Yo soy un lector y claro, a mi el Gran Premio del Salón del Cómic de Barcelona me la trae floja. Que no nos vamos a engañar, con casi todos los premios me pasa igual; si tienen una gala de entrega divertida o en la que se puedan hacer apuestas humillantes pues como que pongo más interés, pero en general me dan lo mismo. Tristemente los premios no dan igual, porque uno entregado a la persona adecuada puede suponer que el personal descubra que aquel dibujante de moderado éxito de los 70 sigue vivo, que su historia de malvivir con chapuzas de mierda llegue a los periódicos y que se le reivindique como gran currante de la viñeta y, lo más importante, que le entre algo de dinero que le haga poder tener la tranquilidad económica que su amor a la viñeta no le dejó tener en su puta vida. O también pueden dárselo a un señor con el riñón forrado y con una jubilación estupenda.
Facundo Martín (yo no quiero líos) es, para el que no lo sepa, el editor que a principios de los 80 se encargó de que en Planeta publicaran Marvel después de que durante años los publicara Vértice. Vértice había publicado los tebeos mediante adaptaciones discutibles en blanco y negro, formatos absurdos, viñetas remontadas y demás, pero tras su cierre a principios de los 80 su fundador, Josep Torra, decidió seguir con la publicación de cómics de Marvel a través de una nueva editorial, Surco. En esta ocasión, se intentará editar los cómics de una forma más fiel a la original americana, pero la aparición de Forum provocará que tenga que compartir los derechos de Marvel, la cosa no acabó de funcionar -Forum tenía los derechos de Spiderman y Conan, los cómics que más vendían en España en aquel momento, mientras que Surco tenía X-Men, pero nadie conocía esa Patrulla X rara que trataban de venderles en la que solo quedaban Cíclope y la Chica Maravillosa con otro traje- y Surco desapareció en 1985, dejándole a Forum el paquete de Marvel al completo.
Así, entre 1985 y principios de los 90 Forum consolidaría el trabajo de Vertice para convertir España en «territorio marvel», llenando de cómics los kioskos a pesar de que en aquel momento Zinco estaba editando mucho y muy bien los cómics de DC. A su vez, Forum también trataría de editar material de otros editoriales como Eclipse o Bonelli, experimentos de corto recorrido que estallarían de verdad cuando consiguieron los derechos de publicación a principios de los 90 de Dragonball y la mangamanía lo llenó todo por completo, arrastrando a todas las editoriales de cómics de la época a pegarse por los derechos de tebeos japoneses y provocando la muerte de toda editorial que no siguiera la moda. Sin embargo, Facundo Martín no dejaba de ser un amante del tebeo español de toda la vida y seguía intentando que Planeta aprobara el crear una línea de autores españoles.
Lo conseguiría en la segunda mitad de la década de los 90 con la Línea Laberinto, en la que autores como Jesús Merino, Germán García, Ramon Bachs, Javier Pulido, Sergio Bleda o Celestino Piñol crearon varias series limitadas de distintos géneros que en un principio tuvieron éxito desigual pero suficiente como para garantizar la continuidad de la línea, con lo que una segunda tanda parecía garantizada… Hasta que el Antoni Guiral, el editor que muy personalmente había dirigido toda la línea, decidió dejar Forum para llevar su propia editorial. Según el propio Martín Guiral su mano derecha en la editorial, y llenar su hueco fue tremendamente complicado porque coordinaba y editaba directamente gran parte de la producción de Forum. Poco a poco fue consiguiendo rellenar los huecos, pero a la hora de elegir nuevo responsable de la niña bonita de Guiral, Laberinto, Martín decidió poner al cargo a Celestino Piñol y a Francisco Pérez Navarro, teniendo así a un «novato» y un veterano.
En aquellos tiempos había gente que llamaba a Celestino Piñol el «Rob Liefeld español». Y no es porque sus narizones estén mal dibujados, no, si no porque se entusiasmaba en exceso, se frustraba en exceso, personalizaba en exceso… Esos excesos, según Martín, se trasladaban a su trabajo en la redacción negándose a trabajar con Pérez Navarro en la elaboración de Laberinto (que acabaría siendo cancelada en 1999) y aumentando cada vez más gracias a su condición de estrella por la publicación de sus cómics de Fanhunter y a la cámara de eco que le estaban creando su multitud de fans en esos primeros años de internet. Piñol pasó de ser un colaborador joven y solícito con la mirada llena de estrellas a demandar un estatus de estrella, a cabrearse cuando Planeta no le daba el trato monetario que su veteranía en la editorial el creía que merecía, perpetuando su condición de trabajador temporal de la empresa hasta que, finalmente, la editorial decidió no renovar su contrato, mostrándole siempre según Martín la opción de seguir trabajando con ellos como colaborador externo y hasta cobrar más. Por parte de Piñol aquello fue un despido improcedente en toda regla perpetrado por el propio Facundo Martín en persona, con lo que lógicamente se pasó una buena temporada encabronado y cagándose en su exjefe, porque nadie lleva bien eso de ser despedido y menos cuando crees que estás haciendo tu trabajo estupendamente.
Pronto, y con internet avanzando a pasos agigantados, entre el fandom empezaron a ser habituales los chascarrillos sobre un Celestino Piñol que iba paseándose por los salones prometiendo no hablar «de lo de Planeta» pero acababa rajando de lo lindo, porque supongo que aguantarte ciertos golpes es la mar de complicado y claro, en aquellos tiempos los salones todavía eran sitios donde se podían decir ciertas cosas «en petit comité» sin miedo a que el personal lo largara a los cuatro vientos (spoiler: no, no era así). Tal es así que la anécdota del Piñol encabronado llegó a ser motivo de una tira en un número de Dolmen, un chiste a cargo de David Ramírez (que en aquel momento tenía veintipocos años) en el que, al más puro estilo Darth Vader contra Luke Skywalker, se mostraba un encuentro entre Piñol y Martín durante un Salón del Cómic y en la que el primero le decía al segundo «Digas lo que digas yo guardaré el respetuoso silencio que vengo manteniendo sobre tí, viejo nazi borracho ladrón pederasta cabrón.»
Y entonces Facundo Martin (y por un tiempo Editorial Planeta) denunciaron a David Ramirez y a Dolmen (a Vicente García, vaya) por un delito de injurias, Dolmen y Ramírez se disculparon personalmente con Martín pero el hombre siguió adelante, se empantanaron en los juzgados durante dos años y, aunque en primera instancia el tribunal falló en favor de los acusados (esto es un chiste de nada), finalmente y después de que Martín recurriera, el juez estimó que sí, que en la tira se veía claramente que la idea no era tanto insultar a Martín como dejar clara la duplicidad de Piñol al jurar y perjurar que callaría sobre el tema pero acabar siempre rajando sobre el tema, pero… El tribunal consideró que el volumen de insultos que se utilizó para recalcar el chiste era demasiado grande e innecesario, injuriando así el honor de Don Facundo Martín y por ello procedió a condenar a los acusados a pagar una indemnización de cuatro mil de euros (de los treinta mil que había pedido Martín originalmente) más todas las costas. Una cantidad ridícula para un directivo de Planeta y excesiva para un chaval que estaba empezando.
Yo no voy a decir que a Facundo Martín se le hincharon los cojones y denunció a Ramírez y García porque creía que detrás de todo aquello estaba Piñol echando mierda contra él, ni tampoco voy a decir que todo esto fue un disparo en el pie del propio Martín porque las hipotéticas rabietas de Piñol quedaron en un segundo plano. Esto no eran tebeos, esto era una jodida disputa laboral, y de repente nos encontramos que un editor que se ha pasado toda su vida trabajando para la divulgación y promoción de los cómics carga con todo contra un principiante y una editorial independiente que se sostiene más por amor al arte (el arte de los cómics, sí) que por estar forrándose publicando Spiderman o X-Men. Tal y como podría verlo -que no lo veo, no- Martín podría haber acabado denunciando al tipo detrás de cualquier mensaje escrito en cualquier foro de la época -porque todavía no había weblogs ni redes sociales- pero acabó denunciando al primero que lo publicó en papel, en negro sobre blanco. Hablando en plata, a Martín le tocaron mucho los cojones y disparó al primero que pasaba, esto es comprensible, pero lo que no era tan comprensible es que llevara la demanda hasta el final.
Veinte años después y cuando a estas alturas casi podríamos decir que el premio a toda una trayectoria se lo merece el propio David Ramírez, el jurado del Salón del Cómic de Barcelona le da el premio a Facundo Martín. Que hizo mucho y muy bueno por los tebeos, sí, desde mucho antes de Forum, pero a la vez… Ay, ay. Me cabrearía que un explotador como Josep Toutain se hubiera llevado ese premio (pero ése si que fue autor y supongo que en parte por eso han puesto su nombre al premio a autor revelación, ejem) pero en el caso de Martín es realmente doloroso, porque si no hubiera denunciado a aquel chaval una o dos generaciones de lectores no lo habrían conocido simplemente como «el ogro». Hay que tener en cuenta que en parte Piñol es una creación del propio Martín, que otro día tendríamos que hablar de la edición de los correos y artículos de Punisher War Journal, o de que el propio Facundo Martín era un personaje más de las tiras de Celestino Piñol y la interpretación de Ramírez del personaje no es muy distinta de lo que se mostraba en ellas… Pero perro no come perro, y mucho menos le vamos a dar un premio por ello.
Supongo que el Salón (esto es, Ficomic, una organización privada) pensó que aquello quedaba en el pasado, que tanto Dolmen como Ramírez ya han hecho su vida (DR es uno de los que lo ha petado durante el confinamiento, M’Rabo tiene pendiente una reseña desde hace un millón de años) y que pelillos a la mar, pero… Es complicadillo que te ganes el reconocimiento de los autores de cómic -que no los editores, supongo- si has atacado a uno de ellos en una de las situaciones de mayor vulnerabilidad, cuando estás empezando y la tentación de hacerte fontanero como decía tu padre es más grande. Esa herida siempre estará ahí, y cuando eres un patriarca editorial, responsable de la edición de tantos y tantos cómics que crearon la afición de tantos y tantos autores posteriores… Pierdes todo el reconocimiento que esos autores y fans te habrían dado si no les hubieras atacado a ellos mismos; al fin y al cabo, la función de un editor consiste entre otras cosas en sacar lo mejor de sus autores, no en aporrearlos con tu músculo económico y mandarlos a la ruina, provocándoles un bloqueo creativo que les haga tener miedo del siguiente chiste que intenten dibujar.
Lo dicho, que si te consideras parte del mundo del cómic, perro no come perro.