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Volviéndose más odiados y perseguidos: La Patrulla X en Australia (II)

Casi nada en la etapa de Claremont es ajeno a la causalidad, todo está relacionado de una manera u otra y acaba teniendo consecuencias. Así, para cuando pasamos del número 201 y entramos en «la era Factor X», Claremont todavía está lidiando con las consecuencias de que Magneto se haga director de la escuela de Xavier y decidiendo que hacer con Rachel Summers, la hija de Jean y Scott de un futuro alternativo.

Por un lado tenemos a la Patrulla X regalando segundas oportunidades y por el otro tenemos a medio mundo negándose a darlas.

El caso de Magneto ya lo exploramos la semana pasada, había una facción en la editorial que rechazaba la idea de plano a pesar de que Claremont ya hubiera introducido anteriormente un personaje en un papel parecido meses antes para suavizar el camino; Pícara había empezado como una villana que era maldad pura y, aunque su conversión en una pobre tardoadolescente incomprendida no había sido todo lo suave que debiera, su aceptación por parte de los lectores fue muy rápida y no tardó en convertirse en uno de los personajes favoritos de una serie que no había tenido un nuevo miembro permanente desde la llegada de Kitty Pryde. Por supuesto y al haber sido desde el número uno de la serie el gran archivillano del grupo, lo de Magneto iba a ser bastante más complicado de tragar…

Magneto el requetemalísimo.

En un principio, Magneto era el mal absoluto, y X-Men era lo más parecido a GIJoe o Masters del Universo que uno pudiera leer en tiempos de Lee y Kirby; había mutantes buenos liderados por Charles Xavier y había mutantes malos liderados por Magneto, ambos se pegaban porque los segundos querían conquistar el mundo y los segundos querían vivir en paz con el resto de la humanidad. El personaje era histriónico y caricaturesco hasta lo sonrojante, y no sería hasta la etapa de Roy Thomas y Neal Adams que Magneto mostrara algo de «profundidad», a pesar de que en realidad todo era una impostura del Amo del Magnetismo para engañar al Ángel, como si se necesitara un engaño muy sofisticado para conseguir eso.

El Magneto dialogante que tan poco les gustaba a algunos.

 

Así, la generación de autores que componía el grueso del personal de Marvel había crecido con el Magneto archivillano de los planes locos, con lo que cuando Claremont llegó a la serie en los 70 no tardó en humanizarlo todo lo que pudo, tratando de que el personaje no cayera en lo autoparódico y dándole un trasfondo en la segunda guerra mundial que viniera a explicar su odio al resto de la humanidad. Y todo esto fue un trabajo a lo largo de diez años de contar sus amores pasados, profundizar en su amistad con Charles Xavier y humanizarlo, humanizarlo y humanizarlo hasta que llegó al punto de quitarse lo de homo superior de la boca y hasta llegar a tener una relación sentimental con una simple homo sapiens. Magneto había madurado, se había empezado a dar cuenta de que estaba equivocado y de que no habría paz hasta que humanos y mutantes empezaran a entenderse. Y así es como tras un autoexilio de Xavier y un rediseño horrible de Romita Jr, Magneto se convierte en el director de la Escuela de Xavier.

La «chunguificación» de Tormenta alcanza un punto irreversible cuando se convierte en líder de los Morlocks.

Sumado a todo esto -y antes de hablar de Rachel- tenemos que un par de años antes la Patrulla X (Uncanny 169) es obligada a abrir los ojos ante una realidad bastante fea; si hasta entonces los mutantes habían sido muy pocos y Magneto para llenar su ejército de mutantes malvados había tenido hasta que inventárselos, de repente nos encontrábamos que en las alcantarillas de Nueva York vivían un porrón de ellos, los Morlocks, y que estaban de mierda hasta arriba. Si hasta entonces no había ningún tipo de problema moral en la Patrulla X por vivir en una mansión en medio del campo -somos cuatro mutantes contados y si alguno asoma con problemas lo detectamos con Cerebro y lo salvamos- Claremont abre en ese momento una caja de Pandora que a día de hoy todavía colea; los Morlocks son indigentes, son los «mutantes feos» que no encajan dentro de la sociedad ni aunque lo intentaran, porque su aspecto en la mayor parte de los casos es repulsivo y tienen que sobrevivir como pueden ante la xenofobia de los moradores de la superficie.

Los morlocks eran una versión oscura de la Patrulla X que pasaba de salir a pegarse con nadie y se conformaban con sobrevivir.

Claro está, los Morlocks rompen la ley porque el rechazo de la sociedad les obliga a vivir al margen de ella, y por eso La Patrulla X no puede culparlos por hacerlo. Sumado a todo esto está la ya mencionada Pícara, con cuentas pendientes con la justicia y un Henry Peter Gyrich dispuesto a lo que sea con tal de retirar del mercado a un peligro tan grande para la sociedad; Pícara es el primer personaje que pone al grupo fuera de la ley, los Morlocks son los que les hace convertirse de pleno en defensores de unos fuera la ley -Tormenta se convierte en la líder de todos ellos, aunque tristemente apenas llega a ejercer- y la «adopción» de Magneto provoca que el gobierno de EEUU decida crear su propio grupo antimutante, La Fuerza de la Libertad, compuesto básicamente por exmiembros de la Hermandad de Mutantes Diabólicos a los que se les ha ofrecido un trato marginalmente mejor que el que se le daba al Escuadrón Suicida. La Patrulla X y este nuevo grupo ya tienen un enfrentamiento antes de la Masacre Mutante, pero en realidad es un pequeño escarceo y es mejor mejor no adelantarnos, porque la verdadera bronca vendría un año después y hablar de ello sería adelantarnos demasiado…

Mención especial merece el Lobezno padrazo, tanto en el «pseudo» fill-in de Barry Windsor Smith con Katie Power como en la escena final del número 207 con Logan dándole un poco de «tough love» a Rachel.

Porque claro, teníamos pendiente a Rachel. Rachel es un cabo suelto en toda regla, y es el centro de la trama entre el 201 y el 210. Rachel viene de un futuro alternativo en el que, con el pretexto de acabar con la amenaza mutante, los Centinelas han tomado el control de todo el planeta y tienen a todo el personal que no han exterminado encerrado en campos de concentración. Con un pasado de vejaciones y violaciones, Rachel llega como un pez fuera del agua y sin encajar entre los miembros del grupo, planteando dudas respecto a su capacidad de usar los poderes de Fénix -recordemos, lo de la «fuerza Fénix» hasta ese momento no existe como ente independiente, Jean simplemente era una mutante dopada por los rayos cósmicos y Rachel había heredado esos poderes- y sirviendo como una especie de mini Jean Grey.

Después de marear la perdíz lo que no está escrito, Rachel acaba en la dimensión de Mojo… Y no la volveremos a ver hasta Excalibur.

Y es que estos números a ratos parece que quieren contarnos un remake de la Saga de Fénix Oscura, con una Selene en el papel de Jason Wyngarde y tratando de hacerse con el poder de Rachel mientras el resto del Club Fuego Infernal trata de no ser engullido por la propia Selene, además de un centinela del futuro, Nimrod, tratando de hacer sus cosas de centinelas y que aparentemente llega a todo este follón sin que uno sepa muy bien a santo de qué; sirve, a fin de cuentas, para ilustrar que al margen de que haya mutantes ricos y pobres que se estén pegando entre ellos, en esa guerra siguen existiendo humanos e inteligencias artificiales relocas que están la mar de dispuestas a meter la cuchara en el conflicto y liarla parda a la mínima oportunidad. Para eso y para recordarnos que la  Masacre Mutante que iba a empezar en el número 210 en un principio iba a ir en otra dirección muy distinta, pero la vida es eso que te pasa mientras vas haciendo otros planes…

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