ya tenían sus propios planes, así que decidieron etiquetar la historia que estuvieran contando ese verano como «The Fall of the Mutants» y santas pascuas, aunque en la propia serie en cuestión no se cayera nadie.

Es un poco raruno eso de presentar a la Fuerza de la Libertad con Destiny y Crimson Commando, pero supongo que mejor que la Mole y Pyros ya son.

Y es que, aunque la Patrulla X iba a «morir» en este crossover y se justificaba algo el nombre del crossover también en New Mutants con la muerte de Doug Ramsey, en el caso de Factor X pasaba todo lo contrario, los protagonistas salvaban Nueva York y al final del mismo eran aclamados como héroes. Lo que es peor, el nudo de la acción de la historia de Uncanny era en Dallas y en una isla indeterminada en New Mutants, con lo que la única serie que dió lugar a crossovers fue X-Factor… Y así es como tuvimos cruces con series como Daredevil o Fantastic Four que eran más un cameo de algún personaje que otra cosa. En cualquier caso, La Caída también vendió lo suyo, con lo que Marvel le empezó a coger el gusto a los crossovers veraniegos y, por supuesto, para el año que viene encargarían otro más gordo. Pero eso ya es otra historia de la que ya hablaremos en otra ocasión…

¡NIIIIÑA QUE PODRÍA SER TU PADRE!

Porque ahora lo que toca es dejar claro que La Caída de los Mutantes viene marcada por ser el primer crossover de la era Tom DeFalco. La caída de Jim Shooter se dió poco antes, con lo que su último crédito como Editor in Chief sería en el número 222 de Uncanny X-Men. El cambio de orden no le sentaría bien a Uncanny X-Men, porque tras la política «personalista» de Shooter que lo acabó llevando a soltarle un órdago a los nuevos propietarios de Marvel que acabaron despidiéndolo sin la menor contemplación, DeFalco se ve obligado a ponerse de perfil en muchos de los conflictos. El nuevo año 1988 se verá marcado por el regreso de muchos archienemigos de Shooter como el propio John Byrne, pero la barrera de contención entre el departamento comercial y los equipos creativos de los cómics empezaba a desmoronarse mientras la editorial comenzaba a surfear sobre una incipiente burbuja de especulación. Comienzan los crossovers entre todos los annuals, crossovers veraniegos y durante el nuevo año algunos dibujantes llamarán más la atención que los personajes que dibujan o los guionistas que los escriben. Había empezado una nueva era, pero en aquel momento Claremont parecía más preocupado por terminar otra…

¡Mucho has tardado!

En el trasfondo de La Caída de los Mutantes tenemos la recientemente aprobada Ley de Registro Mutante -si eras mutante tenías que registrarte como tal o te encerraban en la cárcel por ser «peligroso», una idea de la que abusaría Mark Millar años más tarde con Civil War- y la Fuerza de la Libertad de Val Cooper, una especie de versión «amable» de Henry Peter Gyrich que pretendía presentar a su escuadrón suicida mutante como una alternativa «amable» a la Patrulla X, a los que llama «autoproclamados héroes» que rompen demasiadas cosas aunque milagrosamente no se les muera ningún civil durante sus broncas. Obviamente el objetivo final de la Fuerza de la Libertad es el de funcionar como mutantes cazadores de mutantes -ser lo que Factor X decía ser y no era en realidad- y, aprovechando el cabreo de la población tras los destrozos de la pelea entre la Patrulla X y los Merodeadores, darles caza a los primeros.

¡Mirad, Pícara con una cinta del pelo! ¡Jim Lee no inventó nada!

Pero claro, ésto no tiene porqué gustarle a la antigua Hermandad de Mutantes Diabólicos, sobre todo a Mística y Destino que por algo son las madres de un miembro de la Patrulla. De hecho, Destino predice la muerte del grupo al completo y envía a Mística para que avise a su hija, revelándole que lo mejor es que ni se acerquen a Dallas ni a Tormenta, que eso les vendrá muy bien para la salud. Siendo como es Lobezno, según oye que Tormenta puede tener problemas se la pela la premonición, la muerte y demás zarandajas y pone rumbo a Dallas junto al resto del grupo, porque total en San Francisco lo único que iban a hacer era pegarse con la Fuerza de la Libertad otra vez y eso tampoco es; aun así, por supuesto que Mística y Destino tampoco van a permitir que su niña se mate por una tontería de lealtades y la Fuerza de la Libertad se acaba pegando contra la Patrulla en Dallas.

Ríete tú de las metarreferencias, ¡ni Jason Aaron en su Thor!

Mientras tanto, Tormenta está haciendo el idiota. Y lo lleva haciendo desde hace ya varios números, convencida cada vez más por Naze, el supuesto profesor de shamanería de Forja, de que su amantísimo Forja se ha vuelto tarumba y está dispuesto a abrir un portal que traerá una dimensión demoniaca a la Tierra (lo que hoy en día se llama «hacer un Inferno»), por lo que Ororo, siendo como es, en cuanto lo pilla in fraganti agarra un cuchillo y se lo clava a Forja en todo el pecho sin mediar palabra. Palabra que habría venido bastante bien porque al fin y al cabo el pobre muchacho en realidad estaba intentando cerrar el portal, que no abrirlo y claro, así es como el ente que posée a Naze -el poderosísimo ente místico llamado «El Adversario», poseedor del nombre más original a este lado de Mister Siniestro- se descojona vivo y empieza La Caída de los Mutantes convencido de que ya ha ganado y con la princesa -Lady Roma, la guardiana de la realidad del Capitán Britania de Alan Moore- atrapada en la torre más alta del castillo -o más bien, en el rascacielos de Forja en Dallas-.

Explicadme esa expresión de Logan, ¡que yo no la entiendo!

Son estos cómics un tanto raros, porque a la mezcla de elementos místicos que tan poco habían sido explorados por el grupo -que lo habían sido más de una vez, ojo- para los lectores se le añade la carga de tener a Marc Silvestri como narrador, que no está a la altura de sus antecesores. Silvestri madurará bastante a lo largo de su etapa y desde luego que tiene bastante más oficio que muchos de sus sucesores, pero aun así el lector se encuentra con encuadres no del todo acertados, abuso de planos generales, discordancias con respecto al guión que acaban teniendo que apañar los diálogos… Está en una etapa en la que todavía tiene muchos problemas con la caracterización de los personajes y su expresividad, deformando los rostros de forma inconsistente y a esto no le ayudan unas apretadísimas fechas de entrega que acaban provocando que algunas de sus viñetas sean retocadas por autores de la casa, enrareciendo todavía más el trabajo final. Aun así, su trabajo de línea junto a Dan Green sigue siendo la mar de interesante, ofrece algo distinto y novedoso y no tardará en demostrar que es el dibujante adecuado para una etapa de la Patrulla X en la que todo se viene abajo y el grupo acaba en mitad del desierto australiano. Pero de eso y de la llegada del auténtico Adversario ya hablaremos la semana que viene…

Eso sí, a Silvestri no se le daba nada mal el ditkear.
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