Kong vs Godzilla parece una película sencilla, ¿verdad? Quiero decir, hay dos monstruos gigantes pegándose y unos cuantos humanos correteando despavoridos entre sus piernas y en eso se resume el género de los monstruos gigantes, ¿no? Pues… No. Porque si ya la King Kong original iba sobre un mono gigante enamorado de una señora y los japoneses llevaron el género a niños abrazando tortugas gigantes voladoras, más allá de sacar a multitud de señores y señoras irrelevantes gritando cosas para tratar de explicar la trama de la película, hay que decir que hoy en día lo de los monstruos pegándose ha llegado a complicarse un poco. Pero solo un poco, ¿eh?
Porque si Skull Island era una película de aventuras que usaba como armazón el King Kong original de 1933 -que sigue siendo un clasicazo por algo y la mejor película de monstruos gigantes de la historia, se pongan como se pongan- Kong contra Godzilla viene a hacer algo que parece que el cine de monstruos norteamericano había olvidado por completo, que es darle una personalidad al bicharraco y tratarlo como un personaje más dentro de la historia y no como una fuerza de la naturaleza que va destrozando cosas mientras los humanos dicen lo asustados y molestos que están por los daños personales que sus paseos desconsiderados van causando por el pavimento. Y aun así, el King Kong original tampoco era precisamente el protagonista de la gran novela americana del siglo XX, siendo simplemente otro de tantos que se enamoraba perdidamente por quien no debía y acababa de mala manera, con la chicha del mensaje de la película quedándose en la crítica a unos cuantos ismos de la época como el colonialismo que le daba a la metropoli la soberbia metomentodo que llevaba a la gran catástrofe de la película o el capitalismo exacerbado que les hacía llevarse de gira por Nueva York a un mono gigante que nunca debió de salir de Skull Island.
Por el otro lado tenemos a Godzilla, que mantiene parte de esa crítica a la humanidad por jugar a ser dioses con la naturaleza al basarse en el trauma japonés por la hecatombe nuclear de Hiroshima y Nagasaki; Godzilla era una metáfora de la bomba atómica, una bestia invulnerable que destruye ciudades sin que nada en absoluto pueda pararla. El que luego Godzilla se convirtiera en el defensor de Japón, la Tierra y yo que sé que más vendría más de la explotación de la franquicia que otra cosa, durante la cual se lo enfrentó a montones de monstruos y fue en ese momento en el que realmente nació el género de bicharracos pegándose en mitad de una ciudad; eso sí, asociado a todo esto entraron tópicos como el científico tratando de entender el comportamiento del bicharraco, niños enamorados del bicharraco y, en general, gente que corría bajo las piernas del bicharraco. Y así se asentaron los tópicos del género en Japón.
Y digo en Japón porque en EEUU el género pasó a mejor vida y solo fue algo marginal durante décadas, a pesar de que hubo varios remakes de King Kong y hasta uno de Godzilla, por no hablar de que en películas como Parque Jurásico II soltaron un tiranosaurio por el casco urbano y la película a ratos no dejaba de ser un remake de King Kong encubierto con pinceladas de Godzilla. Por una cosa o por otra el cine de monstruos no acababa de prender en Hollywood, y solo el éxito de Transformers y la globalización de un mercado cinematográfico que pedía cada vez más bicharracos gigantes llevó a Warner a financiar proyectos de Legendary como el susodicho Skull Island o Godzilla, creando el Kaijuverso o como carajo se llame el único universo cinematográfico «funcional» que tiene ahora mismo la Warner (sigh, profundo sigh, profundísimo y sentido sigh).
Ojo que con la excepción de Skull Island todas estas películas me han parecido bastante flojillas, porque las dos de Godzilla fueron un auténtico horror que no había ni por donde cogerlo, sobre todo en el caso de la segunda. Nada hacía presagiar que King Kong contra Godzilla mejorara el asunto, pero misteriosamente picó el interés del personal hasta el punto de que gente que ni se había molestado en ver una sola película del «monstruoverso» estaba compartiendo el trailer y decidida a ver la película. Estamos hablando de que no les había interesado una versión de King Kong protagonizada por medio MCU -en serio, en Skull Island tenías a Loki, Carol Danvers y Nick Furia pegándose con el bicho junto a unos tremendos John Goodman y John C Reilly, ahí es nada- y si les interesaba esto que a priori solo iba a ser una pelea entre dos bicharracos cgi, una especie de condensación de todo lo que la gente critica del cine de «efectos especiales». Y la peli lo ha petado, y cualquiera diría que no deberíamos entender nada mientras montones de críticos la han puesto a caer de un burro porque los personajes son una mierda y que si patatín que si patatán, porque claro, han sido incapaces de darse cuenta de que los únicos personajes que importan en la película no son precisamente los humanos…
Porque estamos hablando de una película sobre King Kong, ni siquiera sobre Godzilla. Un vistazo superficial sobre el guión de la película nos deja claro que los personajes humanos son un tópico tras otro sin apenas ningún aderezo, ¡hasta tenemos a una preciosa niña mudita capaz de comunicarse con el monstruo! Por su parte, Godzilla no deja de ser un macarra que va con su rollo de siempre, soy imparable vaya donde vaya, lo reviento todo y mi justa ira de avatar de la madre tierra no tiene igual. Porque no, no lo tiene, la peli deja claro que Godzilla barre el suelo con King Kong y bastante tiene el bicho con eso, que en personalidad el lagarto es un cero absoluto y no deja de ser el antagonista de la película, porque toda la chicha queda en manos de King Kong desde esa escena inicial en la que se rasca el culo y se da una ducha mañanera en una catarata. Y sí, aquí empiezan los spoilers.
Todo hay que decirlo, la escena de rascarse el culo no es un chiste gratuito ni nada parecido, le dejan claro al espectador que King Kong es bastante «humano». Que el mono está tan tranquilo en su casa, a sus cosas, que aquello que decía Hulk de «solo quiero que me dejen en paz» se le aplica perfectamente, pero el personal está tan acojonado de el que no puede dejar de vigilarlo. A diferencia de Godzilla nuestro mono no busca la bronca, se le adivina cierta melancolía y hasta aburrimiento, pero no necesita golpearse el pecho constantemente… Hasta que los malditos humanos le sacan de su refugio cual personaje de Sylvester Stallone y lo mandan de nuevo a la guerra. Y así es como tenemos a un tipo que se ha pasado toda su vida solo, desarraigado pero pensando que está viviendo la mejor vida posible, siendo obligado a salir de su zona de confort y enfrentarse a un macarra consumado buscabroncas como Godzilla, que tira rayos nucleares por la boca y que disfruta haciendo daño a los demás. Nuestro mono es derrotado por Godzilla en la escena marítima -el maldito lagartijo parte con ventaja, todo sea dicho- y solo le queda la victoria moral de haber sobrevivido a unos cuantos asaltos contra el campeón mundial de los pesos pesados.
La cosa mejora cuando baja al centro de la Tierra, descubre su linaje -y su hacha- y se da cuenta de que es un Rey, que pertenece a ese lugar, y como tal vuelve a pegarse con el lagartijo de las narices y… Y sí, en un principio le pilla desprevenido al lagartijo -será porque jugaba en casa, ¡King Kong en Hong Kong!- pero Godzilla acaba pegándole una soberana paliza que lo deja en paro cardiaco y la humillación es completa cuando tiene que ser resucitado por los débiles e irrelevantes humanos. Y es en ese momento cuando nos damos cuenta de que sí, estamos viendo Rocky versión kaiju; el perdedor que se enfrenta a Apollo Creed esperando aguantarle un par de asaltos, que duda de si quedarse tirado en la lona, que solo busca algo parecido a la paz y aun así el mundo -y su amor propio- lo fuerza a levantarse. Que tal vez aparezca un Ivan Drago o un Mechaclubber Lang imbatible que le haga tener que entenderse con antiguos rivales, pero que a la hora de la verdad lo que hace de King Kong el rey de los monstruos es que sigue teniendo un corazón que no le cabe en el pecho, y que va a seguir luchando a pesar de que no tenga ninguna perspectiva de victoria. Y éso es lo que hace que en esta película King Kong sea el protagonista, porque es el personaje que aprende, que crece, que avanza y es el que está mejor definido. Para cuando acaba la película y a pesar de que ha quedado claro que Godzilla es más fuerte, el lagartijo se escurre a la mar salada mientras que King Kong se queda en el centro de la Tierra, feliz en su nuevo reino, ése hogar al que pertenece.
A la mierda las explicaciones pseudocientíficas, la estupidez de los humanos, la trama superflua de los magufos y lo malgastadísima que está Rebecca Hall (o casi cualquier actor que aparezca en estas películas), ésta es la película de King Kong, es la primera victoria moral de un personaje cuya historia siempre acabó en tragedia y si funciona tan bien entre el público es porque, en el fondo, sabemos que hemos tardado casi noventa años en verlo ganar… ¡Y que le den a Godzilla, lagartijo amargado de los cojones!