Voy a seros sincero; yo no quiero a Jonathan Kent de Superman. Soy la cosa más reaccionaria del mundo con esto de los superhéroes, básicamente porque no me engaño a mi mismo y sé lo que quiero: Clark Kent tiene que ser Superman, llevar sus calzoncillos por fuera y le pasan cosas. Es un personaje tan grande que no necesita legados ni revelar su identidad secreta ni tonterías, solo necesita, como dijo John Byrne, autores decentes. Y Superman es el superhéroe más importante de todo el género, el referente absoluto, ¿cómo no va a funcionar?
La cuestión es que en DC han anunciado hace poco que Superman se retiraba para hacer de niñera de Authority (que buena falta les hace, para que nos vamos a engañar) y, aunque sabemos que estas cosas nunca duran y solo es una maniobra para que nos volvamos locos cuando él vuelva, mientras tanto tenemos a Tom Taylor haciendo a Jonathan Kent (que estaba muy bien de crío, maldito Bendis por hacerlo crecer entre viñetas) haciendo de Superman. Y alguno dirá «que buena elección, Tom Taylor, anda que no ha demostrado en Injustice y en Lobezna lo bien que puede escribir a Superman y a gente jovencita que carga con legados de años» y seguramente tenga razón, porque en todos los momentos en los que podías olvidarte de que Injustice iba sobre Superman volviéndose loco (ugh) la cosa estaba bastante bien. Y sin embargo, a mí lo que me gustaría es a Tom Taylor escribiendo a Superman, el de verdad, el auténtico Clark Kent.
No, mientras escribo esto todavía no he visto la serie de Jupiter’s Legacy.
Y claro, todo esto ha pasado mientras hacía un repaso a la línea infantil de DC y se estrenaba Jupiter’s Legacy -que, a pesar de que a M’Rabo le encantó, curiosamente nunca llegamos a hacer post- que me han dejado claro lo mucho que Superman sigue funcionando; Superman Smashes the Klan -que por estos lares ni siquiera lo editó ECCC, porque toda la linea infantil/Young Adult la publica editorial Hidra- es el tipo de cómic de Superman que deberíamos ver en la serie regular, una historia en la que la verdadera amenaza no es la kriptonita o los imbéciles del Ku Kux Klan, si no la intolerancia, el miedo a ser rechazado y demás. Para ese tipo de historias Superman es un personaje estupendo, capaz de sacar lo mejor de cada uno, pero aun así en su serie regular nos hablan de extrañas alianzas interplanetarias, de mafias organizadas de nebulosas intenciones o de Mongul otra vez estrellando mundoguerra contra lo que sea. Es cierto, Superman puede ir de lo pequeño a lo grande sin ningún problema, y por eso tiene que tener esa mezcla entre lo «los villanos cotidianos» y los monstruos de universos paralelos.
Y con Jupiter’s Legacy pasa algo muy parecido porque, a pesar de que la serie principal está dibujada por Frank Quitely, es en los flashbacks de la serie paralela Jupiter’s Circle donde ves al Utopian más «Superman»; quieras que no, Mark Millar no es capaz de escribir decentemente nada que no sea Superman, y casi todos sus cómics de superhéroes exploran facetas del Hombre de Acero -y cuando no lo hacen suele hacer su trabajo más discreto-. Y así es como acabamos encontrándonos con que la historia principal gira alrededor de un ejercicio tan simple como decir «¿que hubiera pasado si el Superman original hubiera vivido hasta nuestros días y se hubiera hecho viejo? ¿Qué pasará con sus hijos, cómo afectará todo eso a la humanidad?», algo parecido a lo que hizo en su día Frank Miller para su Return of the Dark Knight.
Pero claro, Jupiter’s Legacy ni siquiera es un cómic de Superman «de verdad», con lo que no tiene que ir sobre Superman y sí sobre sus hijos, aunque los mejores momentos de Legacy acaben estando en su segundo volumen cuando algunos de los personajes empiecen a «salvar el día», cosa por la que se caracteriza Superman y es la principal fortaleza del personaje; no en vano cuando estamos hablando del Hombre del Mañana y sus cómics hablamos de historias cuya razón de ser era la de mostrar situaciones horriblemente cotidianas que solían acabar mal -mafiosos amenazando gente corriente, autobuses llenos de niños se caían por un puente y cosas así- llevados hasta el extremo de que solo una intervención sobrenatural puede salvar el día, momento en el que aparecía un borrón rojo y azul y de repente la bala mortal se detiene en mitad de la trayectoria… Y Superman salva el día.
Y alrededor de ese momento se construían todos los cómics, seriales, dibujos animados y películas de Superman; creas una amenaza, una víctima para el malo, una situación imposible que vas cebando a lo largo de la historia con Lois y Jimmy metiéndose en otro lío… Hasta que una pared de ladrillos se viene abajo y aparece Superman. Luego ya podrá pegarse con Bizarro, Metallo o como se llame la última amenaza para Metropolis, pero ya has tenido ese momento triunfal en el que la cruda realidad se congela para que alguien le diga a la muerte aquello de «hoy, no». Es por eso que muchas de las historias que mejor funcionan del personaje están contadas desde el punto de vista de secundarios y no del propio Superman, porque te permiten contar una historia «verosimil» que se rompe cuando aparece el héroe.
Y ojo, que sabemos que Superman volverá, recuperará sus poderes y ojalá el traje de toda la vida -que estos son como la mano del mono mágica, en realidad nunca te dan lo que quieres- pero lo que ya no sé si veré es una serie regular del personaje que tenga en cuenta estas cosas, a pesar de que ahora mismo gran parte del éxito de Superman & Lois, la serie de TV que perfectamente se podría haber llamado Kryptoniano con Hijos, estriba precisamente en los hijos o Lois metiéndose en líos y Clark llegando para salvarles en el último momento; es el tópico por excelencia del género de superhéroes, sí, pero precisamente es un tópico porque si sabes llevar el guión a ese momento de la forma correcta… Salvas el día.
Eso sí, si después la película es un desastre con Superman abandonando a su niño y acosando familias, ya es otra historia…